literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas selectos de Navil Naime

Nov 28, 2021

DE “LA MISMA SED”

OLVIDO

Elijo este lugar para olvidarte.

 

No hay desechos de adiós

sobre el pasto vacío.

 

Cruje una hoguera

de pequeñas cosas

y en su loma de cenizas

algo de ti

se ríe de mi olvido.

 

MUDEZ

La voz que intenta

lo que digo,

trabada en el camino

de mi sangre

atrapada en el dolor que ostento.

No fue posible urdirla

con palabras.

 

Esto que callo

es todo lo que tengo.

 

INVIERNO 

En días como este

crujen las paredes,

las aves sucumben

de espaldas a sus vuelos,

mis hermanos

atraviesan el humor

donde envejecen,

mamá nos mira desde tan lejos

que se le borran las preguntas.

 

Y padre no regresa.

 

Sigue allí

donde estuvo el camino.

 

MI TRINCHERA

Mi trinchera desierta

con su rumor de sangre,

las plegarias ocupando

sus silencios,

la esperanza vertiéndose en las tardes.

 

De su lodo estoy hecho.

Ya nada puede sepultarme.

 

NOSTALGIA 

La memoria no encuentra su lugar.

Herimos la casa

persiguiendo un recuerdo.

 

Alguien perdió la llave

del último momento,

el tiempo va horadando

nostalgias movedizas.

 

Madre zurce el abismo

de sus sueños.

 

Padre vuelve otra vez

de su sonrisa.

 

BULTO

Solo un bulto

acechando

la ignorancia del suelo,

la inocencia del polvo

bajo un haz de silencio.

 

Una sombra inmolada

crepitando en su frío.

 

Tanto mundo vacío.

 

Yo no sé

dónde cabe

la mirada de un muerto.

 

DE “REGRESOS”

LOS ZAPATOS

Quizás descalzo consiga

andar la noche

rehacer la lejanía

fundirme en lo que vuelve

 

necesito un resuello de luz

algo que toque

lo que al marchar perdí

 

preciso hendir los callos de mis pies

herirlos con mi sangre

borrar lo que les quede

de orfandad

 

cribar el polvo hasta rendirlo

vivir de pie

con mis zapatos muertos

 

LA CASA 

Las manos no caben

en los escondrijos

de los primeros miedos

 

tuve que recobrar la puerta

desempolvar las aldabas

 

en los orificios del techo

había restos de la última lluvia

y en los pucheros brillaba el fluido

de nuestra escasez

 

las camas desechas

contenían el límite de los cansancios

la ventana aún vislumbraba una promesa

de volver

 

¿Quién comió en nuestra mesa

el pan del abandono?

 

¿Quién recogió los platos para iniciar la ausencia?

 

¿Cómo extinguir el polvo

y rencontrar los nombres?

 

¿Dónde guardaste

padre

la vida que perdimos?

 

EL HERMANO

Tendría que palpar tus alas

rescatarte en la cima del latido

en el mediodía de algún sueño

 

allanar un sitio

para tu canto

erigirte una voz desde este vuelo

desenmordazar el eco que quedó

de aquella huida

 

tendría que regresar al hueco

de tu abrazo

 

esperarte en el amor

que me faltó por pronunciar

 

EL AMOR

¿Cómo remover las capas de despojos

y llegar a lo que fuiste,

aislar del camino

lo que dejé a la deriva,

volver al ruido innato de tu nombre?

 

nosotros que aprendimos

a ignorarnos

seguimos el rastro del después de las palabras

respiramos la ingravidez que somos

nos medimos en el espacio

que queda de las sombras

 

y volvimos a ocupar nuestros vacíos

 

EL SUEÑO

Pulso tu nombre donde es de niebla

el tiempo

puedo ver el ayer calcado

en la sombra de una estrella

 

algo va rehaciendo

el camino de los juegos

mientras sublimo el peso de la vida

 

toco el fondo de los espejos

la brecha de las tardes

la lluvia donde nadie me aguardaba

 

vuelvo al idioma del olvido

los rostros desfilan

sus cuotas de silencio

las palabras buscan

sus verbos imposibles

 

yo intento morir

y despertar

 

DE “ESCARCHA Y CENIZAS”

SU SILENCIO

se marchó con su calma

 

con su encanto

de casa vacía

 

la buscaba entre ciertas ausencias

 

en lo que urdía la tarde

detrás de las cortinas

 

intenté su silencio

como quien llora

lo que olvida

 

ESPERA

por estos caminos nadie pasa

 

desde su luz que desconozco

percibo cómo ululan

partículas de nada

 

un reloj hiende con pausas

el silencio

 

no hay colores ni ruidos

ni fuegos fatuos

en la espera

 

súbitamente

desde un ángulo incierto del paisaje

algo de su ausencia

pasa frente a mí

sin encontrarme

 

PADRE

Regresaré a tu nombre

para exprimirle la tristeza

 

intentaré el color

que se perdió en tus ojos

la tarde de tu prisa

 

te esperaré en la niebla

donde perpetuaste tu sonrisa

buscando alguna luz

donde ausentarte

 

déjame inventar

el trecho de tu vida que me falta.

 

HERIDA

extraño aquella sed

inmune a mi avidez

 

polvo en mis ojos

fuego en mis manos

 

escanciando con ansias

lo vacío

 

extraño aquella paz

de estar herido

 

DE “TODAS MIS MUERTES”

ABEL

Le hice mi ofrenda

al vacío de un Dios.

 

A su memoria inveterada.

 

Expuse las vetas

de mi sangre

la beatitud de la soledad.

 

Me incliné ante el miedo

de mi hermano

y su justicia de huesos.

 

Ante la piedra que amaba.

 

Jugaba a entender

el silencio

de lo que estaba por llegar.

 

El hogar

era un abismo

donde no cabíamos

ni dentro de nosotros.

 

Me erguí para rescatarnos

para sublimar el nombre

que me hería

pero se hizo tarde.

 

Solo quedaba el tiempo

de empezar.

 

ADÁN

Amé la soledad

de la primera palabra.

 

Padre hilvanaba fragmentos

de su vida

y me daba de beber

un agua sin memoria.

 

Sobre un árbol tallé el instante

de mi mayor herida

y nadie supo disputarme

ese momento.

 

Hice mi cueva

sobre la osamenta

de los ausentes

y le rezaba al por qué

de cada día.

 

Cuando la sangre del hijo

se nos rompió sobre la tierra

me atreví a invocarlo

por su nombre.

 

Y supe para siempre

que no estaba.

 

TOMÁS DE AQUINO

El límite de la espera

ensancha su celaje.

 

Lo que tiembla en el pecho

resguarda las incógnitas

y bajo el sol acontece.

 

Es de agua el reflejo

la voz con que se piensa.

 

¿Cómo estrechar las manos

sin herirlas con dudas?

¿Con quién dirimir las incongruencias del alma,

el peso en que se existe?

 

Si solo pudiera ver lo que declina.

 

Lo que amaina y se extingue

como un acto de fe.

 

ISADORA

Fui niebla en los escombros

del regreso.

 

Sombra furtiva

en el silencio

de mis hijos.

Un grito destinado

a urdir alguna ausencia

donde ignorar a Dios.

 

Fui estigma del reflejo

de otras olas

en el temblor del agua.

 

La soga

que despojó al amor

de su condena

y disputó al vacío

su  orfandad.

¿Qué paradoja fui?

 

¿A qué ambición de seda

cedió el dolor del aire?

 

¿En cuál latido en falso

no fue posible asirnos

y volver?

  

VALLEJO

Cada vez que espanto

esta niebla

muere un triste.

 

Cuando resurjo

con el dolor de ser

y me guardo el hambre

donde Dios no la quiera

condonar

o recito la sangre que me falta

para volver a ser hombre.

 

Cada vez que destruyo

el muro en donde estoy

y mastico el humor

de mis patatas muertas

o me arropo el coraje

con el miedo que me asombra.

 

Cuando mis intestinos

me encaran

y agitan el estiércol

que me inflama la paciencia

y dudo

blasfemo

y me trago las lluvias

que se quedaron azotando

los abriles.

 

O me ufano de que duela tanto

mi obstinación de enfermo.

 

Cada vez que un insomne señala

mi vocación de ciego

y los pálidos erigen soledades

con mi nombre.

 

Cuando el pan ya no tiene la forma

de mi angustia

ni el agua sostiene

mi modo de borrarme.

 

Cada vez que sorbo la hiel

de mi epitafio

muere un triste.

Sobre el autor

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