PERSPECTIVA
I
Un pedazo de mar y otro de cielo
y una montaña de un azul profundo,
forman la vista que, en mi eterno duelo,
contemplo yo desde un rincón del mundo.
Por el límpido azul de terciopelo
pasa a veces un pájaro errabundo,
como por mi perenne ensueño, el vuelo,
de un tierno pensamiento vagabundo.
Esta mañana gris, espesa bruma,
que el cielo, el mar y la montaña ahúma,
me vela mis poéticas visiones;
Mas, se disipa sobre el mar en calma,
igual que el humo de mis ilusiones,
en la honda amargura de mi alma.
II
Se va volviendo todo claro el día
con el sol que en la cumbre centellea,
y en la paz de la inmensa serranía
el incensario de una rosa humea.
Ya está ebria de azul y poesía
mi alma dolida, que volar desea
cuando la enseña de la patria mía
en el bastión de Cumaná flamea.
Como en la lejanía la bandera
se me presenta alba toda entera
igual que leve garza blanquecina
que va volando con cansado vuelo
o el ala amorosa de un pañuelo
que de decirme adiós nunca termina.
***
POEMA DE LA ESPERA DE LA MUERTE
Cuando a mi lecho por la vez primera
la triste muerte se acercó enlutada,
con suplicante voz le dije ¡espera!
me ha prometido un beso mi adorada.
Deja, importuna, que amanezca el día,
irme no quiero con la noche obscura.
Espera unos instantes todavía,
que un beso nada más tan poco dura.
Y la enlutada, pálida y hermosa,
por mi súplica amante, conmovida,
se alejó de mis labios y piadosa
como esperanza me dejó la vida.
No quiero lauros, nada más un beso.
Ni prendas, ni tesoro codiciado,
quiero sentirme entre tus brazos preso,
y más tarde yo diré, adiós, estoy pagado.
Todas las flores tienen un rocío,
todos lo años tienen primavera,
déjame a solas con el sueño mío,
¡Oh, muerte!, buena amiga, espera.
Pasan los meses tristes y pausados.
El dulce beso a mi cariño, niega;
y pensando en los labios dorados
le pregunto a la muerte, ¡cuándo llega!
***
MÚSICA DE LA JAULA
A Alfredo Arvelo Larriva
Ave cautiva que ve el cielo
y como no puede soñar
el sueño suave de su vuelo
suelta sus trinos a volar.
El ala es polvo y se levanta,
mas al azul no ha de subir,
y la canción que el alma canta
muere en el cielo de zafir.
Cisne enjaulado que suspira
por unos muslos de azahar,
en donde el cuello de su lira
hizo los nardos enflorar.
O ruiseñor que ebrio de luna
mira la rosa florecer,
y rima el beso que dio a una
rosa entre labios de mujer.
O acaso alondra prisionera
que siente el alba sonrojar
la faz celeste de la esfera
y aun sin querer rompe a cantar.
La melancolía del sonido
de alegre música de amor,
alegre llega hasta mi oído,
mas suena triste en mi interior.
El ave lírica se encanta
en la armonía de rimar,
con una rima en la garganta
se duerme acaso sin pensar.
El alma en flor de primavera
de su bizarra juventud
se ha marchitado prisionera
como un niño en el ataúd.
Los ojos vagos de Cupido
ya se resisten a mirar,
porque los cierra convencido
que se han de abrir para llorar.
Cisne, tal vez cese tu llanto
cuando cansado de sufrir,
llores a Dios tu último canto
en el instante de morir.
***
BIENVENIDA
Para el alto poeta Andrés Eloy Blanco
Un pobre poeta, que casi no existe,
de los que han quedado, como ayer dijiste,
aquí con sus llagas, que no olvida Dios,
perfumadas siempre de flor de poesía
un tierno e ingenuo saludo te envía
que por ser tan triste parece un adiós.
Desde mi sombrío y eterno retiro,
esta tarde, el buque donde viajas, miro,
y sufro mirándote ante mí pasar,
pues quiero y no logro dar unas palmadas
con mis dolorosas manos mutiladas
que ya ni la pluma pueden empuñar.
No sé por qué, viendo tu buque, he pensado
en el barco en donde me vine abrumado
de la misma pena que debe sufrir
el que para siempre se ha despedido
de todas las cosas que más ha querido
con una infinita ansia de morir.
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No creerás que, en tanto tu buque al golfo entra
acá en la ribera del Norte se encuentra
un bardo que mucho lamenta no estar
con el noble pueblo que hoy va a saludarte,
para con el pueblo también aclamarte
con la voz que nunca habrás de escuchar.
Mientras que sus versos ni musa te canta
la queja que a veces sube a mi garganta
con una sonrisa logro contener;
y el corazón mío palpita tan duro,
que a mí me da miedo, porque me figuro
que dentro del pecho se me va a romper.
Yo hubiera querido, hoy en mi aislamiento,
hacer, olvidando la pena que siento,
lo que en su clausura hace el ruiseñor,
que a pesar de su ansia de espacio y follaje
trina tan alegre como en el ramaje
que oyó sus primeras canciones de amor.
Llegas a tu cuna cuando muere el día
y nace la hora de la poesía.
Cuando más nos pesa del duelo la cruz,
y finge el lucero triste de la tarde,
en el cielo, un cirio fúnebre que arde,
y al sol que agoniza envía su luz.
¡Cómo evoco ahora tu gran “Canto a España”
que tanta belleza poética entraña!
Yo siento, evocándolo, el goce interior
que se siente ante una risueña pradera
donde hay mariposas, y por dondequiera
un pájaro vuela y se abre una flor.
En él las estrofas parecen diamantes
y fingen los versos hermosos cambiantes,
y todo el poema semeja un joyel.
No tienen las perlas más ricos fulgores,
no pinta paisajes con más bellas flores,
la luz que en el lienzo derrama el pincel.
Poeta: eterna será tu memoria.
Más grandes laureles reserva la gloria
para coronarte. Ve de ellos en pos,
mientras yo me quedo aquí con el alma
ya sin ilusiones y una sola palma:
la que da a los mártires la mano de Dios.
***
EL PERRO
Cuando me vine para mi destierro
un can vino conmigo,
y siempre para mí fue un buen amigo
y un compañero fiel, el pobre perro.
Él, que calles alegres recorría
a mi lado, en mis días de ventura,
vino también a hacerme compañía
en la tan prolongada y tan sombría
calle de mi amargura.
Largas horas pasó junto a mi puerta
echado sobre el suelo
en perenne desvelo,
y hasta al más leve ruido, siempre alerta.
Otras veces, después de vana espera
el perro se dormía
como si por instinto comprendiera
que ninguno vendría
a consolar mi vida prisionera.
Y en las noches tan claras como el día,
a la luna lanzaba sus aullidos,
mientras yo prorrumpía
en versos a sollozos parecidos.
Hoy lo he visto morir, y no he llorado,
por su viaje sin vuelta, ni siquiera
una lágrima, y he sufrido
pensando cuánto no habría aullado,
por un viaje cualquiera,
que yo hubiese emprendido.
Me parece mirarlo todavía
fijando en mí con gran melancolía,
su mirada de enfermo moribundo
cual queriendo decirme que sentía
más dejarme en el mundo
que la vida azarosa que él perdía.
¡Ah! Yo habría querido
pobre y noble animal,
en mis brazos tomarte
cerrarte los ojos tan humanos
y cavarte una fosa con mis manos
y yo mismo enterrarte.
Y enterrándote echar sobre tu frío
cuerpo, puñados de tierra, perro mío,
con besos y lágrimas mojados,
cual solemos hacer con los despojos
de esos humanos seres adorados
que enterramos con llanto en nuestros ojos.
Mas, como nada de eso yo he logrado
hacerte, sobre el lecho donde herido
estoy, muy triste un rato me he quedado
viendo la playa donde te has hundido.
Duerme por siempre junto al mar sombrío,
que para mí tanta poesía encierra,
en tu lecho de tierra
por el cual con placer cambiaría el mío.