Los que piensan que les ha llegado la hora
y se aprestan para asumir su destino
los que saben que siempre llegan a deshora
contra todo destino
los que escriben para sobresalir
no para encontrar la salida -¿hay salida?
los que sólo viven para poner la vida en palabras
los que escriben para poner la palabra en la vida
los que lo coleccionan todo para sentirse perdurables
los que han contemplado una sola vez la belleza
y ya ello les depara una riqueza un desamparo
para siempre
la vida no es avara ni para preservarla
hay que saber también arriesgarla
como en el amor: más fuerte cuando más lo alimenta
el desamor
más vívido cuando nace y se extingue cada día
***
Y vuelvo a verme ciñéndome de nuevo a su cuerpo
vuelvo a verme respirando su piel su pelo que apenas toco
otra vez las lluvias la noche como un árbol centelleante
ha cubierto la casa
el ojo torrencial del cielo me juzga me condena
oigo los rápidos chorreones caer en el patio siento la sumisión de las piedras
el ángel que se debate en las sombras afila su perfil de fuego
y lo vivo todo como si fuera memoria del exilio
pero pasarán los años
el adolescente se baña
en el río que ya no refleja
expone su desnudez bajo la luz brava del mediodía que hiere sus ojos
con la mano con que endiosa el sexo escribe sobre la arena
el latido de ese espacio salvaje
pasarán los años
pero sólo allí estará reposando
la cabeza
cerca de ese cuerpo
respirando la última tersura de su piel la trama cenicienta de su pelo
en la claridad que ha ido escindiendo el tiempo
***
Escribo con las palabras que tienen sombra pero no dan sombra
apenas empiezo esta página la va quemando el insomnio
no las palabras sino lo que consuman es lo que va ocupando la realidad
el lugar sin lugar
la agonía el juego la ilusión de estar en el mundo
la ilusión no es lo que hace la realidad sino la ráfaga escindida
simulacros donde ocurren las ceremonias intercambios de fulgores
del vacío del deseo
ya no hay sitio para la escritura porque ella es el sitio mismo
de lo que se borra
no descubrimos el mundo lo describimos en su terca elusión
ya no volveré al mar pero el mar vive en esa ausencia que es el
mar cuando la palabra lo dice
y se derrama sobre la página como una mano
ya no estaré en el bosque sino en la hoja que escribo y entreveo
su ramaje pasa el viento
ya no habrá más verano sino ese sol que devora a la memoria
y viene la gran noche de la arena que cubre los ojos y sólo
podemos leer lo que no estaba escrito
***
Este rostro en cuyo táctico fulgor
los recientes martirios
se coronan de soledad,
de orgullo.
O aquél donde la nostalgia abate
águilas, devora soles y sólo
encuentra edades ya desaparecidas.
O el que se transfigura en su penuria
y se hace implacable
como la tierra
se hace ilimitada extensión.
O el más solitario, mi otra faz,
mi doble vertiente de luz y sombra,
ése en quien el honor modela
su propia máscara, su agria ternura.
***
LA VIDA, AÚN
¿Dónde quedó la alegría de vivir?
La desaprensiva lentitud en el trato
y la clara mirada del orgullo,
la vislumbre del carácter y el destino,
la mano que sabía prohibir y consagrar,
los cuerpos que dan gracias al alma
y ágiles como la parra se enlazan
en las noches del placer y también
del dolor; todo lo que fue ceremonia,
frugal o generosa celebración ¿ahora
dónde está, bajo cuánto oropel
y odio y oprobio yace? ¿Hay seres
que aún vivan en la amistad del clima,
respiren el hálito de la tierra
cuando amanece, se bañen en el mar
como una purificación? ¿Es hermosa
aún la hermosura, se ilumina su rostro
en los días aciagos y lo amamos
con paciencia?
¿O sólo hemos sido
sangre rencorosa, paciente sólo
para la insidia y el ultraje?
¿Conocimos alguna vez la pasión,
el paciente de su larga herida?
¿O apenas nos alcanzó el alma
para la astucia, el requintado
honor, la ávida vanidad? ¿Alguna
vez fuimos justos sin mediar
el escarnio? ¿Y entre tanto ahí
estaba el escarnio desesperado
en la miseria, y piedad
no tuvimos, ni reverencia? ¿Y entretanto,
por todo lo que cuesta ser
hombre, apenas éramos venezolanamente
retrecheros?
O sólo fue falaz
la vida, y venal. Sólo ella no supo
ser austera, no se jubiló a tiempo,
ni siquiera tuvo tiempo de sacar
un seguro de vida. A todos
se prostituyó: era demasiado hermosa
y sólo quería dar placer,
o su ilusión. En el fondo, nunca
pensó que iría a morir. Ahora busca
refugio en la memoria, deambula
por jardines desolados creyendo
cifrar en la rosa o el jazmín que amó
el íntimo y desnudo destello
que le prendía al mundo. Se va llenando
de ruinas en la casa que cubre
la hiedra. Se da cuenta que ya no
cuenta, y limpia sus máscaras.
Ahora aprende a vivir su único
rostro: su secreta agonía.