María Narea
Orígenes y evolución de La Alborada
El 24 de noviembre de 1908, el para entonces Presidente de la República, Cipriano Castro, se vio precisado a salir del país para someterse a un tratamiento médico. Ya en los primeros días de diciembre de ese mismo año comenzaron los problemas callejeros y el 14 de ese mes fue hecha una solicitud de intervención armada extranjera por el Ministro de Relaciones Exteriores, José de Jesús Paúl, quien -cumpliendo instrucciones del Presidente Juan Vicente Gómez-, visitó a Lorena de Ferreira, Ministro del Brasil en Caracas y encargado de la representación diplomática de los Estados Unidos.[1]
El 19 de diciembre llegó el primer acorazado norteamericano: el Maine. Y el 23 de diciembre le siguieron otros dos: el Des Moines y el North Caroline.
Cuando Gómez asume el poder, lo hace con una divisa: Ahora o nunca. Esta divisa significaba que tomaba el poder en ese mismo momento porque si no ya no podría hacerlo jamás.
Un grupo de jóvenes intelectuales, encabezados por Henrique Soublette y Julio Planchart, fundan el 31 de enero de 1909 un grupo literario y a la vez una revista homónima que se llamaría La Alborada. Ésta sería una publicación semanal, de 16 páginas en cada entrega, identificadas en la cabecera con números romanos. Estos jóvenes adoptan un lema: Sustituir la noche por la aurora.
A partir del Número II se suman a la redacción otros escritores: Rómulo Gallegos y Julio Rosales. Este último dará noticia también de la incorporación de Salustio González Rincones.
El primer logotipo de esta revista fue un amanecer con un gran sol con muchos rayos, que dejaba ver algunas nubes a la derecha que comenzaban a iluminarse. Esto significaba para los alborados el nacimiento de una nueva etapa, la renovación de la esperanza.
En este primer número de La Alborada, estos jóvenes dejan traslucir su ingenuidad al creer que Gómez vendría a ser el “salvador”, el redentor de la patria y en el primer párrafo de su editorial -suerte de declaración de principios o manifiesto, titulado Nuestra Intención– comienzan con las siguientes palabras:
Salimos de la oscuridad en la cual nos habíamos encerrado dispuestos á perderlo todo antes que transijir en lo más mínimo con los secuaces de la Tiranía.
Y más adelante agregan:
El actual Gobierno, en una de sus primeras manifestaciones, ha dado con la gran frase de la propaganda: ¡Ahora ó nunca!.
Cierto es; lo que ahora no se haga, no se podrá hacer más tarde… y jamás se hará!
¡Cómo iban a imaginar los alborados que el hombre de La Mulera iba a durar 37 años en el poder! Ellos creían ingenuamente en la sana intención de Gómez de cambiar el país e inician su publicación con una gran fe en el nuevo gobernante. Así lo evidencia el último párrafo del mencionado editorial:
Al comenzar nuestra faena, bajo la clara luz de la Alborada, resumiendo todo nuestro programa en la noble frase del Poeta argentino; “Sustituir la noche por la aurora”, presentamos nuestro respetuoso saludo al Pueblo de Venezuela, al Gobierno Nacional y á toda la Prensa del País.
Ahora, comencemos.
(Editorial sin firma)
Esta publicación, que nace con el deslumbramiento de los alborados, alcanzará apenas los ocho números, los cuales aparecieron en las siguientes fechas:
31- enero -1909 Número I Págs. I a XVI.
14-febrero-1909 ” II ” XVII ” XXXII.
21-febrero-1909 ” III ” XXXIII ” XLVIII.
28-febrero-1909 ” IV ” XLIV ” LXIV.
07- marzo -1909 ” V ” LXV ” LXXX.
14- marzo -1909 ” VI ” LXXXI ” XCVI.
21- marzo -1909 ” VII ” XCVII ” CXII.
28- marzo -1909 ” VIII ” CXIII ” CXXVIII.
Resulta sumamente interesante revisar la revista y comprobar cómo, a medida que van avanzando los números, la credibilidad de los alborados en el nuevo “mesías” se va quebrantando. La presencia de los acorazados en las costas venezolanas durará tres meses y el 13 de febrero de 1909 se firmarán los protocolos Buchanan-Gómez, lo cual vendría a constituir “el precio inicial pagado por el nuevo gobierno al Departamento de Estado y a los inversionistas norteamericanos, para merecer el rango de siervo y protegido suyo…”[2] La actitud de los redactores de la revista, entonces, va cambiando paulatinamente.
Al leer los editoriales -que algunas veces aparecen firmados y otras, no- se puede apreciar cómo va evolucionando, por ejemplo, su opinión en relación a la prensa. Ya en el Número III, el editorial (firmado por Henrique Soublette) se titula La Prensa debería… y contiene algunos párrafos como éstos:
La Prensa debería aferrarse á las facultades que se le han reconocido, y no dejárselas arrebatar jamás, asirse á su libertad sin abusar de ella.
La Prensa debería abrir un camino de acero hacia la salvación; de tal suerte que no le sea posible á nadie desviarse de él por ignorancia ó por malicia. La Prensa debería apoderarse de la situación y redimir a la Patria.
¿El Cuarto Poder? (firmado por Rómulo Gallegos) es el editorial del Número V de la revista y comienza así: “A menudo oímos hablar de la Prensa, recomendándola con lujo de calificativos altisonantes y ponderando su valer hasta el punto de contarla en la categoría de los Poderes Nacionales…”
Aquí se percibe que ya existía una fractura en la libertad de expresión. Algo estaba ocurriendo en los medios que los alborados lucían tan preocupados. Después, se puede leer más adelante lo siguiente: “Sería necesario probar que la Prensa cuenta con una fuerza para hacer valer entonces su derecho, demostrar que ella representa una autoridad sobre la que no se puede pasar sin grave riesgo…”
Ya en el Número VI, fechado 14 de marzo de 1909, encontramos el emplazamiento directo -anuncio inminente del ocaso de los alborados-, en la sección llamada De la Prensa que se inicia así: “La semana ha sido de hondas emociones: el problema de la libertad de la prensa ha salido á relucir, á propósito de las observaciones hechas por el Gobernador y de la prisión de dos periodistas.”
Los periodistas serían Leoncio Martínez “Leo”, Director de El Independiente y el Administrador de El Pregonero.
Posteriormente se refieren a otros encarcelamientos y a partir de aquí sí que es certero el reclamo: “Nosotros acudimos a formar entre los que con toda circunspección debida, piden al señor Presidente de la República la libertad de los presos políticos.”
En el Número VIII se percibe el efecto de las palabras del Gobernador de Caracas, quien convocó a la prensa a su despacho y le advirtió amenazadoramente que “No hay que confundir la libertad con la licencia.” En el último editorial, titulado Evolucionemos, los alborados anuncian que la revista se editará más espaciada en el tiempo y con algunas reformas y prometen a los lectores que el próximo número se publicará el 1º de mayo, como una síntesis del mes de abril, promesa ésta que no se cumplirá pues la revista no saldrá a la calle nunca más.
Orientación de La Alborada y participación de sus integrantes
Para el año 1909 se han arraigado en nuestros intelectuales las ideas positivistas, las cuales fueron traídas a nuestro país en 1863 por el científico alemán Adolfo Ernst, quien vino a Caracas a dictar en la Universidad una Cátedra de Historia Natural. Por supuesto estas ideas confluyeron en el tiempo, en un primer momento con los rezagos de un romanticismo devaluado y posteriormente con un modernismo estentóreo y proporcionaron las bases para el desarrollo de una literatura criolla, cuyo principal protagonista era el campesino redimido y depositario del “alma nacional”. Las ideas de “orden y progreso” -que más tarde en el pensamiento y la literatura del continente sustentarían la tesis de “barbarie” y “civilización”-, encajaban perfectamente en un país convulsionado por las guerras intestinas e hicieron furor más que en los científicos, en nuestros intelectuales.
En el caso de los alborados, la tendencia de su publicación homónima estará francamente signada por la teoría de Comte. Así, en los trabajos de Rómulo Gallegos, encontraremos su influencia plasmada en una profunda preocupación por el tema educativo, con proyecciones rodriguianas en su enfoque; también hará en algún momento una tímida alusión a los invasores del Norte (La Alianza Hispano-americana, en el Número IV):
… de espaldas al continente, frente al mar, estamos siempre hurgando los horizontes en la espera de algo que viniera á resolver nuestra suerte, quizás la Buena Nueva que venga á predicarnos con sus cien bocas de muerte algún acorazado.
Este artículo podemos relacionarlo más adelante (en el Número VI), con otro sin firma titulado En la República de Cuba y que nos recuerda la premonición de Simón Bolívar:
En la “hija mayor del Caribe” la situación política no es tan halagadora como se podría presumir. “La Estrella solitaria” tiene un miedo grandísimo de que le vengan á hacer compañía las “cuarenta y tantas estrellas” de su melosa vecina del Norte…
…De veras que tiene para inquietarse nuestra simpática hermana, con los arrumacos y zalamerías del viejo de los dólares.
Ya aquí se nota claramente la orientación ideológica que tenía la revista.
En Henrique Soublette vamos a encontrar variedad de temas, pero sobre todo algunos de ellos están referidos a la situación laboral del país. La importancia de la economía, los jornales, los sueldos, son algunos de los temas que toca Soublette.
De Julio Planchart podemos mencionar el desarrollo de asuntos tales como la situación carcelaria (tan relevante como grave, hoy día).
De Salustio González Rincones sólo se conocerá una nota introductoria en el Número III) a unos artículos firmados por el pintor Tito Salas, titulados Au Bord de la Mer.
Veamos ahora la participación de Julio Rosales y la hipótesis que manejamos acerca de por qué fue cerrada la revista La Alborada.
Julio Rosales y La Alborada
La Venezuela de 1909 era una Venezuela clerical, apegada todavía a las normas sociales heredadas de la Colonia. En este contexto, las ideas preconizadas por los positivistas lucían escandalosas. Recordemos, por ejemplo, el personaje Carlos de la novela Peonía, de Manuel Vicente Romero García, quien ya en 1890 hablaba de divorcio, de amor libre y atacaba a la iglesia en su discurso.
Los artículos de Rosales en La Alborada fueron siete:
– Un relato titulado Marina, en el Número II.
– Dos artículos titulados Vocaciones y Puntos y Reparos, aparecidos en los número IV y V respectivamente.
– Cuatro trabajos bajo el nombre de Divulgación Sociológica: Religión I, II, III y IV, publicados en los Números V, VI, VII y VIII, respectivamente.
Marina es un relato donde ya se apunta el esteta, el fino cuentista que se desarrollará más adelante. Este texto se caracteriza por el lenguaje acrisolado de su autor, con el uso de vocablos poco cotidianos pero que fluyen sin rebuscamiento alguno. También encontraremos en él formas verbales creadas para evitar el lugar común y que no obstante cumplen cabalmente su función comunicativa.
Los otros dos artículos, titulados Vocaciones y Puntos y Reparos, aluden al comportamiento social y emanan de ellos razonamientos no libres de pasión.
Pero es en los últimos trabajos donde pensamos que está una de las claves del cierre de La Alborada. En estos artículos, publicados bajo el nombre de Divulgación Sociológica: Religión, percibimos una clara intención reformista. Además hay en estos artículos una denuncia a la complicidad del clero con los gobiernos y su tendencia a estar siempre cerca del poder para gozar de sus privilegios. Del Número VI de la revista (segunda entrega de los mencionados artículos) citamos lo siguiente:
Lo que llamamos milagro no aparece á los pueblos nacientes de otra manera que como el signo manifiesto de una potencia superior: la Providencia…
…Es un indicio de sociomorfismo religioso: el mismo sentimiento que inspira á los pueblos la creencia en sus “profetas”, en sus inspirados, en sus grandes hombres, creencia que llega hasta alcanzar un carácter sobrehumano.
Clara alusión a los dos dictadores: Castro y Gómez. Al final de esa misma entrega se lee lo siguiente:
El mismo caso de todos los grandes hombres, cuya posteridad borda de leyenda el sentimiento popular, como un homenaje de admiración y de amor á su recuerdo, que gustan tributar los pueblos, aun engañándose a sí mismos.
De la tercera entrega (Número VII de la revista, págs. XCIX-C) extraemos:
…las ideas morales se auxilian de las ideas religiosas…
El gobierno celeste ha sido siempre una proyección del gobierno humano. Nueva forma de antropomorfismo que se añade a la religión.
Y sobre el sacerdocio se atreve a formular una apostasía:
Convertida en institución pública permanente -dice Réville- la hechicería sacerdotal se regulariza, organiza un ritual que no tarda en consagrar la tradición, impone á los que aspiran el honor de hacer parte de ella condiciones de iniciación, pruebas, un noviciado, les otorga privilegios, les defiende si son atacados y trata siempre de aumentarlos”. Tal es el sacerdocio.
Y a continuación agrega:
Siendo los sacerdotes los hombres más capaces para desempeñar la función que se miraba como la más útil a la conservación social, acaban por constituir una casta verdaderamente superior y hasta llegan á ser personalmente el objeto del culto que manejan.
De manera que ya en el Número VIII de la revista -donde venía la cuarta entrega de Divulgación Sociológica: Religión– no se podía esperar otra cosa sino su cierre.
Uno de los descubrimientos que hicimos al leer la edición original de La Alborada en la Hemeroteca Nacional, en Caracas, fue que al final de la revista, en todos los números, aparecen unas secciones llamadas Sueltos editoriales y Notas de redacción, donde se reseñaba la correspondencia y los libros y revistas recibidos, así como también se emitían juicios breves acerca de obras publicadas o sobre los espectáculos en cartelera. Pues bien, en el último número, se da cuenta de un reclamo del diario La Religión, debido a los artículos firmados por Rosales. Curiosamente, en las ediciones facsimilares de La Alborada, tanto la de la Comisión Nacional del Cuatricentenario de Caracas (1967), como la de FUNDARTE (1983), este reclamo fue suprimido. Nos preguntamos cuál es la razón de ello: ¿Quiénes editaron los facsímiles no advirtieron lo ocurrido?, ¿o ha habido algún interés en acallar esta circunstancia?.
De esta polémica con el diario La Religión extraemos el siguiente fragmento de una crónica titulada Lamentable:
Con verdadera pena tenemos que señalar en cierta revista de la capital, respecto de la que desearíamos no tener nunca sino palabra de aplauso y simpatía-, un artículo firmado J.R., en que el autor se permite, divagando á su placer sobre los orígenes religiosos de la humanidad, emitir conceptos harto ofensivos para las creencias y prácticas de culto que son el único patrimonio que guarda incólume nuestra sociedad.[3]
En consecuencia, se deduce el efecto que produjeron los artículos de Rosales, ya que la exposición de estas ideas contribuía al desenmascaramiento del dogmatismo religioso y de un clero complaciente y plegado al poder, a través del cual se evidenciaaba el papel ideológico de la Iglesia.
Posteriormente, conversando con la familia del escritor, pudimos comprobar a través de sus testimonios que, efectivamente, la curia había entrado en problemas con la revista por los conceptos que sobre religión había emitido Julio Rosales. Podemos concluir entonces con que además de la censura política infringida por el Gobernador de Caracas, Aquiles Iturbe, también padecieron los alborados la censura religiosa, lo que contribuyó al cierre definitivo de la publicación.
Sin embargo, pensamos que La Alborada fue una revista que cumplió un proceso muy importante desde el punto de vista histórico, porque aunque sus escritores pecaron de ingenuos al creer que con el gobierno de Gómez se iba a producir un cambio, ellos lograron trascender esa equivocación, a pesar de que fueron forzados prácticamente a cerrar su publicación por pretender Sustituir la noche por la aurora. Y es que la verdadera aurora surgió cuando comenzaron a enfrentar el régimen del nuevo dictador con sus artículos valientes y desenfadados, sus reclamos ante la ausencia de la libertad de prensa y, por último, sus críticas al poder clerical.
[1] BETANCOURT, Rómulo. Venezuela, Política y Petróleo. Citado por José Vicente Abreu: Prólogo de La Alborada. Edición facsimilar. Caracas. FUNDARTE, 1983. p. 6.
[2] Op. cit. p. 7.
[3] La Religión. Diario Católico, Año XIX, Mes IX, Número 5.126, Caracas, 23 de marzo de 1909, p. 2.