literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de César Seco

Ene 28, 2023

ZALEZ

El muchacho entró en la noche.

Supo que sus pantalones eran tijeras.

Apartó el cielo por ambos lados.

Lo hizo con sus manos largas,

ojos gastados y ramas en el pelo.

El muchacho se hizo vidente.

Acudió puntual soplo antes que

en la botella de vidrio transcurriera.

Vivió en un armario.

¿Quién lo iba a decir?

Una cabra balaba en el desierto

que tenía por sentido.

El muchacho dejó su almohada

donde rugían siete tigres

y siete eran sus ojos, llovía.

Me pregunto si era el alma aquello.

El muchacho probó el oro de los vicios.

Canción de humo fueron sus días.

Oro sí, del cual brotan hormigas.

Transfiguración, alude el Tao.

Callar esto pide la palabra.

BLANCO

Saber que no se puede escribir

es una forma de escribir

Robert Walser

No estoy diciendo lo que voy escribiendo.

No voy escribiendo lo que estoy diciendo.

Escribir nada delante de nada que pide ser

llenada de nada. Nada escribo y, esto, ya,

es nada, nada: escritura de nada, nada, sin

nada escribiendo nada.

CAMINANDO EN CORO CON JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ

Sus pasos se hundían en la brisa.

No voy a decir cómo en esta acera.

No ahora, porque_ no llegamos.

Ha tantos años que estuvo de paso

por la ciudad de Nadie.

Esperaba viniera a encontrarlo

su filiación oscura en esta muda

esquina del último recodo del mundo.

La luna de los insomnes bajo sus ojos.

Búho enfundado de pulover celeste.

Quería oír de su voz amanecida:

‘Suenan como animales de oro las palabras’

No lo hizo. En su lugar bromeó sobre

el verde intenso del césped artificial

y el olor, tendido perro sobre la alfombra,

sorbiendo un tinto en el bar del hotel.

Con el pulgar y el índice hizo migas de pan,

enseguida nubes, lanudas ovejas en el mantel.

-Malena está en Buenos Aires,

no me acostumbro a su ausencia-, dijo,

dándose él mismo un sólo y único abrazo.

Iba a su lado al ritmo de sus pasos de jazz_

su sombra el aire atravesaba y el vaivén

del tiempo columpiaba en su giba.

– Una vuelta y volvemos-, sugirió, bajito-,

intentemos llegar al Cementerio Hebreo

y a la vuelta será bueno un banco de plaza,

andá, busquemos un árbol que filtre esta

escasa luz que nos hace casi inexistentes-.

Llegando al cementerio el fúnebre lugar no

estaba abierto a esa hora en que la tarde

decía hasta mañana en el horizonte.

Se fue la poca luz y sus ojos y los míos

eran puntos suspensivos en lo que era noche brasas a las que el viento desvestía,

sin sombras identificables_

sujetos ambos al espeso silencio.

Niños andantes por la acera y él hablaba

despacito con las palabras que le quedaban:

‘aquello que tú echas de menos

que arde

es joven

y es antiguo

pero ninguna madre nos habla ya

sino la puta madre muerte/

que come

umbelas umbrales

cerezos rojos en el patio’

Y volvió la luz alcanzando el hotel.

Ahora sé por qué sus pasos se hundían

en la brisa y por qué en nuestro paladar

cavó hondo su despedida en la puerta.

Una breve risa y sus dientes.

SILBO

Por esta calle anduve otra vez.

Algo aludía la melodía silbada

en la céntrica plaza.

El disco lunar filtraba mi sombra

por el tupido redondel

de una venteada arboleda.

Adelante una estrábica niña.

El aire se escapaba llevándose

la luz de la casa.

Sin saber dónde estaba se abrían

las puertas hasta cerrarse

de nuevo a la vuelta del soplo.

Soy Nadie caminando en el olvido,

alcancé a decirme paso a paso…

Vuelta de hoja, deshojado cuaderno

en la calle de la otra vez, la primera

o la última por la que sigo andando

sin saberlo y otro me lee y me

borra antes que pase a otro margen,

o me detenga en ese callejón

donde aún sigo siendo Ninguno,

un ajeno silbido antes de desaparecer

por donde otro viene caminando_

a merced de la tachadura

o la corrección_ahora mismo.

CARRERA

Una pierna sigue a otra

cortando el aire con diligencia.

Ésta le réplica que la espere_

que ha de afirmarse en el impulso.

Ambas saben que van dejando

un incesante trazo de tijera.

Una de las dos simula llegar

antes que la otra cuando las dos

lleguen_ una de las dos seguirá

andando porque en ningún lugar

estuvo detenido su tranco para

que juntas arribaran a la meta.

El que gana no sabe que terminará

triunfando por aclamación el silencio.

El que pierde no tiene otro oro

que el de la pérdida.

El aplauso de mil manos

levantando el trofeo del olvido.

Una pierna da a otra velocidad

consecutiva_ ambas han de parar

cuando las alcancen los puntos

suspensivos del cansancio.

Cuando no compiten

ambas son la huida del perseguido_

del que corrió por su vida

y la de otros que lo esperaban

en el alcance y llegar no lo vieron

de este lado de la pantalla

PÁJAROS

La luz que los trae a mis ojos

es la luz de la inexistencia.

Detenidos en el semáforo

a la espera de quien llega

en vía opuesta a donde vuelan

concurrentes y tranquilos en

bandada, conversando unos y

otros pían en la fronda respirable

de los árboles, la claridad de

sus aleteos, el sigilo anunciante

de sus vuelos_ atravesar nubes,

volver a otra ciudad que no los

espera. El cielo no los fija a lo

tangible como quisiera. Ese

instante cuando deje de estar

afuera y lea el breve soplo

al que no hacen resistencia y

se los lleva. Podré conversar con

ese ‘Nadie’ que me sigue, piaré

en el verde que aún quede, donde

me vean como uno de ellos,

donde por fin, sólo sea más nada

que canto, solo, sólo canto.

VUELTA

‘Ninguno’ en la noche semejante

de su olvido se pregunta si es

isla que la tormenta separó

de la esquina o tan sólo mar

habitado por criaturas que lo

devoran sin saber que existe.

Voy a donde dicen conocerme.

A esa calle que me atraviesa

antes que ola me envuelva y

me arroje a la orilla despoblada.

Viro por otra en la que alguien

dice saber de qué esperma vine,

de qué parentesco soy, andando.

Un mudo va y dibuja en el aire

la forma que figura mi nombre:

el pájaro volando de un rap.

Ellos dicen lo que nosotros no

vamos a decir, lo que en verdad

nos sabe a sed. Acaso sólo soy

la inaudible música que viene

detrás de mis pasos, la vuelta en

mí para ver al otro que me sigue

sin inmutarse por si vengo o voy.

O aferrado quedé a esa puerta

que ‘Nadie’ abre y ‘Ninguno’ cierra.

JAZZ EPILEPSIAL

Una clara melodía escurre el viento.

Las arenas arremolinan

la carrera de la previa quietud.

El brazo izquierdo y su breve temblor.

La cabeza perdida en la distancia

desconocida donde no se pertenece.

Los pies en el aire bailan la danza

del salto a otro lugar.

Llueve en no sé dónde

y en no sé qué está escampando.

Solo sé que volveré a mis huesos.

A los que llevo esta luz para desalojar.

Iniquidad dejo en manos del redentor.

El cielo estrena una piel

que no puedes ver,

antes que todo sea bebido de un sorbo

por el convulsionado saxo de Coltrane

y hable el temblor todo

con sus tuercas desajustadas.

Sobre el autor

*Foto tomada del Facebook personal del autor

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