Como alguien dijo, todo lo que pueda suceder,
sucederá, es una mera cuestión de tiempo, y,
si no llegamos a verlo mientras que anduvimos
por aquí, sería porque no vivimos lo suficiente.
José Saramago, Las intermitencias de la muerte.
I
Fernando Pessoa es indudablemente un icono de la literatura portuguesa y por ende de la literatura universal. Pasa con Franz Kafka; pasa con Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, por nombrar dos escritores del contexto latinoamericano —si vale el término. En estos escritores mencionados el caso es único e inimitable, pues se labran desde un estilo que va con lo inesperado y asombroso de sus escrituras. En el caso de Juan Martins la composición de su discurso va con sus ancestros, no lo puede evitar o, mejor dicho, es un asunto de naturaleza orgánica. En él funciona un híbrido peregrino por cuanto es la influencia de su sangre de las Azores, Portugal, pero con una fuerte vivencia en los predios de Maracay, Venezuela, unido a los encuentros con escritos de otras latitudes desde sus lecturas. Lo digo porque creemos, a estas alturas de la vida, haber leído, si no todo, gran parte de lo publicado y lo no por Juan Martins. Esa composición de su discurso se instaura por las lecturas, como lo hemos afirmado, pero con el agregado de dar y buscar las respuestas a una gran cantidad de intersticios desde su alfabeto como una construcción única en constante cimiento. Un alfabeto creado en el devenir de su experiencia que va por las artes escénicas, como director, crítico teatral y dramaturgo; simultáneamente se decanta por la escritura de libros de poesía, detalle no menor por cuanto de algún modo se ve reflejado por la influencia de Pessoa en su escritura. Creemos que tal cercanía es válida para todo escritor, aunque en este caso particular se evidencia esa fuerte ascendencia; claro, marcando las distancias en tiempo y estilo. Sucede entonces que en Transparencia de la materia [Pessoa: el desvanecimiento poético y otras incidencias] (Ediciones Estival, 2022) se recompone desde Pessoa para proyectar la literatura en su esencia, más nada.
Entendemos que leer a Pessoa es iniciar a cada instante un diálogo entre lo concreto y lo supuesto. Martins espanta su silencio con las interminables tertulias consigo mismo. En él no hace falta gente al frente para entablar su diálogo, igual lo inventa, luego el lector sabrá de sus pensamientos y locuciones interminables con sus libros. Sacude con la palabra lo no dicho en su esencia sin estorbos porque está por encima de las estaciones, ceremonias y tendencias. Tal composición del discurso va por un ensamble de palabras para no quedarse, para no decaer, para mantenerse asistido por relatos, cantos, ideas —en algunos de los casos, como sus ensayos— y sueños, con la única proeza de estar vivos a pesar de las incisiones en la piel.
II
El libro Transparencia de la materia… puede que sea un retrato, pero con múltiples espejos y al fondo su trasluz como una secuencia de las ideas de Pessoa. Acto seguido, esos espejos se ven reflejados en sus heterónimos: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Antonio Mora, por nombrar los más conocidos. Cada heterónimo con sus propuestas teóricas y poemas. Con ellos Pessoa salta a la historia, juega con la postal de la escritura para redescubrir su transparencia, ¿la de los otros? Martins procura desentrañar ese espolio-baúl. Es la indagación de un mundo que seduce al lector como un gesto dialéctico: “Pessoa lleva esto al límite, ocultando aquellos escritos que deben tener su ‘destino’. Ficcionó la misma realidad de éstos. Ficción sobre ficción. La vida como sistema de esa ficcionalidad. Esta relación lúdica con la creación de aquellos personajes-heterónimos…”. Martins se acomoda en esa composición de Pessoa, quien se crea un planeta —su universo literario— alterno a la existencia cotidiana. Parece extraño o una perogrullada; si bien es así, no hay otra salida a tan abrumadora creación: Pessoa escribe para vivir, es su artejo. Esa articulación de vocablos es la consecuencia de lo que piensa y siente; así lo suponemos con el riesgo de equivocarnos y, cuidado, puede que lo padezca también. Ahora, retomo lo de la cotidianidad, es en ella donde el caos lo abriga. Su voz escritural está por encima de un orden social establecido por un momento histórico retrógrado. Es la contradicción. Como afirma Saramago en Las intermitencias de la muerte, lo que tenga que suceder que suceda, y Pessoa lo vivió aquí con sus heterónimos, ellos lo vivieron por él en la alteridad ficcional creada por Pessoa en sí mismo, valga aquí el juego de palabras.
La composición de la estructura sintáctica marca un registro fónico. La secuencia en el estilo genera en su enunciado el giro poético con su furor orgánico. Aquí, estimados, está la clave de su escritura: lo orgánico, Pessoa es todo esto, y tomo como referencia a Gonçalo M. Tavares. En El secreto de su alfabeto, otro libro de ensayo del propio Juan Martins sobre la escritura de Tavares, afirma: “Los hallazgos quieren armar la bitácora de esos recuerdos hacia una definición de la historia, el contexto y las emociones de aquella memoria…”. Aunque en este caso se habla de Una niña está perdida en el siglo XX, perfectamente puedo ubicarlo como un rasgo de carácter en la escritura de Pessoa, quien se desdobla no en dos, sino en múltiples conexiones en tanto heterónimos existan para reconstruir su composición discursiva. Se convertirá en un polímata por excelencia en tanto su afán por profundizar en torno a la literatura de su tiempo y en el devenir de la misma. En el caso de Pessoa se caracteriza por la existencia (a decir de Martins) de los heterónimos-personajes en una existencia. Todo emerge de Pessoa, pero todo vuelve a él en un determinado tiempo.
Pessoa duda desde sus intermitencias. Pessoa se cuestiona. En “Nota [imprecisa] del autor”, Martins aclara que el libro no pretende ser un libro sobre crítica literaria; en todo caso se emparenta con la atmósfera poética en su soledad y supuesta quietud con su teatro estático, que a fin de cuentas creemos que es igual por cuanto llega a consideraciones en torno a su universo poético. Hablamos en cierto modo de un efecto consciente de las propuestas de Pessoa desde su abatimiento para instalarse en el encanto de la formulación de los heterónimos: estado de su condición poética que lo lleva al descubrimiento de la plenitud escritural… La cercanía desde sus espectros. Dedicó su vida a armar sus papeles.
III
La abstracción de Pessoa sobrepasa el reino de Dios. Su presencia opera en otro rango, el de la conciencia y la proyección con su creación. Las voces de Pessoa (la que traslada a otros) van en procura de una identidad por la escritura y su forma… se abre desde sus heterónimos y se encuentra en ellos. Cada aparte o capítulo del libro Transparencia de la materia… va al detalle de la creación de Pessoa y sus respectivos heterónimos. Las ideas emergen desde el ejercicio continuo entre ellos, es decir, entre Pessoa y los heterónimos; la ficcionalidad está por encima de su realidad. Pessoa no existe si no se habla desde la alteridad. Martins refleja, avanzado su ensayo, la relación entre el drama y el poema. Reciprocidad que se mantiene y fortalece la existencia del otro en su resonancia. Todo se junta en la sintaxis, en ellos se merecen y coexisten: es la otra realidad creada por Pessoa. El estudio del lenguaje y sus formas le permite crear esa noción de su performance porque la intencionalidad está presente.
Por lo antes comentado, el libro Transparencia de la materia… merece una lectura detenida, y allanaremos en él una unidad poética desde la experiencia de Martins: “No sé cuántas almas tengo…”. El límite no existe como tampoco existen las reticencias en la concurrencia de imágenes: “el ‘habla’ cambia del poema al drama y de éstos a la narración otra vez…”. Es decir, lo comentamos al comienzo, el registro fónico es su estampa generadora de transformación connotativa. Las voces contenidas en sus personajes: los heterónimos. El teatro de Pessoa es sonoridad, entendida ésta como la creación de un nuevo signo, como lo afirma el autor: drama-poema van tomados de la mano. Allí se agrupa la experiencia subjetiva, en una primera etapa; luego pasa por la razón para volver a la expresión ilimitada de la obra de Pessoa. Ciclo constante en una articulación de imágenes.