Por José Ygnacio Ochoa
En los relatos de Stefania Mosca Seres cotidianos (Fondo Editorial Fundarte, 2015) podríamos iniciar con la pregunta ¿Dónde comienza o termina la realidad? Por ejemplo en el relato De compras pues, comienza de manera directa y diáfana. No existe otra posibilidad. El relato se lee de una vez, en una respiración. Es un diálogo entre personaje y lector, existe una sensación de inmediatez y complicidad por contar lo que se vive. Lo que sí no sabemos es en dónde termina porque se entremezcla con el juego de la ficción. Las incoherencias de la vida se tropiezan con los sobresaltos de los personajes que se resguardan a las orillas de una sombra o cuando uno de ellos exclama: Me recojo en la noche sólo por costumbre.
Stefania Mosca como escritora teje una estructura en este componente de relatos con expresiones que podríamos denominarlas como aforismos: Si sólo pudiera asir de tus manos lo inacabado: / un nombre para mi personaje/, sentencias que permiten darle curso a los relatos y a todo el conjunto de las historias. Como la misma expresión que da título al libro, a él agregaríamos: mis seres cotidianos, nuestros seres cotidianos, aquellos seres cotidianos y por qué no, soy un ser cotidiano todo esto no impide que aun siendo esto: lo cotidiano, los personajes puedan transitar en modo subjuntivo, sugerido o exclamativo porque la vida es eso toda una exclamación pero a sotto voce… nada puede interrumpirme hoy, salvo que suene el timbre deba salir para que me den algo de comer. Y la necesidad ya todos sabemos nos adhiere y diferencia. Nos aguanta. Se vislumbra un ritmo con un discurso agudo, directo y sin escamoteos pero a su vez suaviza el dolor que pueda padecer el personaje en la ciudad, la que no quiere ser vulgar. La primera persona nos acerca a una intimidad: fueron los alambres de tus huesos esperando que regrese para nada; sin fondo el último cheque… Lo siento, pareciera que no estoy.
La escritora presenta un paisaje interior. Un monólogo interior constante con ella misma, ¿Con el lector? Se manifiesta desde su soledad contemplativa, además los personajes se confrontan con ellos mismos. Increpan un universo con heridas. Se recuerdan desde los lugares más extraños con historias que se descubren en las noches. Estos personajes se acompañan por otros seres como incompletos fantasmas de la ilusión… , pues, el ensayista venezolano Juan Carlos Santaella en La literatura y el miedo y otros ensayos (Fundarte, 1991) plantea …que las temáticas elaboradas por cada uno de estos narradores son muy distintas entre sí, lo cual no imposibilita inscribirlas dentro de un ámbito literario renovador. (p. 80).
Debo aclarar que Santaella nos ubica de los ochenta en adelante e incluimos a Stefania Mosca, me tomo ese atrevimiento de situarla, quizás no por lo generacional de los narradores, entre algunos de ellos menciona a Eduardo Liendo, José Pulido, Milagros Mata Gil, Antonio López Ortega, entre otros, pero sí por lo imperativo de los temas y su forma de disponerlos en los relatos. Es una suerte de continuidad en la exploración por presentar un nuevo perfil en las narraciones. La escritora se adecua en un cuerpo de figuras idiomáticas, ¿sintagmas que se conmutan? con rasgos que le impulsan al gesto con la presencia de los personajes sin importar el género discursivo —relatos, aforismos y poemas en prosa—. Establece una relación que la disparan hacia el deseo de convivir con las incoherencias y contradicciones de los personajes que se transforman en oposiciones y correspondencias en el afuera y en su interna habitual de los propios personajes. Los giros locales con significaciones peculiares se adhieren a un lenguaje con una identidad sin límites.
Los signos entran en zonas de constante redefinición.
El privilegio que nos otorga Stefania Mosca de leerla desde una acústica espontánea, entonces, qué nos atrae, ¿una propuesta emotiva? En los relatos se fusionan todos los elementos de la cotidianidad para recomponer experiencias, recuerdos, abandonos y tentaciones con ritmos continuos, por ejemplo en el relato Gururí, mientras tanto, veamos este recurso: Ahora yo me siento a ver llover, cae gota, gota, gota sobre el techo azul de zinc, cae, cae gota y gota sobre mí. Es un sentir que se descubre en donde las relaciones no son fortuitas, igualmente se repite en el relato Minuetto, tres párrafos los dos primeros de tres líneas y el tercer y último párrafo de cuatro líneas. La economía en la utilización de la palabra: Caballeros de a caballo, caballero con un juego de sonoridades, insistimos.
La palabra no se evade, más bien se lanza al vacío.
Le corresponderá al lector sucumbir en los devaneos de la niebla. En ese otro espejo transfigurado. El lector participa de una emotividad y se reproduce en el universo del otro, el que está en la piel que no disimula el llanto a la deriva. La experiencia real y contada se regenera en el espacio de la memoria del lector, entonces la sensación está velada en las pupilas, en la piel y en el pensamiento.
El personaje va en la búsqueda de esa imagen que se abandona en los descuidos con los giros poéticos yo no sé de los rostros en la espera, cabizbajos, lentos. Vale decir que movimientos, separaciones y reencuentros se acoplan al discurso. La irrupción de la nada en la cotidianidad del Uno-dos-tres-cuatro. Uno-dos-tres-cuatro. La sombra de la muerte ronda esa cotidianidad, demasiado real, diríamos, pero luego se vuelven los sueños al lugar de las mariposas con relámpagos, entonces los rostros van y vienen pero la memoria debe quedar para el consuelo de los lectores.