Dilia Contreras
Para los años 1800 y aún en los años 1900, la mujer sólo se desempeñaba como ama de casa, esa era su mejor función, nacía para ser madre y esposa, la educación le estaba negada, (sobre todo si provenía de las familias de bajos recursos económicos), sólo las señoritas de las familias más reconocidas en la sociedad, eran las que tenían acceso a la educación.
Fue en el año 1885 cuando Zulima, seudónimo utilizado por Lina López de Aramburu, presenta su obra titulada María o el despotismo, drama en tres actos, fue realizada como ofrenda al Libertador Simón Bolívar, tomando en cuenta el primer centenario de su nacimiento. En agosto de 1883 la obra fue enviada por la autora al Presidente de la República Antonio Guzmán Blanco, quien respondió en julio de ese mismo año, anunciando la aprobación por parte de la Junta Directiva y pasada al Jurado de la Academia para su publicación, la cual se hizo efectiva en el año 1885. También se pudo conocer sobre otra obra de esta autora titulada La carta y el remordimiento, publicada en el año 1900.
Según Lorena Pino, Para el año 1885 fue publicada la obra El premio y el castigo, y El Sacrificio por oro o un padre ambicioso en 1886, cuya autora fue Julia Añez Gabaldón, quien muriera en el año 1900. Entre los años 1888-1890, en la ciudad de Coro, se funda la Sociedad Literaria que lleva por nombre “Alegría”, por Polita J. De Lima, debido al éxito que obtuvo esta fundación, Virginia Gil de Hermoso decide fundar en la misma ciudad la Sociedad “Armonía”, luego en Churuguara (estado Falcón) se funda la Sociedad “Alegría-Armonía”, ejerciendo la presidencia de dicha institución Obdulia de la Paz Esser. Todas estas fundaciones fueron creadas con la idea de dar acogida a aquellas mujeres, que se mostraban interesadas por el mundo de las letras. Fue así como en 1894 el monólogo Sola, de Josefina Hermoso de Álvarez, se publica por medio de la fundación “Armonía Literaria”.
Al parecer para la época era común que las composiciones literarias aparecieran publicadas en la prensa, y por lo general iban dedicadas a aquellas personas que gozaban de cierta admiración por parte de los autores, se denominaban “monólogos” a estos escritos, sin embargo, según los conocedores de la materia estos escritos no cuentan con las características en su estructura ni en su forma, para ser considerados textos o monólogos de teatro.
En 1895 Margarita Agostini de Pimentel bajo el seudónimo de Margot, presenta su obra Juguete Cómico, obra en un acto y doce escenas, cuya publicación se hace a través de la revista el Cojo Ilustrado, este mismo año Virginia Gil de Hermoso publica su monólogo La Libertad, la obra La flor de Cabiorá, fue escrita por Berenice Picón de Briceño, quien fuera la mamá del dramaturgo Adolfo Briceño. Iniciando el siglo XX no son muchos los cambios que se dan en Venezuela en materia de teatro, los representantes de estos primeros años fueron en su mayoría hombres, donde destacan los siguientes: Andrés Eloy Blanco, Leopoldo Ayala Michelena, Leoncio Martínez, Rafael Guinand, Rómulo Gallegos se presenta como novelista, es para el año 1910 cuando se da a conocer como dramaturgo con su obra El Motor, en 1911 se presenta con Los Ídolos, y en el mismo año Los predestinados, en 1915 presenta El Milagro del año.
Para el año 1900 fue publicada la obra de Lina López de Aramburu La carta y el remordimiento, ya en esta obra López de Aramburu hace mención a la diferencia entre las clases sociales, el amor y el abuso de poder. Fueron muy pocas las dramaturgas que participaron en estos primeros años del siglo XX, en 1904 la fundadora de la Fundación “Alegría” publica Agar (monólogo en verso), y para 1917 publica Anatolía, para el año 1906 María Cova Fernández presenta Valentín, con esta obra se inauguró el teatro en la ciudad de Upata en el Edo. Bolívar, Andrea y la Bohemia, corresponde a la autoría de esta misma autora. María de Betancourt y Figueredo publica en 1909 Manojo de flores, y para el año 1922 presenta Los 10 mandamientos y La Ley Fatal.
Para los primeros treinta años del Siglo XX sólo se tiene registro de ocho obras, cuya autoría corresponde a mujeres. La mayoría de las obras escritas hasta la fecha trataban temas muy ligeros, no había una profundización en el texto, al respecto Monasterios (Citado por Pino Montilla 1994) expresa lo siguiente:
El signo del teatro criollo es la superficialidad; el dramaturgo copia los detalles anecdóticos de la realidad circundante y de las personalidades que la hacen viva, pero no se introduce verdaderamente en el sistema interno de las relaciones psicosociales, ni en la estructura profunda de los problemas que lo ocupan; prefiere lo pintoresco y lo “típico”; su lenguaje es invariablemente un diálogo vulgar, sin recreación, igualmente copiado de la realidad”. (pp. 25-26)
Después de la muerte de Juan Vicente Gómez en el año 1935, Venezuela empieza a experimentar una serie de cambios, en todos los sentidos, en lo político, lo social, lo económico, se empiezan a dar eventos que guían al país hacia el surgimiento de nuevos proyectos y propuestas de diferentes sectores, encaminados a alcanzar un mejor desenvolvimiento en todas las áreas, en busca de progreso y mejoras para la sociedad venezolana.
Todos estos cambios que se empiezan a presentar en los distintos sectores del país, contaron con la participación de muchos profesionales de origen extranjero, que estaban llegando a Venezuela y tuvieron (para fortuna del venezolano), la buena idea de quedarse y ejercer su profesión en territorio venezolano. Es así como muchos autores, críticos e historiadores del teatro venezolano, están de acuerdo al señalar que es a partir del año 1945, cuándo se empieza a desarrollar el verdadero teatro en Venezuela. Esto se da con la llegada de autores como Alberto de Paz y Mateos, Jesús Gómez Obregón, Juana Sujo, Francisco Petrone, Horacio Peterson.
Estos creadores como ya se ha mencionado en el primer capítulo de esta investigación, fueron los responsables de fundar varias instituciones dedicadas a la formación no sólo de actores, directores, dramaturgos, como es el caso de la Escuela Nacional de Teatro, el Teatro Universitario, el Grupo Máscaras, entre otros. Si bien se ha dicho que fueron muy pocas las mujeres dramaturgas y las obras que se publicaron o presentaron, en los primeros treinta años del siglo XX, hay que destacar que lo importante no siempre es la cantidad, si no la calidad, en este sentido importa el hecho de que la mujer estuvo presente y no abandonó su labor como dramaturga. Es así como bajo el seudónimo de Margarita Rubio, aparece en el año 1940, Leticia de Maneiro con su obra Sangre Mestiza, con la cual ganó el Primer Concurso de la Comedia Venezolana del Ateneo de Caracas, cuya obra fue recreada en los habitantes de la isla de Margarita y estrenada en 1943, en el Teatro Nacional. La presentación estuvo a cargo de la Sociedad Amigos del Teatro, dicha institución había sido fundada en el año 1942.
En este mismo año se presenta Lucila Palacios, quien se dedicaba mayormente en el campo de la narrativa, aparece ahora con su obra Orquídeas Azules, fue presentada en el Teatro Municipal de Caracas en 1941. Más adelante en el año 1943 la Dirección de Educación Municipal de Caracas, le otorga a Lucila Palacios, el Premio Municipal de Teatro para niños, por su obra titulada Juan se durmió en la Torre, estas otras dos obras se le atribuyen a la misma autora, La Gran Serpiente y Niebla.
En 1945 se estrena en el Teatro Municipal la obra Blanca Nieves, de Graciela Rincón Calcaño, mientras que Halida de Valero Hostos estrena este mismo año su obra El Milagro de la gota de agua y el rayito de sol. Por su parte María Luisa Rotundo de Planchart publica en los años 1950 sus obras Pastoral Sagrada y La Adoración de los Reyes. Ya para los años cincuenta se empieza a notar una mayor presencia por parte de la mujer en el ámbito teatral venezolano, se incorporan en esta década nuevas autoras, como fue el caso de Carmen Delia Bencomo, Vicky Franco, Ida Gramcko, Elisa Lerner y Elizabeth Schön.
Desde el año 1942 Ida Gramcko se da a conocer como poeta, es a partir del año 1956 cuando se presenta como dramaturga estrenando su pieza María Lionza, esta obra obtuvo muy buenos comentarios por los críticos del momento, al considerar que esta obra se desprendía del costumbrismo que hasta la fecha se venía trabajando en la dramaturgia nacional. En el año 1958 estrena La Rubiera y para 1959 sale impresa La Dama y el oso, otra obra de la autoría de Ida Gramcko es La hija de Juan Palomo, la dramaturgia de Ida Gramcko siguió presente en la década de los sesenta.
Otra de las autoras que hace acto de presencia en los años cincuenta fue Elizabeth Schön en el año 1956, donde resultó favorecida con el Segundo Premio del concurso de obras de teatro organizado por el Ateneo de Caracas, con la obra Intervalo, estrenada en 1959, Elizabeth Schön también se le conoció como poeta. Para el año 1957 se presenta Carmen Delia Bencomo con su obra dirigida al público infantil titulada Delina y los tres Reinos, Iris Monte publica en los años 1958- 1959 las obras infantiles Cancioncilla de Primavera y El Doctorcito.
Vicky Franco es considerada una de las autoras más jóvenes de estos años, en 1958 presenta su primera obra Anna D´Siena, en 1959 estrena Merecure, en 1961 Sesgo, aparece nuevamente en la escena nacional en los años setenta. El año 1959 significó de gran importancia para todas aquellas personas que de una u otra forma estaban involucrados con el teatro venezolano, es este año cuando se realiza el Primer Festival de Teatro Venezolano en el cual participan 14 grupos con 15 obras, Elizabeth Schön se presentó con su obra Intervalo, y Vicky Franco con Merecure. En cuanto a los responsables de este primer festival, estuvo a cargo del Ateneo de Caracas y Pro-Venezuela.
Dos autoras más presentan su trabajo como dramaturgas en el año 1959, Elisa Lerner con su obra Una entrevista de prensa o la bella de inteligencia, y María Luisa Escobar con su obra Colegio de Señoritas. De esta manera finaliza la década de los años cincuenta, con un buen número tanto de autoras como de obras presentadas. El fin a la dictadura hecho ocurrido en 1958, significó un gran avance para todo el país, permitiendo un mejor desarrollo en los distintos campos de la sociedad venezolana y en especial en el área del teatro, donde los autores empiezan a tener mayores posibilidades y menos restricciones, para no sólo plasmar en sus obras los hechos relacionados con el acontecer nacional, sino que además sus obras empiezan a ser publicadas.
En el periodo comprendido entre 1936-1959 son doce las mujeres que se dan a conocer como dramaturgas, cuatro desde la muerte de Juan Vicente Gómez, con ocho obras, y después de 1950 hasta 1959 se presentan ocho mujeres con quince obras. Es decir que desde 1936 hasta 1959 se tiene conocimiento de un total de veintitrés obras realizadas bajo la autoría de doce mujeres venezolanas.
Para el año 1961 se llevaba a cabo el Segundo Festival de Teatro Venezolano, donde participaron 11 grupos con 11 obras, las autoras que habían participado en el Primer Festival, lo hacen nuevamente en el Segundo Festival, como fue el caso de Elizabeth Schón con Melisa y el yo, y Vicky Franco con su obra Sesgo, cabe destacar que en el año 1960 se estrena Una entrevista de prensa o la bella de inteligencia de Elisa Lerner, dando inicio a lo que fue la década de los sesenta, Elisa Lerner sigue escribiendo presentando de esta manera su monólogo Jean Harlow, El país odontológico, En el vasto silencio de Manhattan, posteriormente en los años setenta escribe La Envidia (sketch que formó parte de los siete pecados capitales), estrena su obra Vida con mamá, en 1975 escribe el monólogo La mujer del periódico de la tarde, ya en los años ochenta estrena otra de sus obras titulada El último tranvía. Es en este mismo año 1961 cuando se publica en un tomo la obra María Lionza, de Ida Gramcko, incluyendo las obras La Loma del Ángel, Penélope y La mujer del catey.
En 1968 Carmen Delia Bencomo publica un libro donde incluye varias de sus obras, Los papagayos, Otra que ganó tío conejo, Dos muñecos, un loro y un viento, Los muñecos olvidados, El vendedor de globos, los sapitos parlanchines, incluye en este mismo libro su obra Delina y los tres Reinos del año 1957. Lucia Quintero es otra de las autoras que se incorpora como dramaturga, entre los años 1960-1970 llegó a escribir más de 15 obras, entre las más conocidas se encuentran: del año 1966 Como gentecita recogiendo flores, de 1967 Verde Angustiario y 1×1 =1, pero 1+1=2, publicada en 1971.
En el año 1966 se da a conocer Mariela Romero, con la obra Algo alrededor del espejo, fue presentada en la sala de concierto de la Universidad Central de Venezuela, en 1968 escribe Este mundo circo, en 1969 El Juego de los Vampiros, entre otras. En el año 1976 estrena El Juego, es con esta obra que se da a conocer como dramaturga, en la década de los ochenta estrena Rosa de la Noche, El vendedor, y Esperando al italiano.
Para los años 1970 regresa Leticia de Maneyro, quien había sido premiada en los años 40, por su obra Sangre Mestiza, ahora en los setenta presenta su obra Luz de adentro, luego en el año 1976 publica tres obras para niños, La princesa caprichosa, Los vestiditos de Corina, y En el campo. Fue durante estos años setenta cuando se sigue desarrollando el teatro en Venezuela, en 1971 se crea el Rajatabla, en 1973 se empiezan a llevar a cabo los Festivales Internacionales, para el año 1974 el Círculo de Críticos de Teatro (CRITVEN), en 1975 el Consejo Nacional de la Cultura, (CONAC), en este mismo año seda la creación del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), en 1977 la Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro (AVEPROTE), en 1978, después de once años se lleva a cabo el Cuarto Festival Nacional de Teatro. Es decir, la década de los años setenta tuvo un gran resplandor en materia teatral, no hay que olvidar que todos estos grandes eventos se llevaron a cabo, gracias al trabajo que ya muchos autores y demás involucrados en el área de la cultura venían trabajando desde los años sesenta e incluso en los años cincuenta. Se podría decir que en la década de los setenta se empieza a recoger los frutos de aquellas semillas que se habían empezado a sembrar muchos años atrás, y que siguieron abriendo caminos hacia los años ochenta y noventa.
Ya en la década de 1980, es mayor la cantidad de mujeres que se incorporan como dramaturgas, igualmente se siguen presentando autoras como Elisa Lerner, con su obra El último Tranvía en 1984, se siguen llevando a cabo los Festivales Nacionales 1981-1983 y los Festivales Internacionales 1981,1983, 1988, 1990,1992, esto hace que haya un mayor estímulo para los autores nacionales.
Uno de los mayores aportes de la década de los ochenta, para el teatro nacional fue lo ocurrido en el año 83, en este año AVEPROTE, en el marco del VI Festival Nacional de Teatro, hace una convocatoria para el montaje y publicación de obras inéditas, de 52 que acudieron al concurso, 27 fueron publicadas y de estas 27, seis fueron escritas por las siguientes mujeres: Carlota Martínez con Que Dios la tenga en la gloria, Xiomara Moreno con Gárgolas, Perla Vonasek con Ella cantaba boleros, Inés Muñoz Aguirre con Estados Circulares, y Morelba Domínguez con su pieza ¿Por qué los gnomos menean la cabeza?, (esta pieza fue escrita junto a Armando Carías).
Además de Estados Circulares, Inés Muñoz Aguirre escribe durante los años 80 y 90, obras como Delirio en Azul, Las cuentas de tu rosario, Violáceo, Te devuelvo el tango, Cuatro paredes, El unicornio en el reino de Mazapán, ya en los años 90 escribe Satélite no visión, Color naranja y La visita, fueron publicadas Estados Circulares y Violáceo.
Por su parte Carlota Martínez culmina su segunda obra, Última recta final en 1988, publicada en 1994. Thais Erminy se presenta con el estreno de Whisky y Cocaína, La tercera mujer, en los años 90 publica su monólogo En un desván olvidado, Xiomara Moreno estrena su segunda obra Obituario, luego Perlita Blanca como sortija de Señorita, Geranio Manivela, y Último piso en Babilonia. Dentro de lo que sería el teatro infantil, se encuentra Morelba Domínguez, quien escribió junto a su esposo Armando Carías, ¿Por qué los Gnomos menean la cabeza?, se dan a conocer en los 80 por medio del grupo El Chichón presentando sus obras Abuelo ¿Quién pintó el mar de rojo?, y Viva la caja boba.
Virginia Aponte, estrena Variaciones sobre un mismo tema e Historias sin conclusión y con olvido, Alicia Álamo Bartolomé estrena en 1987 Juan de la noche, presentada nuevamente en el año 1991, a propósito del cuatricentenario de la muerte de San Juan de la Cruz, en 1992 se presenta en la Universidad Católica Andrés Bello, otras obras de su autoría son: Las muchachas de Cantaous, Las sombras de los Monteagudo, Primer Round, fue en 1993 cuando estrena su primer obra América y yo. Por su parte Dianora Hernández presenta, Que jaiba… mi madrina se murió de puro amor, De claro a oscuro canta el gallo en la mañana, y Tercer acto, fueron llevadas a escena por el grupo “Expresión”.
Una de las dramaturgas más jóvenes y que ha obtenido varios reconocimientos es Theotiste Gallegos, por su obra Bordado a mano 1987, obtuvo el Premio Municipal de Literatura “Augusto Padrón, por la Zaga, el Premio Comisión Presidencial para el Bicentenario del Natalicio del General Rafael Urdaneta, y en 1990 es galardonada con el Premio Bienal Casa de la Cultura de Maracay por su obra Almendra.
Otras autoras que se incorporan a la dramaturgia nacional en los años 80 son Nelly Oliver, Carmen Elena Mena, Lourdes Manrique, Pilar Romero, María Isabel Párraga y Valentina Saa, cuyas obras fueron publicadas en el año 1989. Otras autoras de nacionalidad extranjera, y que se dieron a conocer como dramaturgas en Venezuela fueron: Laly Armengol, Ethel Dahbar, Maritza Plasencia, Angélica Campos, Lidia Rebrij, Blanca Strepponi, estas son mujeres que sin duda con su trabajo, han aportado un grano de arena, para la dramaturgia nacional.
Desde Maracaibo se presentan otras autoras, Dianora Hernández, Margarita Figueroa y Jacqueline Golberg, quienes en el año 1991 presentan su obra titulada Cantigas Urbanas, en la cual tocan el tema de la mujer como una constante, se preocuparon por testimoniar su región, (Maracaibo). En 1993 Ana Teresa Sosa recibe el Premio “Santiago Magariño” por su obra Con los demonios adentro.
Se ha hecho mención a las autoras que con su trabajo como dramaturgas han contribuido al crecimiento del teatro nacional, es innegable el gran aporte que todas estas mujeres con su pluma y con sus distintas maneras de pensar y de ver la vida, han hecho que hoy día exista en Venezuela, un grupo de mujeres que integran la dramaturgia femenina venezolana. Es muy poca la información que se tiene de la mayoría de ellas, y seguramente habrán muchas en el anonimato, que aún no se han dado a conocen públicamente, pero que igualmente escriben para el teatro.