Pórtico
Galería del bosque
dulce a los ojos.
No se oyen las brisas,
son huellas.
Se quedan las miradas
en la luz mansa de las frutas.
Todo es mirar.
Aquí está entera la sombra.
No cae de las ramas,
no sube de la tierra,
es del bosque como el silencio
o el tiempo tardo.
El mundo de afuera
es un recuerdo de sonidos.
Mirar profundo
es entrar y entrar.
Dejemos el mundo a la puerta.
***
Nocturno
Cárcel de noche tengo,
móvil su pared alta
de tiniebla y fragancia.
Entre flores, un ciego
de sí mismo, de su piélago.
Pasan la azul mañana
la rosa conmovida,
en esa voz de agua,
en esa oscura brisa.
Hay una frase lenta
de no sé cuál morada
y sigilos de reja
y el suspiro de un alma.
Presumo por la senda
un tornasol de pluma
y un relucir de piedra
y una rojez de fruta.
Borrados y no extintos
alientan los donaires.
Se anudan en los nidos
horizontes de viajes.
¿Qué rocíos sin alba,
qué tréboles sin misa,
conciertan su vigilia
con lengua sofocada?
En la dulce tiniebla,
codicioso de brillo,
un universo espera,
un mundo detenido.
***
Dones
Que el lírico te ofrece
el milagro del bosque en una hoja,
el huerto en una flor.
Y yo, tenso en la sombra,
frente al desnudo campo,
sólo te doy en pensamiento
aquella flor ardida
que abre entre las rocas.
O el rojizo brote
tierno sobre lo áspero
que trae del olvido
el más anciano ceibo.
***
En la galería
El forastero ve en el cuadro
luces de un viejo país,
colores de un tiempo.
Mira el fondo
que guarda como un agua quieta
cielos de adiós.
Lejos percibe
no sé qué ráfagas de invierno.
Y se apegan sus ojos
a la fría silueta
de aquel árbol desnudo.
***
Era así
Vivía sus memorias,
sus visiones creaba
noche y día.
Al espiar la luz
quería rasgar la sombra
Iban sus ansias
de la nostalgia al ardimiento.
El mundo brusco y tierno
pasó por su sentir.
Al sosiego en la nada,
prefirió la zozobra.
Supo el terror del tiempo
y disipó dones divinos.
Cansado de su hora,
iba a buscar sorpresas
en lo más antiguo.
Tuvo el mirar y el gesto
del inconforme sonreído.
***
Un país
Esta cima del monte
es para reducir a planos la mañana.
Lanzaremos cuesta abajo
dos balones invencibles,
uno hacia el llano
hacia la mar el otro.
Recorrerán siglos de distancia
dejando frondas alargadas
de polvo dorado y espuma.
En los puntos de parada
fijaremos postes de aire.
Y al nivel de esta cima,
sobre sólidas bases de nubes,
levantaremos un país
con piedras y láminas de aurora
para los pájaros y para nosotros.
***
Copla a Rosalinda
Me voy con la tarde linda
recordando a la mulata.
Un soplo de brisa ingrata
de la copla se me guinda…
¡Se llamaba Rosalinda!…
Un romance del jagüey,
que en este llano sin ley
se prendó de mis corríos,
y entre amores y amoríos
me la robé de un caney.
Tenía los senos bonitos
como las rosas abiertas;
su voz en las cosas yertas
fue como el sol de los mitos.
Era apretada de gritos
cuando la tuve al encuentro;
pulpa de amor era el centro
de sus pupilas saltonas,
como las frutas pintonas
que dicen mucho por dentro.
Vino un joropo llanero,
se puso lindo el caney.
Yo jugué mi araguaney,
mi cobija y mi sombrero;
perdí todo mi dinero
-me quedé sin un centavo-,
y para sacarme el clavo
con los nervios amargados,
en la ley de un par de dados
se la jugué a un indio bravo.
Se amontonaron los peones
para ver quién la ganaba;
cada fibra me saltaba
de los soleados pulmones;
se ovillaron mis canciones
en los silencios ignotos,
y dije entre sueños rotos:
«voy jugando a Rosalinda»,
¡y el dado en la noche linda
me devolvió mis corotos!…