literatura venezolana

de hoy y de siempre

«Marzo, ceibas y samanes», de Héctor Nuno González

Por: Francisco Aguiar

MARZO, CEIBAS Y SAMANES O LA CAPACIDAD DE PINTAR EL LLANO CON PALABRAS

La capacidad de describir con la minuciosidad que tienen los buenos narradores es un arte complejo, tan complejo que pocos logran lo que puede lograr el periodista Héctor (Nuno) González a la hora de plasmar historias y un ejemplo de lo que afirmo se puede constatar en la obra que lleva por título: MARZO, CEIBAS Y SAMANES (2024).

El buen narrador, el que maneja el arte de describir, tiene la capacidad de pintar con palabras – cosa que está bien -, pero mi buen amigo no sólo pinta con maestría el paisaje llanero, en la obra antes mencionada, sino que logra algo más difícil y complejo: plasmar la esencia de un pueblo que, en palabras de Rómulo Gallegos, «sufre y espera».

¿Qué espera el veguense, el sancarleño? Tal vez que «se fusile en las plazas a todo aquel que robe el erario», p.18 o que las Yenifer (niñas de 13 y 14 años) no sigan trayendo pobres al mundo, es decir, sufrimiento o que no haya necesidad de migrar a otras naciones.

Volviendo al tema de la minuciosidad que tiene Héctor González a la hora de narrar. Debo hacer referencia a la crónica que lleva por título «Sala 11, un relato esperanzador», puesto que en esta crónica – que cuenta las peripecias que vivió el profesor Juan España cuando le diagnosticaron cáncer en el año 2001- hace gala de lo que afirmo.

El llanero, como bien es sabido, se toma enserio los asuntos de honor. Así pues, la palabra empeñada tiene valía. Fallar a la palabra empeñada o sencillamente incurrir en alguna afrenta, es peligroso. Tan es así que el adagio popular reza que «las deudas de honor se pagan con sangre». Los relatos: «Tragedia de verano», «Don Tito quiere matarse» y «Medio día de marzo» se enfocan en este tema.

El relato que se titula «Los Comisarios» también hace alusión al tema del honor, pero no de forma sangrienta… se toca a modo de escarmiento cuando la madre de unos jóvenes se entera de que estos habían robado la cosecha de una finca, al soltar estas palabras: «Ahora mismo vamos a devolver esta cosecha, porque o son honrados por las buenas o son honrados por las malas», p. 25.

En cuanto la capacidad del llanero para crear historias y aforismos, mi buen amigo en los cuentos titulados: «La leyenda de la mochila de huesos» y «Como pavo de la rubiera» da una muestra de ello. El primer texto, es una historia – algo terrorífica – que los llaneros cuentan a los niños para que se acuesten temprano y el segundo sirve para designar – bajo una sentencia – que hay hombres que están «solos», tan solos como el pavo de la rubiera.

MARZO, CEIBAS Y SAMANES es la obra de alguien que a fuerza de cazar historias, de enfrentarse al «diarismo» – como le encantaba decir al querido y recordado José Sandrea – ha agudizado sus sentidos. El periodista Héctor (Nuno) González sabe observar, escuchar, leer rostros, contextos y si a esto le sumamos el talento innato que posee, lo siento capaz no sólo de pintar, con palabras, el llano en todos sus matices, sino de entrevistar – como cuenta en su obra – hasta a los difuntos para plasmar buenas historias.

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