literatura venezolana

de hoy y de siempre

Monólogo para una actriz

Ibrahim Guerra

Ocho pm. Sala del apartamento de Martha. Aunque está decorado con esmero, luce desordenado. Se escucha tan sólo, proveniente de una de las habitaciones interiores, el sonido de las teclas de un tablero de computación. Tras el sonido de llaves, se abre la puerta que comunica con el pasillo exterior y entra Martha. Viene muy agobiada. Trae una sombrilla, un abrigo, una enorme cartera, carpetas, cuadernos y un fajo de papeles.

-Martha: (Mientras deposita las cosas en diferentes lugares. los cuadernos y papeles sobre la mesa del comedor) ¡Alfredo!… Alfredo, ¿estás ahí?… ¿Qué has hecho? ¿Y los perros?, ¿Les diste comida?… ¡Mira el estado en que está la casa!… Alfredo, yo salí a las cinco de la mañana, y ahora es que estoy llegando. Si yo no limpio, tú eres incapaz de hacerlo. ¿Hiciste comida?… (Se asoma a la cocina). Seguro que no te has despegado de ese aparato durante todo el día… ¡Si lo usaras para algo útil!… Deberías salir a la calle, y trabajar, así como yo. (Se aligera de ropa y de sienta a la mesa para revisar los trabajos estudiantiles). Esta mañana, cuando salí, había una manifestación de vecinos. Protestaban por la invasión de los terrenos municipales. Con gusto me hubiera quedado manifestando también. Tú deberías haber ido a protestar, pero, ¡qué vas a estar protestando tú! Por eso fue que te botaron de la policía. Yo no me explico cómo a un policía se le puede quitar el arma de reglamento. ¡Te la dejaste quitar! (Imita) «Yo no tengo valor para dispararle a otro ser humano». ¡Ni para eso, ni para nada! El diccionario dice que «valor» es sinónimo de «valentía» y de «precio», pero yo no creo que tú tengas ninguna de esas dos cosas. No es cuestión de dispararle o no a otro ser humano, es que si eres policía, tienes que disparar. Para eso te dan el arma, para que la uses. Ahora el arma está en manos de los malandros que te la quitaron… Esta mañana se formó un tiroteo en la puerta del banco. Mataron a dos delincuentes. A esos policías no les tembló el pulso para dispararles. Llegué retrasadísima al liceo. Perdí la primera hora de clases. (Cae en cuenta del olor). Alfredo, esto huele horrible, ¿limpiaste los perros?… (Se levanta y se dirige a la cocina. Entra) Pero bueno Alfredo, estos perros están inmundos. Hay que ayudar a Raiza para que salga a mear y a cagar. Desde que parió no la mueve nadie. Hay que obligarla. Alfredo, tú deberías interesarte en algo. Por ahí hay muchas personas que andan buscando quien les pinte la casa, o quien les haga reparaciones. Tú esas cosas las sabes hacer, pero eres flojo. A ti no te botaron de la policía por lo del arma, sino por inútil. Aunque es lo mismo, porque por inútil fue que te quitaron el arma. Dígame si tuvieras que dar clases en dos liceos diferentes, y tener que atravesar por manifestaciones de vecinos, de médicos, de estudiantes, tiroteos, bochinches, tráfico, para poder llegar… (Se le dificulta la lectura de uno de los trabajos) ¡Estos muchachos no saben ni escribir!… ¡Para eso fue que yo estudié Letras, para terminar dando clases en liceos y tratar de enseñar a muchachos que tienen voluntad de todo, menos de aprender y de superarse en la vida! «¿Para qué?», me dijo uno esta mañana, «¿Para qué profesora, nos vamos a matar estudiando, si al final en este país lo que importa no es el título?» Eso mismo es lo que yo digo. Yo soy licenciada en Letras, y ¿de qué me sirve ser eso? (Por la cantidad de trabajos) ¡Yo no sé quien me mandó a pedirle a unos alumnos de Catia que hicieran un análisis de la situación del país! Esta tarde los de la técnica le estaban tirando piedras a la policía. Uno de los muchachos casi se asfixia con una bomba lacrimógena. En la avenida, los médicos del seguro salieron a protestar porque y que no hay insumos en la maternidad, y las mujeres tienen que parir en quirófanos sin aire acondicionado, porque tampoco hay aire. ¡Esto es espantoso, corregir todo esto! No sé a qué hora voy a terminar. Tú deberías preparar la cena. ¿No sacaste la comida del congelador, como te lo indiqué? ¿No leíste la nota que te dejé?… ¿Que a eso de las cinco de la tarde sacaras la carne? ¡Qué vas a estar leyendo tú, pegado en esa computadora todo el día! ¡Debería haberte enviado un e-mail! Ahora esa carne va a durar horas en descongelarse. Si por lo menos te gustara la comida del microondas, pero, con esa manía que tienes de que la comida del microondas sabe a microondas… Deberías acostumbrarte, porque esos aparatos los hicieron para gente floja e inútil, así como tú, porque tú crees que basta con que tengas hambre para que la comida esté lista y servida en la mesa… Esa es culpa de tu madre. ¡Ahí es donde empieza el machismo de este país, por las madres! (Imita) «Menos mal que es varón, porque las mujeres en este país pasan mucho trabajo». ¡Esta falocracia inmunda es la que nos tiene sumidos en la pobreza a los países del Tercer Mundo! ¡Todos los países del Tercer Mundo son machistas!.. Tu madre tuvo las bolas de decirme un día que si todavía te gustaba que te llevaran la comida a la cama. ¡Señora, le dije, yo soy su mujer, no su niñera! Me dijo que yo era una mujer soberbia, que a cuenta de liberada y de que trabajaba en la calle, hacía de todo para olvidarme de mis verdaderas obligaciones. «¡Si te casas, me dijo, tienes que ser responsable! Está bien que trabajes, no lo critico, porque tampoco me imagino que mi hijo tenga que mantenerte. Está bien que contribuyas con los gastos de la casa, porque esa perra que tienes come mejor que ustedes». Mire, señora, le dije, si a su hijo le da la gana de comer no tiene mas que abrir la nevera y sacar un pedazo de suela del congelador y esperar a que se le descongele y freírlo, eso es lo que debería haberle enseñado. Con eso no iba a dejar de ser hombre. En cambio a esta perra si no se le atiende se muere… Yo te lo dije, Alfredo, que ese animal no era lo más conveniente para un apartamento. Yo te lo pregunté: ¿Y quien lo va a cuidar? «¡Yo!», me dijiste, estos perros, si se acostumbran, sólo comen comida de cajitas, esa comida no ensucia. ¡Claro que esa comida no ensucia, porque se la comen, ensucian ellos, cuando la cagan!.. (Se dejan de escuchar las teclas) ¿Y dónde va a cagar la perra?, «¡Abajo!», me respondiste. ¿Y tú crees que eso es un cagadero de perros?, ¿Tú no te has enterado?, métete en Internet y averigua lo que dicen las Ordenanzas Municipales. «Bueno, chica, se le ponen periódicos por ahí». ¿Cómo te imaginas, Alfredo, que vamos a estar caminando sobre periódicos llenos de orine?… Tampoco me parece justo regalarla, así como tú quieres. Ya yo me encariñé con ella y no lo voy a permitir. Eso es como si se me ocurriera a mí regalarte a ti… Con gusto lo haría, ¡pero yo no sé quien carajo me va a aceptar el regalo!

(Se oye un disparo. Pausa.) -¿Alfredo?…. Alfredo, ¿qué fue eso?… (Se levanta y se dirige a la habitación) ¡Alfredo, ¿qué pasó?. El disparo salió de aquí. (Se asoma) Alfredo, ¿qué pasó, que estas ahí tirado en el piso?! (Desesperada) ¡Coño, háblame, Alfredo, ¿qué pasó, Alfredo, que pasó? No, Alfredo, no!…

Sobre el autor

*Publicado en EL NACIONAL/PAPEL LITERARIO

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