Gregory Zambrano
CIUDAD SUMERGIDA
A Tanius Karam
Y no solo memoria
También los hombres son ciudades.
Cada cierto tiempo viene a mí una voz
acuática que me obliga a volver del sueño.
Intento el movimiento del ave o la serpiente,
pero me pesan amables los paisajes.
Soy isla en medio del gran lago.
Tiembla en mí el corazón de Tenochtitlan,
vastedad donde aún moran los ángeles caídos
y perpetúan su victoria los antiguos guerreros.
Ciudad sumergida donde respiro y gozo
la nueva majestad, el polvo.
Mi boca es certeza de dragón,
lengua que ha ardido en muchos fuegos.
Aquí descubro palabras y colores,
La visión de Anáhuac, el zumo del mezcal
Y los labios de Frida Kahlo llenos de bosques
dulcísimos en su delirio.
A mí vienen los olores
del mercado Portales, siempre de fiesta,
feria donde se halla todo lo creado.
Aquí me invaden las calles, las miradas,
los sonidos ancestrales del corazón de la tierra.
A veces, la región más transparente del aire
está frente a mi espejo, un rostro
de transeúnte sonreído me mira extrañado después de la lluvia.
Entonces, salgo a la intemperie,
solo, y con demasiado cielo a festejar.
Despojado de rencores voy, a silbar por las ausencias
o quizás, no estoy seguro, a recordar los viejos sueños.
EN LA CALLE DE DONCELES
Para Ricardo Hernández Echávarri
La novena de Beethoven impregna las aceras,
la gente lleva prisa, ojos de celuloide.
Discreto en el silencio un hombre ciego
acaricia su acordeón y como un mago
echa a volar el corrido del caballo blanco.
La dulcería me trae los olores de la infancia
el patio de los juegos
la certeza de haber estado allí,
en otro tiempo, en algún sueño
y los viejos libros son presagio del futuro.
La calle de Donceles sigue los pasos del arcoíris,
guarda los besos, las miradas,
el discreto fuego de todos los amantes.
ASÍ COMO ULISES
Para Trino Borges
De país en país
he sabido de naufragios,
historias de piratas
y cuentos de camino.
He logrado espantar
el sueño y las visiones,
habitar la noche y escuchar
el viejo poema de Ilión
en las mismas voces
que arrullaron a Ulises
cuando volvía del mar
con su corazón intacto
a la soñada Ítaca.
Arte poética
Los nombres no importan,
no importa el ave sino el vuelo,
sólo el vuelo,
Una ráfaga en picada
al centro de la tormenta,
la palabra indetenible
conjugando el azar,
el sueño, la miel de la herida.
Vivir en la vigilia,
lo que queda del huracán,
de la llama,
el espacio blanco, la luz,
este grito de volver
a ser presencia,
verbo íngrimo,
llanto detenido,
verse en el poema:
ser el fuego,
renacer de la ceniza.
POSTAL DE TEOTIHUACAN
Para Ana María Salazar Orozco
Piedra sobre piedra
edifico mi voz para decir
un nombre en el silencio.
El aire corta al aire. En perfecta simetría,
el brillo de obsidiana revela un ojo
que ve hacia adentro. Dos mil
años y aún están las huellas
sobre la calzada de los muertos,
en el templo de las mariposas,
en el altar de Quetzalcóatl,
en los puntos cardinales,
en los años y los meses,
en las huellas del jaguar.
Entre el sol y la luna
la cifra exacta. Ciudad del sol
geometría del polvo y de la piedra,
oración y movimiento de serpientes.
Así tiemblan nuestras manos
íngrimas, desnudas, como
espejo en la memoria.
MEMORIA DEL HOMBRE QUE REGRESA DEL SUEÑO
La palabra entre dos fuegos,
él y ella solos en la espera,
se palpan el corazón
y se besan y están lejos y no.
El hombre sabe o quizás no sabe
sólo espera.
En su memoria hay lluvia,
bruma de antiguas y distantes ciudades,
olor de mar profundo, y una sola mirada.
En la oscuridad dice un nombre
y toca un cuerpo.
No sabe si es el mismo que ha soñado.
En él sólo hay vacío,
memoria del campo de batalla,
guerras ganadas y perdidas.