literatura venezolana

de hoy y de siempre

Mireya Tabuas

Por: Alirio Fernández Rodríguez

Mireya Tabuas (Caracas, 1964) es escritora, periodista y guionista venezolana, hija de un padre migrante, y desde 2014 también es migrante. Además ha dado clases en el nivel universitario, primero en Venezuela y ahora en Chile, una experiencia importantísima para una mujer a la que le gusta enseñar. Fue tallerista en el CELARG y ha dictado a su vez talleres de escritura, para niños, jóvenes y adultos, en su país y en Chile. Ahora es editora en dos medios: uno dedicado a las criptomonedas, donde ella es la única experta que no invierte en eso, y otro llamado Guayabo, que es un espacio para los migrantes venezolanos, dentro o fuera del país. Su literatura tiene la impronta de lo infantil o juvenil, por lo que cualquier tipo de público puede encontrarse en ella.

En Chacao pasé toda mi vida hasta que migré, dice Mireya Tabuas al hablar del lugar de donde proviene. Ella considera que Chacao es su territorio porque se apropió de sus costumbres y de su diversidad. Sin ser una mujer muy religiosa recuerda lo mucho que disfrutaba ir a las procesiones, la llegada de los palmeros. Ser una niña de ciudad, con una “mamá vieja” que le daba ciertas libertades, le permitió recorrer Chacao, en bicicleta incluso, para andar sus calles y encontrarse con los amigos.

Mireya Tabuas entiende hoy que el gran valor que tiene Chacao está en esa diversidad de convivir con hijos de españoles, italianos, árabes, chinos como algo normal, sin mucha noción de la diferencia, aunque conscientes de ella. Gracias a ese universo que fue Chacao prevaleció lo humano en lo diverso que era la gente, lo entendió desde niña y eso la marcó para siempre.

Una adolescente perenne es como se concibe Mireya Tabuas, sin ningún tipo de complejos. Aunque reconoce que la niñez todavía está muy cerca de la mujer que es ahora, ve en esa condición adolescente la dualidad de querer ser adulto sin dejar de ser niño, a la vez, y así se reconoce la autora hoy. Mireya ha tenido que “aprender a ser adulta a los trancazos”, pero conserva cosas infantiles que pocos podrían imaginar. Es verdad que siendo una mujer con responsabilidades, ya madura, tiene deudas con los logros, con cierta estabilidad, que un adulto no debería conservar. No obstante, le debe muchísimo a esa condición adolescente, llena de inseguridades, de dudas, de preguntas. Y también esto ha marcado de manera importante su literatura, donde lo infantil o la adolescencia suelen ocupar un lugar desde donde se mira cuando cuenta una historia.

Yo era la caperucita, yo era la bella durmiente cuando era niña porque mi papá me leía cuentos tradicionales y yo los protagonizaba, recuerda Mireya Tabuas. De ese modo nació la lectora en Mireya, gracias a unos padres ya mayores que leían mucho aunque no pertenecían al mundo literario o intelectual, simplemente les gustaba leer. El encuentro con la lectura fue temprano para la escritora a través de literatura infantil y con cuentos totalmente inventados por su madre. Luego llegaron los libros prohibidos con las visitas de su padre los domingos. Y es que Mireya y su madre vivían solas cuando ella era casi una adolescente y él le traía libros a su madre que la pequeña Mireya no podía leer. Como era de esperarse la niña se interesó por esos libros.

Así conoció La triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada de García Márquez, sí como un libro prohibido. Luego, a través de una amiga, leyó Los Cinco, libro de aventuras de Enid Blyton, y esto transformó su vida; quería reproducir esas historias que leía en su vida real, ir a la playa buscando contrabandistas en Macuto o ser varón como una de las protagonistas de aquellas páginas leídas. A partir de aquí, con diez u once años, quiso escribir, primero con un plagio adolescente a Blyton y, después, con un diario que todavía conserva donde reposa la época de la ternura. Sin grandes lecturas, sin precocidades intelectuales, con mucha inocencia y el contagio lector que vino de sus padres, Mireya Tabuas descubrió que quería contar también sus historias, así nació la escritora.

Mi primer trabajo fue a los quince años porque mi papá murió cuando yo estaba en el último año de secundaria y nadie más mandaba dinero a casa, cuenta Mireya. Su madre, con sesenta años, tuvo que buscar trabajo y ella tenía que ayudar. Así fue como trabajó cuidando y enseñando a unos niños chilenos, quienes muchos años después la ayudarían a migrar a Chile.

Ya en la universidad, mientras estudiaba Comunicación Social en la UCV y Teatro por las noches, Mireya fue guionista de una serie televisada con apenas diecinueve años. Aquí descubrió que le gustaba el trabajo en el mundo audiovisual, pero además que quería trabajar por la infancia. Una vez graduada quiso entrar al periodismo y así llegó una de sus más grandes pasiones, vio en el periodismo un vehículo de libertades que le permite a la gente conocer el mundo y dar mejor rumbo a sus vidas. Así se hizo periodista en El Nacional por diez años.

Creo que parte del trabajo del escritor es ser constante, dice Mireya Tabuas aunque acepta no ser tan constante en su oficio como escritora. Para ella se impone un gran debate entre la escritora y la mujer que es, donde esta última elige también hacer periodismo, docencia y diversos proyectos más que dejan a la escritora un poco minimizada. Mireya es una mujer capaz de asumir muchos retos, pero la escritora le recrimina a la mujer el no dedicarse a escribir mucho más y  ahora como migrante ve el mundo editorial lejano, como una montaña que cree no poder escalar. Quizá no ha hecho suficiente por sí misma, por la escritora, reconoce Mireya.

Mi literatura está marcada por la presencia del Yo pero no solo del yo de Mireya sino el yo de otros, señala la autora. En su obra es esencial el mundo privado; cree que desde ahí puede entenderse la vida pública. Para escribir, parte del precepto de que siempre se han contado las mismas historias, pero se cuentan desde una mirada particular. El tema de la voz es fundamental para Mireya Tabuas y sabe que lo que escribe está muy vinculado con la infancia y la adolescencia. Su narrativa actual está también muy marcada por la nostalgia e incluso donde hay drama o violencia lo que subyace es un tipo de humor.

No niega que lo que escribe está bastante influido por lo que ha leído, pero sobre todo debe la fuente a esa diversidad que la conforma como persona, ser hija de migrantes y ser ahora migrante, lo que a la vez le ha concedido un descubrimiento: saber cuán venezolana es ahora que está afuera del país. De ahí surge en Mireya una sensación de autoexclusión, también, lo que la ha alejado del mundo editorial y literario. Todo esto es también su literatura.

La literatura hoy está presente, pero más allá del formato libro aunque se crea que está ausente, piensa Mireya Tabuas. Para ella la literatura ahora pasó a otros escenarios, hay guiones de grandes series audiovisuales que desbordan literatura, muchos diálogos repletos de buena literatura. Pero además cree que hay quienes escriben en las redes sociales, un estado o mensaje, y construyen también literatura. Lo que pasa, según Mireya Tabuas, es que el libro ha tenido que reinventarse, pero la literatura así como está en la palabra está cambiando hacia otras formas de leerla. En cuanto a la literatura venezolana actual piensa que la diáspora ha traído una movilización importante, aunque no todo tiene que gustar y quizá la literatura que perdure no sea lo que esté más de moda ahora. Mireya, desde afuera, celebra que haya tantas voces venezolanas resonando en el mundo.

En la mochila Mireya Tabuas ya tiene publicados: Gato encerrado (1995), Cuentos para leer a escondidas (1999), Venezuela en el asiento de adelante (1999), Mi hanno rapito il gatto! (2002), Cuentos prohibidos por la abuela (2009), No abrir hasta el año 3000 (2010), La mano de mamá (2013) y Azul y rojo (2013).

Cuento

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