Caupolicán Ovalles: lector marginal
Se debe a Caupolicán Ovalles una de las más curiosas antologías de la literatura venezolana, y una de las más marginales; no podría ser de otra forma, en pocas antologías el antologador está tan presente: a través de la disposición de los textos a manera de juego de oca, conectando el trayecto de la lectura con raras ilustraciones: zamuros con la cara de Caupolicán y gallinas, anacrónicas viñetas, aunando a lo anacrónico de dichas viñetas, la ambigüedad o duda de las autorías que embargaría al lector incauto. Inevitablemente a estos textos les impregna el vaho del cajón familiar, olor a cosas viejas que en el caso de Ovalles se trata del cajón de recuerdos del país, la gran papelería, el grandioso archivo de Víctor Manuel Ovalles, bibliófilo y padre del antologador, y poseedor de la que fue la mayor colección privada de libros raros, papeles antiguos y curiosos del país, y fuente de esta antología de la literatura marginal.
La hechura de esta antología de prosas es poética, y no podía ser de otra forma, pues la realiza el mismo que escribió ¿Duerme Ud. Señor Presidente? y la Elegía a la muerte de Guatimocín, mi Padre Alias el Globo, y cuya última irreverencia pudo haber sido el libro de entrevistas a Carlos Andres Pérez, que es un best seller entre los andinos. El poeta de El Techo de la Ballena y expresidente de la República del Este tenía que editar una antología marginal para uso de estudiantes de la Escuela de letras, o del lector afortunado.
Que esta antología sea marginal es sólo circunstancial: «Se piensa que lo que se presenta el día de hoy como literatura marginal, ya mañana será simplemente literatura». Para Ovalles se trataría de la palabra escrita, que fue hecha por el hombre a contra voluntad o sin querer o sin desearlo, pero que por el azar o por el suceso del tiempo y de las cosas nos entrega un aliento que aquel hombre no quiso a propósito. Curiosamente ese origen tan personal e involuntario, natural, es el que hace que deje de pertenecer al autor y pase a los suburbios del campo literario.
Buena parte de las obras que conforman el canon literario tienen su origen, precisamente en las afueras de lo canónico para el momento, y todo esto lejos de cualquier intencionalidad al respecto: «Ahí está el detalle» diría Cantínflas, pues deviene esa inintencionalidad del proceso mismo de su creación. Para Ovalles poder delimitar este fenómeno externo a los mismos límites, debe introducirse en la mente del escritor marginal: «Estamos conscientes que toda organización de palabra escrita -y tiene un levantamiento marginal. Que ciertas zonas de la inteligencia trabajan liberadas del proceso creador, en el cual es perfectamente ubicables cultivos involuntarios para el hombre». Se identifica una aparente contradicción en la mente de todo escritor (marginal o no) entre el propósito y la fuga de ese orden. En el escritor marginal predomina «la voluntad amorosa de acercarse a la palabra» más allá del propósito literario.
Como la rosa de Silesius existe sin porqué. La mejor defensa de la literatura marginal es su existencia. La mejor interpretación de esta literatura es la forma como el autor se interpreta en el texto como elemento subreal del mundo que le rodea: «Esta flor nace lejos del jardín impuesto por los hombres, gira sola y narcisa (negro debe lucir su corazón) se enciende en fuego propio y no consume agua de municipio».
La literatura venezolana que no consume agua de municipio, que no nos quede duda, será mañana literatura a secas. Otros marañones acompañan a Lope de Aguirre en esta nueva aventura de la literatura marginal. Juan Antonio Navarrete (1749-1814) único autor presente en esta antología tanto en los textos como en la arquitectura del libro o plan de la obra, una especie de Perec del dieciocho, y que empieza a tener reconocimiento por parte de los actuales administradores del campo literario. Esperamos que no pierda su extrañeza y el placer que provoca el hallarle por casualidad en una antología del pensamiento filosófico venezolano preparada por García Bacca y editada en la década de los cincuenta o hallarle en fondo y forma en esta antología de Ovalles de los setenta. Podrá decirse con propiedad que el autor del Arca de Letras y Teatro Universal es el primer escritor humorista venezolano. A Navarrete y a su ironía se debe la disposición curiosa a la manera de juego de oca y sus posadas (posada puente, pozo, barca, muerte y laberinto), así como su laberinto de la fortuna. Se puede decir que este libro es su discreto homenaje.
La antología de la Literatura Marginal de Caupolicán Ovalles incluye estos «juegos» de nuestra ilustración, volantes y papeles del dieciocho o principios del XIX, junto a cartas y telegramas, cartas a destinatarios insólitos o de remitentes inverosímiles, intimas o públicas como la que escribe un tal p.r.g a una artista de cine mexicana en la cual le propone el argumento de su vida para realizar un filme, o la carta más famosa escrita desde Valencia, de Lope de Aguirre provocando a Felipe II, y a la cual el libro de Ovalles esperamos le transmita un nuevo contexto para su lectura: el de la literatura marginal.
La antología incluye el proyecto de constitución del ciego Ramón M. Palacio, vecino de Valencia en 1896, y que en su momento no conto con el aval del Soberano, pero que prefigura en muchos aspectos a la «bolivariana». Entre lo más valioso de esta antología -por estar inéditas hasta entonces- la mitad de las autobiografías conocidas del siglo XIX. Además de las autobiografías de Páez o de su sobrino están otras dos incluidas en sus únicas ediciones accesibles: la de Telmo Romero titulada: «Autobiografía y retrato frenológico de Telmo Romero, Especialista en terapéutica indígena» publicada en NY en 1885, y la «Autobiografía de Braulio Fernández» un «soldado desconocido» de la guerra de Independencia, dictada a sus hijos a los 96 años poco antes de fallecer y luego publicada por éstos. El único ejemplar que se conserva es el de la Gran Papelería del Mundo, y que sepamos ésta es su primera reedición. Estos y otros escritos que sería largo enumerar aquí, a través de anécdotas o de su parodia (caso Delpino y Lamas) infiltra a la literatura no marginal, y presagia a través de su repercusión su entrada «por meritos propios» aunque involuntarios al campo literario.
Para Macsi «mucho de lo que se incluye dentro del rótulo de literatura marginal no funciona dentro de la literatura» pero destaca que «la envoltura de que Ovalles rodea los trozos y la continuidad del volumen procuran realizar esta inclusión». Esto último es interesante porque lejos de encauzar a estos textos en la «literatura», terminó haciéndose marginal este libro de Ovalles: adquirió la pátina del desorden, cierta involuntariedad hasta ubicarse en remates de libros (librerías de viejo), y en los márgenes de la bibliografía de este gran poeta, lejos de cualquier reedición de quien fuera presidente de la Asociación de Escritores. Pero existe, está ahí y como un libro clave, editorial y literariamente hablando en el siglo veinte venezolano, en ese paso de la vanguardia a la marginalidad, y como testimonio de la entrada de Lope de Aguirre, Navarrete, Pedro Palacio y Braulio Fernández a la literatura venezolana.
José Solanes: del soliloquio al ensayo
El ensayo ha tenido notables cultivadores en Valencia, pero es a partir de los setenta cuando encontramos un nuevo ensayo literario: Montejo, Solanes, Oliveros, Molina Duarte, Laura Antillano, Celis, Puerta, Bello, Yusti, De Nóbrega. Todos ellos vinculados en una forma u otra a la Universidad de Carabobo. Allí ejerció la docencia José Solanes (1909- 1991). La tarea de las palabras es un libro póstumo que recoge parte de su obra, pues Solanes comenzó a escribir tempranamente. Pedro Grases le recuerda en la revista Hélix: “En febrero, abril, junio de 1929, insertamos sus escritos con toda alegría y satisfacción. Formulaba reflexiones sobre el papel de la juventud y la evolución del carácter de la literatura catalana la que señala falta de modernidad, recomendando abandonar el tono rural y folklórico de los comienzos del renacimiento en el siglo XIX”. Solanes –el joven- se refería a Renaixenza, y ya adoptaba la postura del vanguardista, acorde al carácter de la revista y a su recepción del Surrealismo francés. Hélix era publicada en Vilafranca (localidad al suroeste de Barcelona) por los estudiantes universitarios. De esta revista, donde se encuentran sus primeros artículos, existe una edición facsímil de los 10 números aparecidos (en Ediciones Letradura, Barcelona). Otra revista, venezolana y quizás en su propósito tanto o más surrealista que la catalana Hélix, era, Nanacinder (1954-1962)editada por pacientes de la Colonia Psiquiatrica de Bárbula. Se publicaron unos 25 números, y en ellos colaboró el doctor Solanes (J.S.) con escritos irónicos como “El barro al servicio de la Ciencia”, o de divulgación científica como “Necesidad y dificultad de la Laborterapía”; “La loba, el niño y los sabios” hace referencia a las historias de niños criados entre lobos.
Entre sus otros libros, tenemos El campo de la Psicología Médica (1988) que es un texto universitario; Los nombres del exilio (1993) se ocupa del tiempo y espacios del desterrado, y de sus representaciones; temática, que en otro tono, desarrolla en La tarea de las palabras (1992); veáse “Las nieves del trópico”, “Carlyle o el gran reloj”, y “Victor Hugo, ese español”. En su liminar al libro comentado, escribe Alejandro Oliveros: “En su particular Weltanschaung, donde la dignidad del hombre era el centro luminoso e inamovible, las palabras, con o sin significado preciso, se revestían de cierta dimensión metafísica, mística. Ya podían ser las palabras del loco, a cuya comprensión dedicó lo mejor de sus esfuerzos, o las del poeta, cuya amistad cultivó e iluminó a lo largo de breves cincuenta años”. Entre la palabra del loco y la amistad del artista, el Solanes escritor se interesó más por la música de las palabras que por la historia clínica del poeta. No desdeño sus conocimientos científicos para comentar los retratos y autorretratos, o el misterio de la memoria; pero siempre en función del ensayo literario, que definía Ortega como ciencia sin la prueba explícita. Esa particular relación entre las disciplinas, la transdisciplina, es esclarecedora en Solanes; anota sobre el género María Fernanda Palacios: “La selección previa de una plataforma de pensamiento puede ser un obstáculo definitivo para el que quiere escribir un ensayo. Pero sólo en la medida en que estas plataformas me construyan el camino, me estaran impidiendo ensayar, ya que, de hacerlo, me estaré limitando a repetir y a aplicar fórmulas ready made. Porque el obstáculo no está afuera, en el psicoanálisis, ni en la lingüística. Ningún método, ninguna técnica, ninguna teoría obstaculiza impide, por sí misma, la escritura del ensayo. Es la manera como me muevo dentro de esas disciplinas donde puede estar el obstáculo”. En la literatura Solanes evitó a la psiquiatría como plataforma previa, y en un país donde el hablarsolo es considerado el primer síntoma de la locura, el ensayista reivindica al soliloquio, a través de cinco textos breves: “Del soliloquio y sus misterios”; “De los soliloquios inaudibles”; “Los soliloquios intrusivos”; “El soliloquio nostálgico y el didáctico”; “Un soliloquio en avión”. Textos que se conectan unos a otros, sin seguir un desarrollo convencional, y que convergen en el hablar solo.
De esta escritura Yusti ha destacado el “humor de sencilla textura”, así como el uso de las “analogías inteligentes e inusitadas” como Gallegos y Lichtenberg, Hugo y el castellano, Montaigne y el presidente Obregón, etc. No encontramos en su escritura una plataforma previa (en el sentido que le da Palacios), pero sí conceptos propios de su peculiar aproximación a lo literario, como es su definición de “entrelectura”. Es en el inusitado escrito titulado “Gallegos y Lictenberg” donde hallamos entre líneas su peculiar método crítico pues “entre líneas” es el espacio privilegiado de la colaboración del autor con el lector. Escribe Solanes: “No se sabe si lo que desde allí nos llega es lo que el autor quería y no se atrevía –o no sabía- escribir con todas sus letras o, más bien, aquello que nosotros, los lectores, hubiéramos querido o temido que nos dijera”. Es decir, la entrelínea es entendida como un espacio virtual o potencial que se ensancha con la entrelectura: “El espacio que se abre para el lector entre lectura y lectura, entre libro y libro, es más ámplio, y más ámplia y más compleja la colaboración que allí se establece”. Para Solanes la colaboración tiene lugar entre el que lee y, no uno, sino por lo menos dos autores con sus respectivos personajes. Con ironía sencilla aclara: “Se nos dirá que entrelectura es tan solo el nombre que por capricho queremos dar a lo que sencillamente es crítica. Y en efecto, profesionales de la entrelectura podría llamarse a los críticos”.
Además del leer o escribir entre líneas, o la<evidencia de la entrelectura al devenir en entre-escritura, también queremos destacar en Solanes la comunicación entre el espacio literario y los espacios de la vida cotidiana. El Lukács de El alma y las formas demostraba que el ensayo puede trabajar con obras de arte, o con cosas de la vida: “Hay, pues, una ciencia del arte; pero hay también un modo enteramente diferente de manifestación de temperamentos humanos cuyo modo de expresión es las más de las veces el escribir sobre arte. Digo sólo las más de las veces; pues hay muchos escritos nacidos de sentimientos semejantes que no entran en contacto con la literatura ni con el arte, escritos en los que se plantean las mismas cuestiones vitales que en los que se llaman crítica, sólo que directamente enderezadas a la vida; no necesitan la mediación de la literatura y el arte. De este tipo son precisamente los escritos de los más grandes ensayistas”. Prueba de su interés por lo vivido, pero en conexión a la poesía, lo tenemos cuando a través de recuerdos resalta el papel de la pronunciación en el ñlenguaje y su perfomance: “El mayor privilegio de los que conocieron a Artaud, consiste quizás en haber podido oírle leer sus obras. Y la de los demás. Artaud era un declamador extraordinario. Todavía recordamos con estremecimiento su escalofriante recitación de La Carroña de Baudelaire. Es, sin embargo, en las lecturas que daba a sus propias composiciones en donde mejor hacía sentir el trascendental poder del lenguaje hablado. Sus textos, especialmente los de las últimas épocas, son a menudo descarriantes; parecen exigir análisis cuidadosos y meditación severa. Oírselos, era sentir algo muy diferente: los párrafos que más obstrusos se podrían juzgar, en sus labios se hacían transparentes y, por el sólo hecho de ser él quien las dijera, las imágenes más temerarias parecían imponerse al espíritu por sí mismas. Lo que uno leía sin acertar con el sentido, al ser diucho por su voz, a la que una ligera tartamudez tónica daba mayor vibración, estallaba en poderosas y resplandecientes significaciones”. En esta larga cita tenemos ejemplo de cómo se comunican, en serie, la entrelínea, la entrelectura, y el testimonio de lo vivido.
Los asuntos tratados en La tarea de las palabras ponen de manifiesto la relación entre escritura (lectura) y vida personal. Escribe sobre el destierro siendo él mismo un exilado. Una presentación a su traducción de Ponge para el No. 2 de la Revista Poesía (1971), es retomada como introducción al “Homo translator”. Y será en su senectud cuando se ocupe de los soliloquios. Solanes rescata literariamente el postulado de Cabanis de que el cerebro digiere en alguna forma las impresiones, y hace orgánicamente la secreción del pensamiento; por eso el soliloquio es una especie de incontinencia: “Sentimos rubor de ver expuestos al público pensamientos a medio formar y, por tanto, sólo nuestros a medias”. A partir de Solanes podríamos entender –ahora se nos ocurre- que el ensayo sería una especie de maduración del soliloquio contenido, más formado, más o menos nuestro, y que nos informa sobre algo, y a la vez sobre alguien: ese alguien que soy yo.
Hubiéramos querido que nos dijera que el soliloquio contenido y elaborado es el germen de todo ensayo. Consciente de la relación íntima entre la tarea del pensar y la del hablar (por externsión del escribir), se sentía a sus anchas el doctor Solanes en el ensayo como género literario, pues ninguno se parece como este a la secreción del cerebro. Recordando a Bioy Casáres: “Hay algunos géneros perpetuos. Porque no depende de formas y porque se parece al fluir normal del pensamiento, el ensayo es, tal vez, uno de ellos”. Y La tarea de las palabras es, tal vez, un libro perpetuo dentro de nuestra ensayística.
BIBLIOGRAFÍA
Bioy, A. (1948): “Estudio Preliminar”. En: Ensayistas ingleses. Jackson Editores, Buenos Aires.
Comas, A. y Carbonel, A. (1950): “La literatura Catalana”. En: Diez, J. (Comp.): Historia de las literaturas hispánicas no castellanas. Taurus Ediciones, Madrid
Grases, P. (1993): “Prólogo”. En: Solanes, J. Los nombres del exilio. Monte Ävila Editores, Caracas.
Lukacs, G. (1975): El alma y las formas. Ediciones Grijalbo, Barcelona.
Oliveros, A. (1992): “La tarea del de Jose Solanes”. En: Solanes, J. La tarea de las palabras. Ediciones del Rectorado, Valencia.
Palacios, M. (1986): Sabor y saber de la lengua. Monte Ävila Editores, Caracas.
Solanes, J. (1993): La tarea de las palabras. Ediciones del Rectorado, Valencia.
Solanes, J. (1971): “Admirar y traducir”. En: Revista Poesía, No. 2, Valencia.
Yusti, C. (1997): De ciertos peces voladores. Fondo Editorial Predios.
