literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de Ana María Oviedo Palomares

Hermanos

Anda por ahí un igual
que te conoce
en el tiempo detenido de la infancia,
ese idioma de dos, irrepetible.

En otras calles ya,
en otra ciudad, en otro mundo,
tiene el recuerdo exacto de los juegos,
los miedos, las sombras cómplices, las risas,
las voces de los que se fueron para siempre.

Un igual con tu mismo corazón,
alumbra, llama firme, la memoria.
Resguarda intacto el esplendor
del primer amanecer,
un jardín,
la noche.

Tiene tus ojos y el fuego en que reincides.
Los secretos. La pura libertad de ser.

Un igual para el que no hay distancias.

***

Cuarentena en un patio con pájaros

Siembro tréboles para que no me alcance la suerte de los mortales.
Por fortuna no ha crecido nunca en mi huerta alguno de 4 hojas

A veces de ellos nacen pequeñas flores rosadas
como perlas de un sueño.

Es mi único lujo, porque
entonces llegan pájaros que acaban con el brote de luz,
Y se marchan,
cruzando con su vuelo encendido, la tarde.

***

El poema

Tú y yo nunca llegamos a nada,
apenas a añoranza de lo imposible.

Como una ventana que diera
hacia el campo en medio del día,
hacia limpias sabanas sin árboles.

Nunca llegamos a nada.

Imaginar una puerta que al abrirse mostrara
el desierto,
una plaza para besarnos como adolescentes,
una ciudad, Trujillo o Praga, por ejemplo,
trenes, rutas de viaje,
flores amarillas, silvestres, sin amarres,
un libro, Justine, la del cuarteto, por ejemplo,
una idea por la que morir,
una canción ridícula,
una fotografía de la infancia, o cuento,
Vientos Alisios, por ejemplo.

Pero nada.
Ni una carta de amor,
ni un pequeño animal detrás de nuestros pasos,
un gato lúcido de dos colores
que mirara desde su indiferencia o
peces dorados en un acuario artificial,
un día de sol, una piedra
sobre la que tendernos limpios e inocentes,
un poema, la música,
Mahler por ejemplo,
almendras, mangos, café, chocolate,
agua pura bajando desde los labios como un beso,
un perfume, el olor inconfundible y persistente
en las manos después del amor,
una película, Portero de Noche, por ejemplo,
pero nunca llegamos a nada
                                           nunca tuvimos nada,
crueles bonsais de granadas mínimas,
una calle, una vereda, una fecha de cumpleaños,
un patio, una mesa, una cama,
un trago de cocuy para enfrentar tristezas,
dulzón en medio de la lengua.

Era mucho pedir y nunca llegamos a nada.
Una habitación de hotel en las afueras
un día a la semana,
te veo, amor, el jueves, por ejemplo.
pero
tu y yo nunca llegamos a nada,

dormimos juntos y no basta
cuando apenas se añora lo imposible.

***

Te dejo las llaves de nuestra antigua casa.
El hogar que fue nuestro antes del despojo.

Antes de tener
que resguardar el corazón entre trapos,
añorar hasta creer en el olvido.

Seguro es que la casa ya no exista,
ni siquiera creo que esté
habitada por algún invasor.

Pero he guardado esta llave.
Y te la dejo.

Era mi amuleto de la esperanza.

Hazle un espacio entre los trapos
con los que envuelves
tu corazón.

***

Soy la piedra recogida
en una calle del infierno,

lanzada para hacer más áspero el camino
de las buenas intenciones.

Vuelo sobre un muro.

Desde el otro lado
devuelven
balas.

***

Si te cuentan que me vieron muy borracha,
no es por ti.
(por ti me embriago bella,
después del vino escribo versos sobre la libertad
y la noche,
canto, y todo desierto queda lejos)
Orgullosamente
diles que es
sin ti.

***

PROHIBIDO

Subí al árbol.

Llegué a la rama más alta.

Era un árbol común y corriente
-tanto como pueden serlo los árboles-.

No había frutos.

Pero al bajar
no fui la misma,
como si me hubiera rozado el fulgor,
la claridad incesante.

***

Yo soy tu, ángel caído
Todas las promesas rotas nos señalan.

Dibujas tierras áridas
y en su esplendor me pierdo.

Tendida sobre arenas blancas,
olas como espinas
me cubren y oscurecen.

***

Empeñarnos
en hacer
más vasto el dominio oscuro,
como si fuera poca la alegría
en el instante del fuego,
cuando logramos olvidar,
rehacernos en silencio.

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