Abigaíl Lozano
El retrato de Bolívar
A mi querido amigo el señor Simón Camacho
I
Era yo niño. Un día mi madre me contaba
La historia de es mundo que descubrió Colón;
Contábame que un genio (pensando en él lloraba)
Rompió de la conquista la clava y el pendón.
Contábame que el genio, con su terrible espada
Tumbas abrió al tirano; y al siervo un porvenir:
Que grande, omnipotente, del caos, de la nada,
Hizo naciones libres y altivas resurgir.
Pasó mi edad de niño, y vino la del hombre;
Vi en un salón brillante la efigie de un varón:
Inquieta la pupila buscó en el lienzo el nombre;
Y absorto, en áureas letras, escrito vi: ¡Simón!
Él es!!!… con voz de asombro mis labios pronunciaron
Él es!!!… en los contornos el eco remedó;
Trémulas mis rodillas en tierra se postraron:
Él es!!!… convulso el labio de nuevo repitió.
¡Salve, sagrada imagen, magnética figura,
Que haces latir de gozo mi joven corazón;
Copia de aquel gigante de indómita bravura:
Que un cetro hizo pedazos y derribó un león!
***
Ricaurte
A mi amigo el señor doctor José Joaquín Borda
Fue un tiempo en que mi patria,
Sierva infeliz lloraba noche y día;
Muda ante sus verdugos,
Cubierta de baldones y de oprobio,
Era en sus rotos lares
La imagen del olvido y los pesares.
Virgen agonizante
En cuyas inocentes vestiduras
Los tigres carniceros
Huellas de sangre y de terror pintaron;
En vano ¡ay, Dios! gemía…
Solo el eco a su grito respondía.
Mas, de Colombia el Genio
Alzó la voz de libertad heraldo;
Y al eco sonoroso
Los Andes en sus polos inmortales,
Horrísonos temblaron,
Y soldados innúmeros brotaron.
Apenas tú, Ricaurte,
De la niñez los juegos olvidabas;
Apenas en tu frente
La juventud risueña florecía,
Cuando el acero blandes
Y conquistas la palma de los grandes.
«¡Mirad esas falanges!
Las preside el terror, el exterminio;
Boves, la horrible Furia.
Ya cantan embriagadas la victoria,
Burlando nuestra suerte…
Rendirnos a esos tigres. ¡No!.. La muerte.
¿Queréis seguir mis huellas,
O cobardes rendiros al tirano?
Venid y nuestra tumba
Serán los turbulentos huracanas;
Y, venganza!, espirando,
Iremos por los aires murmurando.
Pensad que si rendimos
La sagrada bandera de los libres,
La afrenta, la ignominia,
Manchará nuestros nombres… ¡Compañeros!
Cubrámonos de gloria,
Y el mármol guardará nuestra memoria.
Así dijo Ricaurte,
Ensagrentada flor del heroísmo;
Densas columnas de humo,
Nuncios de gloria, trono de un valiente,
Con vuelo turbulento
Suben en remolino al firmamento.
El cielo de los héroes
Abre de par en par sus puertas de oro;
Y al son de los cantares
Que alza inspirado el ángel de la gloria,
El gran Ricaurte avanza,
Y oye el himno que suena en su alabanza.
No importa que la tierra
Donde corrió tu sangre generosa,
Olvide ingrata un día
Tus abrasados huesos insepultos;
No importa… Que los Andes
Túmulo sean de nuestros hombres grandes.
***
A San Felipe El Fuerte
I
¡Adiós!… El vate guarda tu memoria
Como reliquia idolatrada y santa,
Y tu valor y tu heroísmo canta,
Y tu envidiable y duradera gloria.
En mármol patrio entallara la historia
Tu egregio nombre, que al tirano espanta,
Y tu laurel que altivo se levanta,
Aunque fue del tirano la victoria.
II
Alza la augusta faz ensangrentada,
No más llorar… vencido, pero grande,
La libertad te aplaude entusiasmada,
Sus anchas hojas tu laurel expande;
Y allá, sobre una cumbre agigantada,
Te ensalza el genio redentor del Ande.
***
El cinco de marzo
I
¡Inspiración homérica,
Desciende al arma mía,
Para cantar los ínclitos
Que al grito de agonía,
Volaron a lidiar!
Dame las notas bélicas
De la guerrera trompa,
Quiero entonar un cántico
Que el aire vago rompa
Con el fragor horrísono
Del turbulento mar.
II
Negra, espantosa, lóbrega,
Surgió del hondo abismo
La noche horrible, tétrica,
Del ciego despotismo,
Y el suelo de los Córdovas
En sombras envolvió…
La sangre de cien mártires,
Aún fresca en la llanura,
Tornó del césped vívido
En grana la verdura,
Y de amarantos fúnebres
El valle se pobló.
III
Las candorosas vírgenes,
De Venezuela encanto,
Y las matronas rígidas
Que dieron héroe tanto,
Vieron mofar sus lágrimas
Su ingénito pudor…
Y ni movió a los bárbaros
La cana cabellera,
Ni de la viuda mísera
La queja lastimera;
Ni la inocente súplica
Del fruto de su amor.
IV
Callaban los oráculos
Del libre pensamiento;
De Guttemberg, el mágico,
Maravilloso invento,
Ludibrio fue del vándalo,
Ludibrio de su grey.
Desde la bellas márgenes
Del pintoresco Guaire
Hasta el lejano Táchira
Donde suspira el aire
Perfume fragantísimo
Su voluntad fue ley.
V
Mas, ¡escuchad!… Terrífico
Rumor agita el viento,
Y el lívido relámpago
Recorre el firmamento
Cual esplendente lábaro
Que alzó la tempestad;
Nubes de tinte cárdeno
Pueblan los horizontes,
Y atruenan voces cóncavas
Los valles y los montes;
¡Error!… Son los indómitos
Que armó la libertad.
VI
¡Sí! Son los que ayer trémulos
No de temor, de furia,
Se lanzan ahora impávidos
A castigar la injuria
Que el dictador sacrílego
Inflige a la nación.
¡Valencia, regocíjate!
Tu juventud briosa
Ciñe a su sien perínclita
La insignia más gloriosa,
El lauro más espléndido,
Premio a su grande acción.
VII
Ella rompió del Ávila
La bárbara cadena;
Y cual león titánico,
Revuelta la melena,
Turbó del vil autócrata
El vago dormitar.
Patria de los bolívres,
Piensa en tus vengadores,
Y agradecida riégales
Tus más preciadas flores,
Ellos la ciencia debénte,
Mas tú, vivir, pensar.
VIII
¿Qué gloria más espléndida,
Que su gigantesca gloria?
¡Valencia!, pensil mágico,
¿Qué historia, cual tu historia?
Las más brillantes páginas,
Después de ti, ¿qué son?
Dos veces dentro el límite
De tu feraz llanura,
Tu diestra potentísima
Cavó la sepultura,
Del opresor doméstico,
Del español León.
IX
Y dos, en el pináculo,
De tu gentil colina,
Llena de ardiente júbilo,
Radiante, peregrina,
Enarboló su lábaro
La santa libertad…
¡Haz resonar tu cítara
De notas vividoras!
Del Choroní florífero
Las linfas gemidoras,
Traigan tu noble cántico,
Maitín, a la ciudad.
X
Canta la acción intrépida
Del pueblo manso y bello,
Que naves potentísimas,
Sujetas de un Cabello,
Y burla audaz el ímpetu
Del ronco temporal;
De marzo allí profética
Brilló la quinta aurora:
Allí sonó fatídica
Del dictador la hora,
Y aplauso dio la Náyade
Con lira de coral.
XI
Canta la hueste innúmera
Que derribó en diez días
Los pérfidos alcázares
Mansión de las Harpías,
Donde el horrible sátrapa
Cadenas mil forjó;
Y canta al pueblo intrépido,
Del patriotismo henchido,
Que ardiendo en santa cólera
Pedazos hizo el nido
Donde voraz, famélico,
El buitre se meció.