literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de Cristina Gálvez Martos

Cinco de la tarde

Esta silla es una isla
roja….grande….cómoda
quepo toda en el verdor de la tarde

me gusta ver los gatos carey
merodear buscando lagartijas
extender las patas de algodón
alzar los bigotes

mi pensamiento se ha hecho uniforme
como las líneas del libro
alrededor las voces cascadean, gelatinan
en el café se concentra la maravilla del líquido

este lugar se le esconde a la ciudad
recuerda a un paisaje de porcelana:
seres delicados
sobre la curva de las cinco

***

Miedo

El miedo yacía negro en los riñones
era yo misma
llamando a la oscuridad
alto, por los puntos cardinales
alto, batiendo una campana
la noche se bebía mi garganta

Lo que no me gustaba era el laberinto
un lodo pegajoso en los tres dedos
de mis patas de ave

Cuando los recodos se hicieron vegetales
fui bailando por la cuadrícula
me inventé algunas fórmulas
dije: haré de esta negrura
perfectas obsidianas
para mi jardín de helechos.

***

Árbol junto a mi ventana

Se ha hecho difícil creer en cualquier cosa.
No obstante, cuando me siento en silencio
junto a la ventana de la habitación
me descubro fiel a los sonidos del árbol:
el zumbido del picaflor
que irrumpe como una tempestad mínima
el golpeteo insistente del carpintero
sacudiendo su penacho color vino
las ramitas que se rompen bajo el peso de la tórtola
el crujir de la hojarasca cuando brinca el sapo.
Resolveré esta crisis de fe sin argumentos:
cierro los ojos
para ver más allá de mí misma.

***

Golondrina

Escapaste de una caja de dulces, con alas sombrías y corazón de guinda: relleno de
almíbar púrpura, composición geométrica de lo lóbrego y lo puro.
Surcaste como una estrella e invocaste la lluvia.
Ave de la tormenta, se acerca la nube bestia tras de ti, con la boca abierta.
En mí tienes guarida. Interna tu vuelo en la oscuridad de mi pecho.

***

Cabras

Parecía que los árboles daban cabras. Porque todas se subían a las ramas y balaban.
Eran árboles musicales de cabras, como los hay de pájaros, de gallinas, de murciélagos.
Estos eran árboles de cabras. Algunas tan blancas como un pueblo nevado.
De pupilas rectangulares, cabras que caían tiesas del susto, cabras que reían con las
niñas locas y saltaban de alegría.
Desafiaban la gravedad, ascendiendo por pendientes verticales.
Chagall las pintó volando, sobre fondos azules de sueño.
Cabras desobedientes, magas de su danza. Les decían tercas, locas, les decían malas.

***

Homenaje

Cuando reías, caían levemente los ángeles;
por cada carcajada, un ángel como un algodón
bajaba oscilando hasta el mesón de la cocina.
Cuando servías café
se posaba sobre mis hombros
el manto de la oscuridad de tu voz.
Puse a dormir aves bajo ese estado tibio
en sus alas brilló un encantamiento de estrella
un sirio múltiple como tus intenciones.
En tu risa, era tierna la maldad.

***

Foto de familia

Los huesos son columnas calcáreas
portales giratorios.
Las hermanas
sentadas contiguamente en el sillón
con vestidos de encaje claro
sobre las pieles de negra madreperla
no miran al lente,
se miran entre sí;
años después dieron a luz
entre túneles de sangre,
criaron a los hijos como robles
guardaron heridas rubíes
en viejas latas de galletas.
— La sopa humeaba alta
la masa cedía noble
blancas flores carnales se abrieron sobre las bocas.
Y aunque hubo dolor, hubo vida-.

La familia es un racimo de frutas profundas,
una casa con habitaciones hasta el fondo
un pasillo de ida y de regreso
por donde no dejamos de pasar.

***

También había luz

Inunda toda la habitación
vibra a través de mis párpados.
El canto elevado del sol viaja en una leve corriente:
la circulación de la sangre
el roce de la sábana sobre el cuerpo
el ronroneo de mis gatas
los motores incesantes de los autos en la avenida
el muro pintado de verde que hace eco a una conversación.

El canto del sol se posa sobre todas nuestras cosas.

Vivo en una ciudad de calles silenciosas,
adoquines y hojas amarillas.
De balcones con señoras en camisón
que riegan las plantas o toman mate en silla de lona.
Una ciudad donde el agua siempre está próxima.
Caminando, siempre encuentro el mar.

Las ciudades nunca se muestran del todo,
pero nos vamos convirtiendo en ellas.
Los pensamientos toman el ritmo de sus lugares.
Son tapices o mapas con trazos ausentes
peceras de especímenes que asemejan espíritus.

La cigarra canta de cara al sol,
mis pies pisan este suelo y me dejo brotar,
como una planta en un balcón.
Con todo y esa anomalía, esa doble raíz,
esa hermana fantasma que me acompaña.

***

Nena

Fui un higo tierno u otro fruto de una planta dulce
en un país con inviernos
me escondía bajo la hoja y tu mano me tomaba
para servirme en un plato con almíbar tibio de tu olla
yo escuchaba, mientras, tu canción de cocina
era feliz en el bordado azul de tus cortinas
y me sentía amada entre tus dedos de pianista.
Reposaba junto a la taza de porcelana
sin ser descubierta
pero tú sabías a un pequeño espíritu oculto
la gema violeta de tu intuición conocía
una feliz presencia.
Nena,
Tu casa era de luz blanca y grandes platos redondos
yo era feliz en la visión de tus ojos azules que no conocí
yo era una planta que trepaba el muro, ansiosa por nacer
la fruta que daría una semilla que daría un árbol que daría
una fruta.
Yo aparecí mucho antes de mi alumbramiento
blanda, entre tus dedos de pianista.

***

La vida secreta de las palabras

destejer las palabras

el sarcófago en sus bocas
abrirlo a ver qué se han tragado sus labios de caracola
bajar por la espiral
hasta el secreto 

saber por qué mi nombre siempre fue tan amarillo

rojo no, como la aurora
saber si son el nervio de las cosas
o el ropaje
aprenderlas para no flotar en la tarde oceánica
para no ahogarme en el cielo de cuervos
no entenderlas cuando más debo alcanzarlas
dejarlas tiradas como cuerpos

***

La única despierta

Ayer viniste a mi sueño
padre, con tu calma
de sacerdotisa
leve como todo lo lejano
largo, callado, sonriente
el fantasma de aquél cuadro de Varo
con una flauta dulce que no suena
o ese que se pierde en corredores
de una casa bosque
y aunque grite
no voltea

si eres ave quisiera no moverme
si eres lagarto, no echarte del rincón
si eres espectro mantener la puerta abierta
si eres ánima encender todo en colores
para animar tu júbilo tranquilo
tu marcha de agua clara, subterránea
tus ojos de la alberca del recuerdo

aunque sea ven a mi sueño
aunque sea a callar, ven a mi sueño
para ser la única despierta

***

Despiértame cuando termine diciembre

Recuerdo

ese diciembre gélido de tus labios púrpura
sábanas interminables
horizonte de sábanas
blancas sábanas inmaculadas
donde hundí la cara

despejadas, en mi tráquea
lisas, párpados lisos y paredes
huesos salientes,
rozados por la caricia de seda

tela ante mí
ser ciega
saber que sería para siempre ciega
desvanecerme entre las sábanas
de una cama, un campo tendido
sin querer despertar
ese diciembre sibérico.

***

Fundación de la casa

Los labios para nombrar la casa se quiebran
como botijas en algún sitio que nadie sabe.
Yolanda Pantin

Las historias de mi abuela eran una cinta que extravió el viento
con ellas hago la argamasa y uno pajas
barro que trajo un animal entre las patas.

A esta casa la soplaré con aliento blanco
como un avión de papel que a veces vuela.

Yo estoy cansada de nombrar pérdidas
sus cimientos serán pétalos ligeros
echará raíz en el cantero de la luna.

La casa es un velero que cruza el Mar Caribe
la casa está en un árbol de un sueño en Guatemala
en la puerta tintinean tres plumas de Quetzal
la casa es mágica
adentro hay una bruja
que encomienda tareas, dueña de la lumbre
La casa tiene un muro de trinitarias moradas
se pierden los labios tratando de nombrarla

la casa es un manto de tejido finísimo
un bicho amarillo
una vocal de luz
que cabe entre los dedos.

***

El fondo de la casa

Para empezar
tuve que sentirme muy sola.

La parte de atrás de la casa se llenó de azul,
y desapareciste.
Tuve que salir del vientre
pero, madre, tu tela rosa
se cernía sobre mí.

Qué haré con las palabras
no hay una en este cielo
en estos pájaros que corren
en la yema de fruta de mis dedos.

Cuando llegue el calor, qué haré con él.
Comeré hojas verdes, cuadros e imágenes
me comeré a mí misma por las noches
me nutriré de aromas y especias,
voces subterráneas
y cenizas de los que se fueron.

Ya casi cae la noche
el jazmín dice algo a través del viento
ya cae la noche
una sábana de trigo en los párpados.
Entraré a casa,
me rindo yo primero

Sobre la autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *