literatura venezolana

de hoy y de siempre

Acercamientos (Poemas selectos)

Alfredo Silva Estrada

Ante mi padre muerto

I

¿Qué decir ante mi padre muerto?

Que lo diga la lejanía que interroga
Cuando canta el pájaro porque sí.
En la rama no importa si a punto de caer
Y brilla el sol
Y lucen los frutos como escarcha de artificio
Y sentimos que no sufrimos bastante frente al espectro abrupto
Frente a esta cosa vuelta abismo
Casi a tono con el dolor tajado de asombro
Ante mi padre muerto

II

¿Cómo decir este despojo bajo el cielo?

Balbuceo sin saber
Sobrecogido de saber y no saber aún
Niño tanteando entre el aire que acompañó el vagido

Pesa el cielo sobre este rostro muerto
Pesa con todo el peso del espectro
Y me pesan sus párpados entre el cielo y la tierra

III

¿Cómo decir cómo pesaban sus manos bajo el cielo denso?

Todo el cúmulo del cielo
Sobre sus manos que sabían hacer la estancia
Las manos recogidas en el tiempo hacedor

Sus manos que hoy gravitan sobre el pecho roto
Mientras llora mi pecho respirando aires vivos

IV

Solamente la lágrima cuajada, detenida
Para mirar de frente
A través de fugaces aristas
La muerte de mi padre

¡Pobre amparo del dolor en la palabra
En la palabra huérfana!

Que escriba esto el silencio
O el cielo balbuciente en la lágrima

 

Desnivel

Tener que encarar esta magia a la inversa
esta magia que no restituye
que solo hurta

Este fasto de un fuego que solo sabe extinguirse
que solo labra el sedimento de las lágrimas
que solo deja imágenes en el desorden de la memoria
y en el desorden de los sueños

Tener que encarar la magia escueta
desde el abrupto
irreductible desnivel
de este telón de fondo que de repente engulle la escena de los cuerpos

Ceder, construir
con el sedimento de las lágrimas
y la indigente provisión de la memoria y de los sueños
la conjetura vacilante, la raída pregunta
el único futuro que a veces nos sostiene

 

De un naufragio

Sola en el vado está la proa. Incapaz de rehacer el naufragio,
ya remota extensión sin sosiego.

Emergerán los peces con un girar de llaves recobradas,
defensoras del templo.

(Oh las gradas del órgano.
El ábside expandido como gallo hacia el alba.
El vitral que aventura cometas
por un cielo de hiedras y de arañas)

Mas estarán perdidas las noticias boscosas.

Un niño habría salvado los espectros.
Y el timón carcomido ajustado a la tabla final
nos cantaría su barca,
sabedora de riesgos.

O los restos humanos hinchados en el cejo,
lejos hoy del estertor de sus arranques,
libertarían pupilas de resina
y hondo bullir de insectos,
nacidos del desgaste.

Allá en el vado sola está la proa.
Un pájaro se inmola en su brasa de canto.

 

Sentido

Sintiendo en el instante creemos:
no hay arriba ni abajo,
igual cuando nada surge
(pero habitamos con acento)
E igual se afirma
arriba, abajo, en el centro,
el necesario resurgir. Y sentimos
la negación destrozada, acento.
Acentuándose, sintiendo el macizo remoto
cerradas, abiertas
¡que vértigo en las manos!
al estar así sintiendo
lo rugoso, lo liso. Y jamás volver a sentir
esta calma reconocida en el vértigo.
No está en las manos.
Tan simplemente cóncava, está. Y sentimos
aquí, hasta remotamente. Sintiendo
ilímite recreándose nos cerca
más allá y en los párpados. Recreación.
Y se retrae
pues quedamos a nivel desbandado
sosteniendo y sostenidos
por lo que permanece retraído y surgiendo.
Sentir esto sólo
y no dice la lengua su sentir.
Variación saboreada
del saber del sabor en la lengua
sintiendo lo intransferible. A solas
y a nivel desbandado
sintiendo todo siempre extraño.
Y los ojos ¿en qué contacto intransferible?
Casi visión
sentir el aire siempre extraño
hasta el olvido de la asfixia.
Sintiendo, olvidamos. Otro sentido
a nivel desbandado nos atrae. Ni disensión
ni tropos es la sed del sentido por hallarse
instando, acentuándose, conduciéndonos
sin posesión en el sentir.

 

En los umbrales

En los umbrales

Ante puertas erectas

No hay desgaste

apenas plenitud

Ni barniz cuarteado ni leño carcomido

Ni rostro oculto tras el rostro

Serenidad apenas

Nadie insinúa en la noche

Los relieves del día no vivido

Nadie graba en lo oscuro

Borrosos frutos

Estás allí erguido como nunca

Bajo las vetustas arcadas

Y los puentes de un antes que se esfuma

Estás allí

En todos los lugares comunes rezumantes

Los sexos

En recios extravíos y entre los surcos suavizados

¿Quién lo afirma junto al ciprés más hendido y tanta hierba inquebrantable?

Frente a frente posible

Por este día en vislumbres que se arriesga en el júbilo

 

Va libre de mí mismo

Va libre de mí mismo y de sí mismo

Y me ilumina y canta

Juntos sobrevivimos

Sobre el tropel de la ciudad ahogada en su inmundicia

Entre andrajos el tiempo es aire libre

Descubriendo la inocencia de un rostro

Y el instante

Cuarteado de estampidos

Es la huella continua

La pisada desnuda que se afirma junto a los sumideros de la nada

Los tajos del olvido

Las fracturas de ausencia

En mi insomnio respira su escritura

Desde ruinas de sueños hacia futuros horizontes olvidados

En la erguida constancia de la sangre

Sostenido feliz a flor de horario

Horas hechas de humus

De estrellas que se hunden con la rueda atascada

Y vuelven con el eje el diamante y el ajo

Horno a plena intemperie su latencia de fuego

Vertiente y lactescencia de un ritmo constelado

Cuerpo

Transpiración de la página

El ser en su comienzo sin nombre sin imagen

Y la meditación

Un halo apenas sobre las mieses

Las sienes en las cumbres

Las voces subterráneas

 

 

Acercamientos

Por momentos

brechas apenas sobre la indiferencia rocosa

por momentos

en un paso al descuido entre dos piedras silenciosas

por momentos

¿de qué tiempo aún no vivido

como si respirásemos olvido inabarcable?

por momentos

franqueamos la niebla conjetural

y llegamos a ver

 

como si el origen fuera cosa

como si el destino fuera cosa

llegamos a ver nuestro propio despojo

nuestro despojo inmóvil invadiendo la memoria

nuestra memoria desmembrada

el despojo agrandado en el desvelo de ver

 

ver

olvidándonos en un vilo sin tensión

olvidados

de la apetencia que levanta su ráfaga continua

su ráfaga continua de espacios habitados

habitamos por momentos

nuestro despojo inmóvil desplazando la memoria

nuestro despojo excedido en el desvelo de ver

nuestro despojo en vilo

en vilo sin tensión entre dos piedras silenciosas

y todo lo que fuimos cae en escoria de niebla

en exaltación traspasada por la suficiencia total

la indiferencia total sin fundamentos

brechas apenas

una visión rocosa traspasa hasta el sin sentido del abismo

y todavía

los huesos que comprenden el movimiento

la respiración que no comprende la respiración

y un ansia de escrutar la evidencia del tiempo

 

en la desierta conjetura la evidencia del despojo

en un reposo donde la respiración no es reposo

la muerte simplemente

la muerte en bloque de tierra sin promesas

como una cosa sola

como esta niebla de súbito rígida y deshecha

entre dos piedras silenciosas

 

palpamos

nuestro despojo inmóvil desplazando la memoria

sin pavor ¿con qué manos?

en el rechazo de quimeras la evidencia del despojo

la evidencia del despojo en una niebla rígida

 

la niebla conduce la visión como una cosa sola

como las brechas ciegas

como si el origen fuera cosa

como si el destino fuera cosa vivida por momentos sin vislumbres

mientras en ráfaga continua

una vislumbre insiste entre dos piedras silenciosas

 

la niebla empece el desvelo de ver

los sentidos golpean el sin sentido

la aspiración sobre el bloque de tierra sin promesas

sobre las brechas ciegas

el balbuceo de vuelo indescifrable

nos abarca para decir la muerte

mientras la muerte se dice en nuestra aspiración extenuada

en la memoria desmembrada por el desvelo de ver

de ver e interrogar nuestro propio despojo

excedido entre dos piedras silenciosas

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