Mandamiento
Hágase la luz negra de mis antepasados lobos
Que se bañaban en el mar y copularon con culebras;
Íntimos vivieron en el abismo, en la leche,
En la noche de su agujero fulminado e inmenso.
Ninguna luz brilla en la cara de lo profundo del mar,
Pero las aguas ceden y los pedazos de tierra
Al sexto día buscan el hálito de los dioses:
(Cuanta más leña hay, más fuerte es el fuego)
Manchas nebulosas circulares con rehiletes,
Espirales y anillos. Estrellas y más estrellas
Como puntos de cielo punzó. El cuerpo nada
Hace por sí mismo, basta ver un cadáver.
Hágase la luz negra sobre la puerta de Occidente,
Aquí, cuando Hércules y Equidna ensoñaron
Y dieron a luz siete angípedos gigantes, razas
De ojos llameantes y resolución firme.
Así comenzó esta nativa desgracia, este vértigo,
Donde sólo encuentras noche y más noche.
Y pasamos por alto la embriaguez del trance,
El temblor del mundo, esa su armonía
Es un goteo que insiste hasta el infinito.
Hágase la luz negra de mis antepasados equinos,
De patas rojas que recorrieron cielo y cementerio:
Piramidal, funesta de la tierra nacida sombra;
Y circular, dichosa del sol como un sonido.
La cabeza del caballo es el amanecer, su lomo
Es el día empinado y su relincho, un relámpago.
Antepasados míos, canten ahora para mí…
***
Con la boca cosida
a Carlos Zerpa
Tengo la boca cosida con brillantes anzuelos
En la última celda de la huida del sol.
Tres veces el alimento que no recibiste
Alzado contra la suerte del hambre y sus tijeras.
Sin voz en esta urna de palabras
Y sin tocar fondo en las sílabas del barrote.
Qué decir como nosotros en el más allá del mundo,
Sin nuestras familias,
Con el alma enrolada al patio de la Gran Casa;
Sabrá Dios el luto cuando dicen:
“Ese hombre es peligroso”.
Se muerde duro este Saturno
Tragándose a sí mismo en su restante.
Tengo un abrigo de queloides y cicatrices.
Totalmente muda mi mandíbula, sin soplo ni palabra.
He cosido mi boca, mi lengua y mi aliento
Al humo penitente de esta noche
Que mi abismo desciende, desciende
Y más desciende.
***
Una visita a mi madre muerta
I
Las ramas de la acacia, tras estos ventanales,
Decía mi madre, eran la seda del verano, la vigilia.
Reunidas a su sombra, las cabezas terciaban los consejos,
Alegres, sin escamas,
Bañándose en lo oscuro.
El árbol creció en la loma
Cuando yo era niño;
Ninguno pudo ver su vecindad con la casa,
La ventana, los ojos y el corazón de mi madre.
El agua que corre tranquila
Entre los huecos de las piedras
Lo regala todo, hasta su riqueza.
Las hojas, los agujeros de las palabras,
Palabras solas sin labios, cayeron en el agua.
Cuando Ellos regresaron
Y vieron a mi madre contemplando aquella acacia,
Aceptaron que el amor yacía sin cuerpo en una tumba.
II
Perseguí el agua que en la tierra corría:
Un borde sin vientos
Que esparce nuestra mirada y servidumbre.
Interminable su acabar. Más nocturna.
Continué más allá de su cáscara
Y encontré la tierra roja de los muertos.
En su círculo comí, bebí, descansé.
Al despertar vi con asombro la cabeza de mi madre:
Era un hilito de agua en la piedra.
***
Canto al exilio
I
¿Cuál es tu tierra lúcida, extranjero?
Si tu país tiene una madrasta
y un padre avergonzado,
ganga ineludible de sombras y culpas;
sus gentes huyen
de sí mismas buscando refugio,
hombres cansados de sus pensamientos
—los opresores—
***
Canto a las víctimas
III
El tiempo es el mal. Mal
un día, y otro día.
Anduvo el joven Pedro confuso
un día, y otro día
Después que Inés de Castro fue asesinada—apuñalada
Por órdenes de su amante Pedro.
(Vengada luego por su hijo,
exhumada y coronada.
Nada se mata limpiamente ahora)
Llegaron los señores de Lisboa
un día, otro día
En homenaje. Allí sentados
ojos muertos,
Pelo muerto bajo la corona,
El Rey aún joven allí a su lado,
sumergido en el alma.
***
Canto primitivo
II
¿Quién es este que se funde con el bosque?
Estaba ahí y se marchó
“Yo soy este quien conmigo se ha ido” dijo el bejuco
Cuéntanos de este pasajero
que tiene afición por el trance
Es formidable
primordial su desnudo
como un pez jaguar
cuyos ojos abiertos
tienen veinte años
(La sombra no podría dejar que el objeto
viviese en lo profundo del río)
Las lomas gemelas
no pueden verse una a la otra
la de acá y la de allá
son macho y hembra están en celo
Tampoco ellas pueden ver la montaña
que está creciendo al lado del río
La montaña ha echado raíces en la ribera
poblada por boas y garcetas
También el río tiene su alegría si corre
Vemos lo que queremos ver
Y creemos cuando no se sabe
(Un gran río
nunca podría
mirar hacia atrás
conoce su fluir)
***
katabasis
II
Sopla un cantar sobre una nueva tela, etesio que vuelve al
mundo, desciende libre de generación. Inmortal.
(Papá y mamá ¿qué tengo Yo que ver con ustedes?)
Este cierzo también tiene sus vestimentas forjadas sobre el
aire contra el aire en el aire
Remolino en los labios, hálito de comunión: Yo y Tú en la boca.
No es beso, tampoco Él.
Es una alteridad de luz, más cercana al brillo oculto,
eso diverso, un plumaje en el viento.
(Nadie debería creer que las plumas son el vuelo).
***
Aprendes a cavar
Luego cavas
Y cavas
En tu adentro
Y en la palabra
Y nada hay
Solo el vacío
***
Aroma de piedra
Meto cuidadosamente la mano dentro de una piedra
para remover su aroma
y dejar un puñado de oro.
Piedra asoleada que es y no es
¿Y ahora qué?
¿Heredarás otro amor, un poco de esplendor
redondo?
¿acaso el peso oscuro
de mi límite?
La vida afuera es un doble luto, sin morada.
Corazón piedra de oro,
Voy hacia ti sin ver.
Todo brillo adentro es la cicatriz de un cielo.
***
Hacha de ciego
Eres libre de permanecer en un árbol derribado.
“Eres libre allí, donde no te aman”, Ellos dijeron.
¿Cómo decir “no te quiero” sin tanto dolor?
Tus raíces están a merced del tiempo,
Con un relámpago que alumbra tu agonía
Y tu sangre en la tierra.
Sí. Eres libre de amar
En un árbol sin pájaros,
Desolado
De toda arrancadura.
Ahora
Di una oración por esta carne,
Su madera miserable,
Caída, con cigarras y astillas.
Porque el amor escrito en el viento
Lo talla Dios con su hacha de ciego.
***
Seda y cenizas
El amor se oculta
Bajo este pequeño trapo de seda
Y por un instante
Nadie lo ve.
(Nadie puede decir lo que ama)
Lo que cubre tu cuerpo
-tus pechos, tus muslos,
tu lumbre en el ombligo,
tu serpiente de oro
que traga un blanco conejo-
Es apenas una hoja: mi pensamiento.
Acostado en el relámpago,
Te amo.
Así dejas que el viento sople
Y riegue afuera toda mi ceniza.
***
Hechizo de sangre y perfume
Sangre y perfume
Tienen la misma dulzura.
Ya somos dos, ya somos doces.
Uno y ninguno, corteza de yagrumo.
(Si hubiésemos encontrado
Un alfabeto extraño
Que repitiese en otra lengua
Frases, ritmos y verbos
Del deseo y el amor,
Yo no habría expulsado
A Dios de nuestro lecho.)
Así como la sangre y el perfume
Se aman, se juntan,
Así, nuestras almas
Se curen amarradas con curare.
Que así sea.