DE “LA MISMA SED”
OLVIDO
Elijo este lugar para olvidarte.
No hay desechos de adiós
sobre el pasto vacío.
Cruje una hoguera
de pequeñas cosas
y en su loma de cenizas
algo de ti
se ríe de mi olvido.
MUDEZ
La voz que intenta
lo que digo,
trabada en el camino
de mi sangre
atrapada en el dolor que ostento.
No fue posible urdirla
con palabras.
Esto que callo
es todo lo que tengo.
INVIERNO
En días como este
crujen las paredes,
las aves sucumben
de espaldas a sus vuelos,
mis hermanos
atraviesan el humor
donde envejecen,
mamá nos mira desde tan lejos
que se le borran las preguntas.
Y padre no regresa.
Sigue allí
donde estuvo el camino.
MI TRINCHERA
Mi trinchera desierta
con su rumor de sangre,
las plegarias ocupando
sus silencios,
la esperanza vertiéndose en las tardes.
De su lodo estoy hecho.
Ya nada puede sepultarme.
NOSTALGIA
La memoria no encuentra su lugar.
Herimos la casa
persiguiendo un recuerdo.
Alguien perdió la llave
del último momento,
el tiempo va horadando
nostalgias movedizas.
Madre zurce el abismo
de sus sueños.
Padre vuelve otra vez
de su sonrisa.
BULTO
Solo un bulto
acechando
la ignorancia del suelo,
la inocencia del polvo
bajo un haz de silencio.
Una sombra inmolada
crepitando en su frío.
Tanto mundo vacío.
Yo no sé
dónde cabe
la mirada de un muerto.
DE “REGRESOS”
LOS ZAPATOS
Quizás descalzo consiga
andar la noche
rehacer la lejanía
fundirme en lo que vuelve
necesito un resuello de luz
algo que toque
lo que al marchar perdí
preciso hendir los callos de mis pies
herirlos con mi sangre
borrar lo que les quede
de orfandad
cribar el polvo hasta rendirlo
vivir de pie
con mis zapatos muertos
LA CASA
Las manos no caben
en los escondrijos
de los primeros miedos
tuve que recobrar la puerta
desempolvar las aldabas
en los orificios del techo
había restos de la última lluvia
y en los pucheros brillaba el fluido
de nuestra escasez
las camas desechas
contenían el límite de los cansancios
la ventana aún vislumbraba una promesa
de volver
¿Quién comió en nuestra mesa
el pan del abandono?
¿Quién recogió los platos para iniciar la ausencia?
¿Cómo extinguir el polvo
y rencontrar los nombres?
¿Dónde guardaste
padre
la vida que perdimos?
EL HERMANO
Tendría que palpar tus alas
rescatarte en la cima del latido
en el mediodía de algún sueño
allanar un sitio
para tu canto
erigirte una voz desde este vuelo
desenmordazar el eco que quedó
de aquella huida
tendría que regresar al hueco
de tu abrazo
esperarte en el amor
que me faltó por pronunciar
EL AMOR
¿Cómo remover las capas de despojos
y llegar a lo que fuiste,
aislar del camino
lo que dejé a la deriva,
volver al ruido innato de tu nombre?
nosotros que aprendimos
a ignorarnos
seguimos el rastro del después de las palabras
respiramos la ingravidez que somos
nos medimos en el espacio
que queda de las sombras
y volvimos a ocupar nuestros vacíos
EL SUEÑO
Pulso tu nombre donde es de niebla
el tiempo
puedo ver el ayer calcado
en la sombra de una estrella
algo va rehaciendo
el camino de los juegos
mientras sublimo el peso de la vida
toco el fondo de los espejos
la brecha de las tardes
la lluvia donde nadie me aguardaba
vuelvo al idioma del olvido
los rostros desfilan
sus cuotas de silencio
las palabras buscan
sus verbos imposibles
yo intento morir
y despertar
DE “ESCARCHA Y CENIZAS”
SU SILENCIO
se marchó con su calma
con su encanto
de casa vacía
la buscaba entre ciertas ausencias
en lo que urdía la tarde
detrás de las cortinas
intenté su silencio
como quien llora
lo que olvida
ESPERA
por estos caminos nadie pasa
desde su luz que desconozco
percibo cómo ululan
partículas de nada
un reloj hiende con pausas
el silencio
no hay colores ni ruidos
ni fuegos fatuos
en la espera
súbitamente
desde un ángulo incierto del paisaje
algo de su ausencia
pasa frente a mí
sin encontrarme
PADRE
Regresaré a tu nombre
para exprimirle la tristeza
intentaré el color
que se perdió en tus ojos
la tarde de tu prisa
te esperaré en la niebla
donde perpetuaste tu sonrisa
buscando alguna luz
donde ausentarte
déjame inventar
el trecho de tu vida que me falta.
HERIDA
extraño aquella sed
inmune a mi avidez
polvo en mis ojos
fuego en mis manos
escanciando con ansias
lo vacío
extraño aquella paz
de estar herido
DE “TODAS MIS MUERTES”
ABEL
Le hice mi ofrenda
al vacío de un Dios.
A su memoria inveterada.
Expuse las vetas
de mi sangre
la beatitud de la soledad.
Me incliné ante el miedo
de mi hermano
y su justicia de huesos.
Ante la piedra que amaba.
Jugaba a entender
el silencio
de lo que estaba por llegar.
El hogar
era un abismo
donde no cabíamos
ni dentro de nosotros.
Me erguí para rescatarnos
para sublimar el nombre
que me hería
pero se hizo tarde.
Solo quedaba el tiempo
de empezar.
ADÁN
Amé la soledad
de la primera palabra.
Padre hilvanaba fragmentos
de su vida
y me daba de beber
un agua sin memoria.
Sobre un árbol tallé el instante
de mi mayor herida
y nadie supo disputarme
ese momento.
Hice mi cueva
sobre la osamenta
de los ausentes
y le rezaba al por qué
de cada día.
Cuando la sangre del hijo
se nos rompió sobre la tierra
me atreví a invocarlo
por su nombre.
Y supe para siempre
que no estaba.
TOMÁS DE AQUINO
El límite de la espera
ensancha su celaje.
Lo que tiembla en el pecho
resguarda las incógnitas
y bajo el sol acontece.
Es de agua el reflejo
la voz con que se piensa.
¿Cómo estrechar las manos
sin herirlas con dudas?
¿Con quién dirimir las incongruencias del alma,
el peso en que se existe?
Si solo pudiera ver lo que declina.
Lo que amaina y se extingue
como un acto de fe.
ISADORA
Fui niebla en los escombros
del regreso.
Sombra furtiva
en el silencio
de mis hijos.
Un grito destinado
a urdir alguna ausencia
donde ignorar a Dios.
Fui estigma del reflejo
de otras olas
en el temblor del agua.
La soga
que despojó al amor
de su condena
y disputó al vacío
su orfandad.
¿Qué paradoja fui?
¿A qué ambición de seda
cedió el dolor del aire?
¿En cuál latido en falso
no fue posible asirnos
y volver?
VALLEJO
Cada vez que espanto
esta niebla
muere un triste.
Cuando resurjo
con el dolor de ser
y me guardo el hambre
donde Dios no la quiera
condonar
o recito la sangre que me falta
para volver a ser hombre.
Cada vez que destruyo
el muro en donde estoy
y mastico el humor
de mis patatas muertas
o me arropo el coraje
con el miedo que me asombra.
Cuando mis intestinos
me encaran
y agitan el estiércol
que me inflama la paciencia
y dudo
blasfemo
y me trago las lluvias
que se quedaron azotando
los abriles.
O me ufano de que duela tanto
mi obstinación de enfermo.
Cada vez que un insomne señala
mi vocación de ciego
y los pálidos erigen soledades
con mi nombre.
Cuando el pan ya no tiene la forma
de mi angustia
ni el agua sostiene
mi modo de borrarme.
Cada vez que sorbo la hiel
de mi epitafio
muere un triste.