literatura venezolana

de hoy y de siempre

«Pecados de la capital y otras historias», de Gisela Kozak Rovero

Por José Ygnacio Ochoa

       Pecados de la capital y otras historias (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2012) de Gisela Kozak Rovero  marca un estilo con la utilización de la palabra como un rasgo substancial. Explicamos: el pensamiento del personaje está dispuesto con un giro característico en el lenguaje figurado  para que el lector se deje llevar por un sistema de relaciones entre la polivalencia de la palabra. Aclaramos acá que en esa polivalencia está el humor, la ironía y la inclusión de temas relacionados con la cotidianidad del urbe, además de los afines con el  orden mundial tales como: lo político, económico y alimentario, temas  propios del Tercer Mundo. Sumado a ello, las circunstancias propias —y hasta extrañas— de los personajes.

Veamos, en las ocho historias del libro hallaremos la aplicación de una estructura pensada y definida. Esta estructura comporta varias aristas. Una de estas líneas surge en virtud de cómo se presenta al personaje desde el mismo comienzo del relato Al filo de una caloría. Soy de jadeante respiración y tembloroso andar. Esta suerte de carta de presentación dispone al lector para el posterior desarrollo de la historia. En este caso es una mujer con rasgos específicos que no deja de pensar en una suerte de monólogo interior. Un soliloquio que va en dirección de múltiples explicaciones de su vida íntima y sus precariedades. Lo importante  del personaje está en que no deja pensar al lector, éste va siguiendo la trama al lado del personaje.

El lector sufre y padece tanto como el personaje, pero a su vez se divierte de las ocurrencias que se describen en el relato: El triatlón y la aeróbica y anaeróbica sexualidad de mi amante mantenían a raya las consecuencias de mi secretísima obsesión por el chocolate y el cerdo frito. Igualmente aparecen pasajes en el relato que originan sobresaltos, como lo afirmamos antes, lo extraño se concentra en situaciones que rompen con un patrón en el comportamiento —el cual estamos acostumbrados a ver en los personajes y en la cotidianidad—, este rasgo  suma al interés a la historia, ejemplo de ello es: permanezco escondida en el sótano  de la hacienda, rodeada de un bucólico silencio que no durará mucho. Una vieja y leal sirvienta ha introducido mensajes por una rendija del piso de la cocina…repentinamente al amanecer una luz brilló en mi mente enceguecida por el colesterol. Se establece una cercanía entre el lector y el personaje al punto de la complicidad, es como contarse las cuitas en voz baja para que el otro no se entere.

Otra de las líneas seguidas por Kozah Rovero tiene que ver de cómo incorpora el tema del liderazgo en sus relatos, en Los años dorados se lee, pero con una dosis de humor con el toque hacia la experiencia lúdica.  Tensión y distensión como una montaña rusa, el juego de lo alterno de un lenguaje con el uso de oposiciones en las realidades de los participantes. En este caso estimamos que el humor une el discurso  del líder con lo que debe generar en el lector. El tratamiento está dado por dos voces, una que se identifica como el discurso preparado donde se alude a imágenes icónicas. La otra voz es la del narrador quien ordena toda la historia. El final es abierto para que el lector decida. La escritora-narrador juega a la idea y al discurso como dos entidades separadas al punto de la ridiculización y las fusiona con la estética de la imaginación. Cobra importancia el lenguaje con tonalidades del humor para llegar a la emoción y en consecuencia a un estado de conmoción-perturbación del sentimiento.

En Desarreglo de un sentido, nos topamos con cinco  referentes inevitables de una Caracas abrumadora: Nuevo Circo, UCV, Silvio Rodríguez, Sabana Grande y los textos de Greenpeace dan un contexto hacia un significado con influencias específicas. Se describe a un protagonista —profesor de ecología— en las dos primeras páginas con sus manías o exquisiteces amatorias aplicadas indistintamente a mujeres y hombres. El asunto «curioso» radica en que el protagonista pierde su cualidad olfativa, luego sobreviene el desenlace. La narración fluye e incorpora dos realidades contrapuestas unidas por el juego diseñado por el narrador para llegar a un signo que enuncia intensidad en el discurso.

Avanzamos con  el relato Menos de cien años de soledad. Confesión desgarradora narrada en primera persona: Amé hasta mi desesperación. Años de catástrofe como un recuerdo  a mi esqueleto. Es, definitivamente, una declaración de amor. Reflexión extendida por los encuentros y desencuentros entre dos amores que se separan. Separación que da pie para que el/la protagonista en un tono de confesionario disponga de su memoria para exteriorizar su «soledad»,  «rutina» y  «pobreza». Compara realidades entre el cuerpo y la necesidad de estar acompañado. El matrimonio es visto como institución pero está el alma que se debate entre el  estar en compañía y el ser libre, presumimos la existencia de una disyuntiva entre lo establecido, dicho así son cánones-patrones que chocan con lo humano y sensible, luego  obrar con otro criterio que no es más que ser genuino en libertad, eso pesa y mucho en una sociedad que marca al hombre con modelos. Se decanta el ingenio de la narración para desarrollar una historia sencilla, al instante convertirla en una estructura que reflexiona en un sistema determinado de signos. Es un contenido capaz de darle vuelta a un asunto de la cotidianidad pero desde el visor de la polisemia, en otras palabras: ficción.

Víctor Bravo en Los poderes de la ficción (1987) expresa que: La literatura —recordemos a Mallarmé— no se hace con buenas intenciones sino con la textura y la ensoñación de las palabras; sólo a través de su filigrana, de su textualidad, el hecho literario puede alcanzar e indagar en las extraterritorialidades que lo han producido y lo acechan. Entonces,  los relatos de Kozak Rovero van por esta línea. Entre lo verosímil y lo que genera la escritura literaria, es decir se recrea, se produce el encanto de la palabra. Cada relato comporta su identidad y a su vez cada uno de ellos está unido por las particularidades de una ciudad. Temas abordados con un acento que los cuerpos resisten en sus precariedades  en Resplandor de eternidad o héroes de video: Jamás se mira en los espejos. Les huye. Sale a la calle rara vez. Cierra los ojos cuando un cuerpo agrieta la monotonía. Sus ojos son agudísimos: con ellos percibe los cuerpos como puñetazos. Necesita verlos, más de manera indirecta. El aislamiento no sólo es físico,  también se manifiesta en el rigor de las relaciones con los semejantes y aun manteniendo ese vínculo comunicacional el hombre va al descubierto  porque es la consigna de la estética de los relatos.

Personajes en un continente de emociones que van convirtiendo sus necesidades en preponderancias. Las simetrías, en caso que existiesen, se alejan del conglomerado. Lo no observado queda en evidencia por los movimientos y diálogos de los personajes. Los espejos serán los que en buena medida repliquen esa otra vida en La Vía Láctea. Los referentes se encuentran y las realidades se consiguen del otro lado de la pantalla. Las teorías se engranan  en otras tácticas. Dicho así  los sueños y/o fantasías cobran su relevancia. Lo auténtico existe en tanto existe la negación. El hallazgo del personaje está en el descubrirse el mismo: Nunca supo que la armadura se oxidó con las lluvias de octubre.

Las diferentes tonalidades de las emociones están contenidas en Dead Can Dance La palabra adquiere el sentido figurado, el deseado por la escritora para lograr cautivar al lector. Participan de una abstracción que colide con lo imaginado. El puente de un nuevo alfabeto es necesario para la traducción del mundo exterior y comprender mejor —quizás— el mundo de las pasiones. Este relato es alucinante, permítanme el adjetivo, pues el amor como el arte no debe poseer correlación de género. Suficiente que exista. Ahora, deviene en el relato un matiz poético: las almas libérrimas son ráfagas de luz, la niebla tiene olor a tiranía; donde fui una y tres en esos instantes, intuiciones de la eternidad, en los que la existencia su muestra entere…El deseo, esa enorme cicatriz luminosa…  frases  con giros poéticos. Sugieren imágenes que  reflejan la comprensión de un mundo. La presencia dual de  «Francesca y Antonio» —en 1980— en la vida de Teresa Visconti y luego la aparición de  «Giorgio y Nerissa»—en el año 1990—   se integran como un personaje en su conjunto. No se visualizan por separado, el amor es así no separa, en todo caso, une. No se explica, se siente. La presencia del elemento musical funciona como un dispositivo en la puesta, pues le da un toque que permite un ritmo, la música de: Mahler, Liszt, Brahms, Bach sugiere escucharla mientras se lee el relato (podríamos intentarlo): Los recordaré siempre entrando a los jardines desnudos: tú, Nerissa, con tu cabellos de un dorado oscuro ondeando hasta la cintura, cabalgabas a Bacherolette a pelo, apenas cubierto su lomo con un lienzo; tú, Giorgio , cabalgabas a Rakim con tu cuerpo erguido y tu miembro en descanso. Se reían buscaban a alguien con la mirada… Es el juego planteado por la escritora para que el lector mueva el espejo de las historias.

Las ocho historias mantienen una conexión. La autora se encuentra con el lector en los Pecados de la capital y otras historias. Ella, la escritora se transparenta con su alfabeto. Se dispone para presentar su juego de vocablos en el orden de la ficción para ascender con los protagonistas en una vida desde lo íntimo. Cada personaje se descubre como lo que es. Se desnudan con sus excesos e imperfecciones, con sus deseos y sueños, con sus pérdidas y sabiduría para acompañar a la autora en su discurso narrativo.

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