Desconozco quién colocó el mar
en mi mano
desde el primer día del mundo
música
removiendo las sombras de mi pulso
música música
voy en savasana camino
voy callado detrás de la tortuga
que atravesó el cielo
«muchacho: escucha
tu cuerpo constelado», dijeron
«hijo: arrímate al camino
que está bajo el agua», escuché
vuelvo a caminar encima de mi cuerpo
quieto
el mandato, sabes, está en las tripas
vaciado de información voy o vengo,
no sé
lento de otro mundo la misma sed
vuelvo al ritmo como tú
como animal apedreado por inútil, dicen
te escribo para ir ahí hoy
para que se cumpla como siempre
el gruñido del NO ante ondas malditas
he anotado todo lo que vi
detrás de mi nombre
voy tras mi cuerpo, alguien me nombró
creo
sin patria ya cubierto de vocales
que se me caen del cuerpo
camino
voy muerto dos veces naciendo siempre
viajo para visitarme
llevo paledonea, guarapo, quinchoncho,
mazamorra, cachapa, melcocha,
golfeado, tequeño, carabina,
majarete,
guapito, pisca, sancocho,
guasacaca, cambures, chirimoya,
chayota,
miche, calentao, chicha, cocuy,
pocicles,
llevo los recuerdos de un enfermo
que vi una vez
despidiéndose del sol
y la semilla de la aurora boreal del vainero
costumbres del paleolítico
en la cabeza de radio
sonando sonando
de niño solía caminar en la montaña
sin destino alguno
perdido / de niño / otra vez /
recolectaba rocas que me llamaban
para hacerlas hablar y aprender
tenían un alfabeto que se movía
como el agua / ¿un destino?
había niños corriendo adentro
(de la roca)
quería escuchar lo que hablaban
estaba dispuesto a escuchar
estaba dispuesto a curtirme de esa lengua
parecida a las entrañas del animal,
de la hoja o de la nube
(Fragmento de Parte del relámpago, 2021)
5:00 a.m.
De
bo
gri-tar
como tú:
la palabra golpeada vaciada llena de sombras para el que mira tres lunas coronando peregrinas montañas. Gritar como un coñazo en la puerta del mar; por joder, pajudo, al que sereno escucha la palabra vibrátil que deja callada la muerte y las preguntas que un niño hizo con la lengua de las piedras ancestrales. Rasgar el silencio en su justa mitad para que me vean como tú: “superior”, de cruzados brazos ante la fila de animales degollados, pidiendo a los santos malandros la extensión de la muerte, su reino escandaloso cansón, amar la ausencia y su sombra temblorosa, el centro del poder donde se enarbola la bandera del disimulo. Debo adorar el lugar con más bulla cultivado pernoctado en el alma, el rumor de la inexistencia de los niños enlutados que lloran a orilla del lago santo. Debo imitarte en tu aburrida rima, responder falsamente a tus mentiras y reír reír reír, ser bello y perfecto, pero jamás como aquel que canta frente a su tumba, alegar con la queja que siempre responde a las preguntas que hicieron los niños que se murieron de hambre, ese monstruo de siete cabezas que sin parar de hablar apuñala la luna en el arroyo. Debo hablar mal de la melancolía de aquel niño solitario que va arrastrando en la montaña el cosmos con su monólogo y enfrentar al gran anónimo que camina serenamente como la neblina en los largos tiempos de sequía de la tierra partida. Obligadamente ser el desespero de mostrar el oro que no es la luz del sol porque Debo ser como tú, me dices, me dices, me dices cada vez que despierto: suplicar a las ánimas criminales la muerte de todos los soles en los altares, los arroyos en los cuerpos despiertos, los magos llenos de fábulas de nuestras familias para ser Rey Víctima. Debo cambiar lo que soy porque no quieren que sigan escribiendo en el agua y menos aún para que todos escuchen el galope de los caballos pasando de nube en nube. Nada de pensar como el sol. Debo pertenecer al país más feliz que sonríe encima de manchas de sangre que van cubriendo vastos paraísos, la misma sangre que va salpicando las letras de los poemas más hermosos, ahora sí ilegibles. Sonreír y olvidar mis ancestros que sostuvieron el mar en sus manos y el universo en una hoja traída por el viento, el mismo cosmos que llevo adentro adentro, muy adentro porque debo ser el siervo del miedo que no puede perturbar el día raudo escondiendo los libros de la despabilada muerte que siempre ríe ante el toche jetón. Debo abrir mis venas llenas de los primeros manantiales andinos para adaptarme a tus exigencias y decir, alzando el rostro al cenit, con firmeza:
No hay cielo lleno de ríos
no hay estrellas que hablan de mi madre
no hay enigma en el primer rayo de luz
no hay casa para la nostalgia
no hay signos en la rotura de la penumbra y en el agua sobre la piedra
no hay sueños donde hablo con los muertos
no hay ángeles suspirando por lágrima humana
no hay Amor que cuestione el lenguaje
no no no
para coronarme como el aburrido rey que provoca la extinción de animales fabuloso, la majestad que desconoce cómo se amontonan las nubes en un pecho cálido, el pobre hombre que no entiende a la madre del mártir, el esqueleto muerto ante la gente que danza frente a las ruinas heredadas para quitarse la ceniza de su cuerpo, el ciego de ojos desganados ante el viejo moribundo que arroja flores al cielo en la tierra bendecida con lluvia. Debo ser violento para que me veneren, pero no con los miedosos asesinos que se esconden en la sombra de mi pulso, ser pobre durante toda la hora de la vida por alargar el pasear lunático y anhelar una casa adentro del agua, odiar mi herencia iniciada con la sangre de una flor arrancada de las costillas de un ángel. Debo ser alguien en la vida me dicen cada vez que escribo mi nombre en el cielo no ser un desempleado más que el político raja y vuelve pedazos por miedo, debo chupar al verdugo que esconde mi alimento, dar lástima al pobre diablo por estar tirado en medio de un poema hablando de la infancia como quien habla del nacimiento de una constelación debo debo debo debo callar ante la masacre de todas mis madres y hermanas lunáticas, ser finado sin un alma que canta los nuevos ruidos y, sobre todo, no ser A-nor-mal. Mi deber, dicen, es hacer lo que todo difunto mal hace pero
No
qui-
e-
ro
(De Geometría de la grieta, 2020)
2:00 p.m.
Esta va por ti, Negro
la canción cabilla en la ruta del rebaño
que no los dejará dormir,
(—ahora escuchen—)
heme aquí con esta horda de mutantes
de chabacanos gustos con sus libros
dejados a orilla del sueño,
son los monstruos telúricos e iniciadores
que se van
sentados en las nubes que van y vienen,
de tanto gritar roncos
vivos
jajaja
esta va por ti, Negro,
heme acá con el capitán de la corona marginal
hecha por ángeles y santos curtidos de cenizas
& la música turbia, del hueco,
alzada, del Gran Monstruo
que disloca el horror de la misma calle todas las mañanas
yo estoy con usted
sin medicinas, con las ramas que crecen adentro del cuerpo,
hecho un lagrimón
yo no he olvidado la rezadora
la pena
el niño ungido por el chamán
que sólo ve ángeles
bailando en el ocaso,
esta va por los que tienen sus raíces
en las tinieblas del cielo
reventados y fúricos
la gran rueda cargando, de toda su gente,
untando su arepa con las lágrimas del primer
hijo del sol
en la vida del puro encierro / con música /
por— ti— va— esta— bandido, anárquico, raro,
inundados de carroña,
clausurados por vibrar como el mar,
vetados por cantos incomprensibles, malparidos para la muerte,
rechazados por tener un cuerpo constelado
la música infame / ésta
la pantanosa música del dios vivo
la música del finado pobre diablo
Sí por ti tierrudo
(que ves un círculo en el cielo
lleno de flores),
azotado por la herrumbre de tu agua
desaparecido por solo escuchar la savia del Aragüaney
hombre-roncha,
sofocado de carencia
este tema
impuro al bello lenguaje
para la injuria de los jefes
aturdidos
por el enojo
de todos estos
niños humillados
(De Geometría de la grieta, 2020)
Letanía Namasté
(…)
gracias por recoger mi nombre y guardarlo en tu aliento
usted sabe:
ya habíamos muerto
ya éramos milenarios
usted sabe:
el alma que se hizo candela en la línea del horizonte
encantando el agua, el vino, las sílabas
con suficiente piel para bendecir
con lluvia /
recuerdo que tenía corazón
para la plegaria frente a la ola brava, en los caminos a la cima,
para la laguna primera, la magia, un corazón nomás
para toda la gente de mi pecho y no concluía la sed,
quiero agradecer que me dieras de beber
la sangre del padre y la madre
para ablandar mi lenguaje /
nosotros: religados
hibernando, demorados siempre así,
recuerdo dormir junto a la dama que regresa a mirar la misma ruina
a un paso del cielo partido
ciudad andina justo donde bendice el sol, con nardo palo santo
de la tarde
lloviendo sobre los ojos dolidos ante tanta luz
sin ánimo
desde ahí empecé a hablar con Marosa
la Sabina y Raimundo Rojas
buscando lo que sé
a reconciliarme con el agua que no se jacta
de tener todas las estrellas con sangre en sus venas
sedientas de baile;
yo sabía que no era un sueño hoy
porque es la historia que cargo cada vez que abro la mano
buscando compañía
poco a poco empiezo a sentir mi cuerpo:
las manos titilan luz, el pecho que fustiga
la penumbra con sus mares, el iris del tercer ojo
enganchado al origen
de este cuerpo que flota cuerpo para hundirse
lleno de letras los huesos poderosos, la lengua amanecida
por venganza,
la oreja llena de olas desmedidas, la entrepierna enjoyada
con luces salvajes,
y un puñado de tierra en el ombligo,
este cuerpo de niño que crece pasando planetas,
cuerpo de bestia pues
que se asoma para no pensarlo demasiado
qué poca atención al cuerpo masticado
y su relación con la luz,
porque me cuesta ver lo obvio
ahora encantado estoy
con el milagro y el misterio
(De pasear lunático, 2019)