literatura venezolana

de hoy y de siempre

583104: pizzas pizzas pizzas

Sep 8, 2021

Slavko Zupcic

  1. Llegué a Barcelona en Marzo del año pasado a punto de cumplir 23 con la intención de asistir a la boda de María Gabriela.
  2. Cerca de la Residencia de Caballeros en que me alojé quedaba el Supermercado donde conocí a Susana M Supe inmediatamente que así se llamaba porque la caja en que venía decía su nombre en letras grandes de colores fosforescentes.
  3. Junto a las cajas, una Susana absolutamente inflada lucía erguida vestida completamente de negro.
  4. Inmediatamente me enamoré de ella. No por su estatura ni su boca entreabierta, sino por su parecido con una antigua novia del Colegio.
  5. No dudé en compararla y la llevé desinflada en su caja a la Residencia. Allí la coloqué sobre la cama impe­cablemente tendida. Luego me senté sobre la mesa de noche y conecté a la boquilla la bomba que venía junto a su cuerpo amunuñado.
  6. Cuando la hube inflado, le puse uno de los vesti­dos que mi hermana le había enviado como regalo a María Gabriela y que yo por casualidad había olvidado entregarle al llegar y me presenté:
  7. —Hola. Soy Diego de la Vega. Tengo 23 años.
  8. Inmediatamente le tomé unas fotos. Primero vesti­da sentada sobre la mesa de comedor. Luego completa­mente desnuda en la cama.
  9. Le di de comer y beber hasta la media noche en que me fui al sofá. Fue entonces cuando pensé por primera vez que podía llevarla a la boda de María Gabriela la semana siguiente. No lo volví a pensar hasta el amanecer cuando, luego de levantarme, me duché largamente con Susana M en el baño del piso intentando no alterar por nada del inundo el olor a plástico de su piel.
  10. Al mediodía llamé a María Gabriela.
  11. —Conocí a una muchacha excepcional —le dije—. Voy a llevarla a tu boda.
  12. — ¿Cómo se llama?
  13. —Susana M.
  14. —¿Te gusta mucho? Mira que yo quería presentarte a la hija de Eloísa.
  15. —Ya no hace falta —le respondí e inmediatamente fui a contarle todo a Susana M.
  16. Ella no se puso brava ni dijo nada y dejó que la besara por mucho tiempo.
  17. Cuando salí, a las tres de la tarde, tuve que evadir la mirada de las muchachas del Supermercado y, en la cola del Metro. me conseguí de frente con el papá de María Gabriela.
  18. —María me dijo que ya tenías novia en Barcelona.
  19. —Sí.
  20. —¿Cómo se llama?
  21. —Susana M.
  22. —¿Será familia del ginecólogo londinense?
  23. —Creo que sobrina —le respondí un momento antes de despedirme aduciendo dolor de cabeza y regre­sé a la Residencia deseoso de sentarme en el sofá con Susana M.
  24. Quería que todo saliera impecable y el juramento de no salir a la calle realizado bajo el hechizo de sus ojos y de su boca entreabierta no resultó en vano. Asimismo, ensayé distintos colores para sus uñas y labios hasta encontrar el turquesa y. el día de la boda, la vestí suave­mente con otro de los vestidos de mi hermana, terminé de pintar sus uñas y salí a la zapatería para comprar medias y zapatillas.
  25. Lo conseguí todo y, cuando terminé, decidí llegar a la recepción primero que todo el mundo para poder sentarnos sin que la gente notara su inmovilidad.
  26. Así lo hicimos. Llamé un taxi y la bajé de mi brazo hasta sentarla en él.
  27. Puedo jurar que el taxista no notó nada. Ni siquie­ra cuando le preguntó la hora a Susana y yo respondí por ella.
  28. Al bajarnos, el taxista se adelantó para abrir la puerta del lado de Susana, pero yo bajé con ella por el lado contrario.
  29. Me instalé directamente en la mesa central junto a los floreros.
  30. A los veinte minutos comenzaron a llegar los invitados. A los treinta ya todos estaban sentados a nuestro alrededor.
  31. Ninguno al parecer había notado nada extraño y yo me sentía muy bien. Había presentado a Susana corno mi novia y nadie estaba molesto por su silencio.
  32. —Ella es una mujer muy reservada —dije de todas maneras para despejar cualquier posible duda.
  33. A nuestro lado se sentaron Eloísa y su hija. Eloísa a mi lado y Fabiana junto a Susana.
  34. No habíamos terminado el primer trago cuando vino María Gabriela a saludarnos.
  35. —Diego, querido Diego. ¿Ella es Susana M, tu novia? ¿Ya conociste a Fabiana?
  36. —Sí, sí.
  37. —¿Le caigo mal a tu novia? ¿Por qué no dice nada?
  38. —Ella es así.
  39. María Gabriela se fue rápidamente, pero a los cinco minutos Fabiana intentaba conversar con Susana, Inmediatamente descubrí mi error. No le había puesto perfume a Susana y alguien podría detectar su olor a plástico.
  40. Nadie más adecuada que la mismísima Fabiana para hacerlo. Yo no había terminado de pensarlo cuan­do la muy perra llamó a su mamá para decirle lo que yo ya no necesitaba escuchar.
  41. —Huele a plástico, mamá. Aquí huele a plástico.
  42. Deseé morir. Deseé con todas mis fuerzas morir, pero comprendí que debía retirarme con Susana sin tardanza alguna.
  43. Inicié la despedida de Eloísa y de su hija Fabiana, pero ésta, más rápida que yo y al parecer enamorada de mí, le gritó a Susana con voz airada.
  44. —Hueles a plástico, ¿sabes?
  45. Un insulto que no pude soportar.
  46. —Fabiana, te agradezco que no insultes a mi no­via.
  47. Ella se rió y le dio un golpe en el hombro a Susana. Inmediatamente quedó enmudecida. Luego comenzó a gritar.
  48. —Es una muñeca. Es una muñeca. La novia de Diego de la Vega es una muñeca de plástico.
  49. Como todos se iban aglutinando a nuestro alrede­dor, yo decidí salir abandonando a Susana.
  50. Cuando salía, escuché una explosión ligera, como de una bomba, y supuse que alguien la habría asesina­do. No importaba. Susana era solamente una muñeca de plástico y yo podría comprarme otra antes de partir de Barcelona.
*De Ocho canciones de amor para una muñeca de plástico

1) Se llama Irina, pero le dicen Rambita.

Nadie quema un autobús tan rápido como ella.

Nadie tiene un morral como el que tiene ella.

Sin pinturas de uñas ni toallas sanitarias.

Adentro lleva una botella de vinagre

una franela blanca para encapucharse los mediodías

un yesquero cubano

una gomita hueca para succionar gasolina.

Se trata de un morral realmente comunista.

Irina usa sandalias de cuero y camisas de cuadros.

Todos los días usa sandalias de cuero y camisas de cuadros.

Pero nadie tiene un pelo tan lindo como ella.

Nadie tira una piedra tan lejos como la tira ella.

Nadie devuelve una lacrimógena como ella.

Sin taparse los ojos ni la nariz.

Sin parpadear siquiera.

Con ambulancias que la llevan luego gratuitamente al Hospital.

Para que todo el inundo la salude.

Para que cuando Lenin la vea muera y cumpla inme­diatamente cincuenta años de muerto.

Y todo el mundo sepa que Irina es realmente comu­nista.

Como nadie.

Como nadie.

Como nadie.

 

1 x2) Rambita le grita a los policías que se mueran,

Corre doscientos metros.

Les enseña los senos y ellos le responden en seguida con un bombazo.

Igor está comiendo maní junto a la cerca.

Muy Pedro Navaja él.

Boludo.

Camisa de lino.

Estudia y trabaja de día para divertirse de noche.

La goza. Se burla y divierte.

Pero ama a Irina.

En secreto. En total secreto.

Como si estuviera en Papiroflexia.

Ella se abalanza directamente sobre la bomba y con la mano enfranelada la agarra en pleno aire sin prestarle atención a los aplausos.

Desciende entonces.

Y salta después, no sin antes haberla lanzado directamente rumbo al mentón de un policía mientras los aplausos en el stadium resuenan, resuenan, resuenan, como si se tratara de una lata de cerveza.

El policía grita coño y luego cae.

Una patrulla verde es comisionada para recogerlo.

Irina corre rumbo a la cerca dispuesta a saltarla.

Allí encuentra a Igor que está vestido de lino.

—¿Escuchas los aplausos? —le pregunta él sujetándola por los brazos.

—Sí, pero no me importan.

—Son para ti. ¿Cómo te llamas?

—Rambita. Yo también estudio Medicina. ¿Y tú?

—También, pero estoy enamorado de ti.

—Tenemos que hablar entonces.

—Es mejor mañana. ¿Te parece?

—0.K. Luego del disturbio.

 

1 x 2 de nuevo) Por haber estado toda la mañana quemando cauchos, Irina vino cubierta de hollín.

Los muchachos repartían salchichas mientras tanto.

La Señora del cafetín llenó una carretilla de puras salchichas.

Y una pipa de agua.

Y cuatro sacos de naranjas.

Igor vino vestido de lino de nuevo, pero igual se besaron.

El Jardín de senderos que se bifurcan fue una buena película porque él besaba sus senos. Sólo por eso.

Entonces él le preguntó:

¿Tú crees que podamos ser novios?

Imbécil —le respondió ella—, yo sólo me dejo besar los senos con mis novios— e inmediatamente comenzó a reír al notar que Igor ya olía a vinagre.

a lacrimógena.

a caucho quemado

a salchicha.

1 x 2 durante dos años y medio)

Treinta meses yendo a buscarla a los disturbios

a la cárcel

a los bomberos

a la policía

a los periódicos

al Hospital.

Leyendo con ella El Capital

El Miayakovsky

El Ho Chi Ming.

Escuchando la trova, la maldita trova.

Treinta meses.

Amándola en el apartamento hediondo a vinagre.

Rodeados de policías. Infiltrados.

Con el teléfono intervenido.

Sin poder concentrarse en nada porque a cada mo­mento llegaba una visita.

Los amigos.

Los encapuchados.

Los policías.

El Presidente de la FCU.

El diputado del MAS.

Buscándola en las reuniones de la UJR. Aprendiendo a hacer niples.

A decir molotov y no motolov.

Viendo cómo el mundo la aplaudía.

Cómo ella respondía a patadas.

a pedradas

a bombazo limpio.

Porque nadie ha visto nunca un pelo tan lindo como el de ella.

Un pelo rojizo.

No importa que tenga migraña y talasemia.

Que sufra tiroiditis de Hashimoto.

 

1x 2: el final.)

—No podemos seguir saliendo, Igor. Se acabó.

—Pero, ¿por qué?

—Interrumpes mi vida política.

—¿Y?

—No quiero perder mi libertad y conocí a un encapu­chado de la Central.

 

3.) No se va.

De la mente no se va por más que quiera.

Puede estar toda la vida pensando en ella.

Soñando con ella.

La forma en que agarra las piedras antes de lanzarlas.

La tranquilidad con que devuelve las bombas.

La agilidad con que carga las viejitas cuando necesitan pasar por el Arco para ir al Hospital.

Cuando les hace groserías con las manos a los poli­cías.

Cuando le mienta la madre a los camioneteros.

Irina es maravillosa, sigue pensando.

Hasta que su mamá lo manda al psicólogo

al brujo

al sacerdote.

4,5,6) El Psicólogo, El Brujo, El Sacerdote

 

7) Un malandro que estuvo quince años en la cárcel

por estupro

por estafa

por lavado de dólares

por homicidio de primer grado

por homicidio de segundo grado

por homicidio de tercer grado

por homicidio del resto de la primaria y de todo el bachillerato

un malandro le dio el consejo apropiado.

—Quémale el carro Métele un tumbarancho por el tubo de escape.

—Es que ella es encapuchada.

—Entonces disfrázate de policía y mátala.

Dale una pedrada en la cabeza.

Luego le hundes la cabeza con un cincel.

La llevas a un rincón sin que te vean los otros encapu­chados y le metes candela.

O la obligas a comerse un perrocaliente y le echas bastante guasacaca.

O que escuche cuatro clases seguidas de Parasitolo­gía.

 

8) Igor vino vestido de lino de nuevo.

Pensaba llevarla a comer perros calientes en la calle del hambre.

Para que le diera disentería.

Para que muriera pálida de pura disentería.

Lo iba a hacer.

Estaba dispuesto a hacerlo.

Por eso la había citado a la salida del disturbio.

Pero se arrepintió al ver sus ojos

su pelo

su cintura.

Huyendo de un piquete de policías que estornuda­ban.

—Perdóname, Irina.

—¿Aún me quieres?

—Sí, mucho.

Yo también, pero tienes que inscribirte en el partido

dejar de usar camisas de lino

venir a buscarme todos los días puntualmente

aprender a tirar piedras

leer a Marx de nuevo y sacarme de aquí

¿oíste?

—Sí. O.K.

—O.K.

*De Noticias de una novia comunista

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