Por José Ygnacio Ochoa
Los trabajos y las noches (La Liebre Libre Editores, 1998) de Harry Almela. La extensión de un poema en un espacio en blanco tiene mucho que ver con la respiración del poeta. Éste contiene unos enunciados que se conforman con la memoria y la posterior disposición en la piel, en tanto se desprende como una locución genuina. El carácter que pueda vislumbrar cada palabra y los posibles encuentros con sus semejantes se relaciona con el camino nada aritmético que comporta esa conjunción de vocablos. Entonces, cómo se admite el poema, pues, en ese espacio determinado tendrá un componente ineludible y es la energía con la que el poeta suma para llegar a un argumento que sea transmitido al lector. Pareciera que la ecuación es sencilla, quizás si vemos en el término del poemario y digo poemario —libro— porque es allí donde radica la dicción total del esfuerzo.
Dicho esto, cómo conquista el poeta al lector, ¿sólo con la palabra?, creemos que sí porque es lo único que queda después de todo. Lo que suceda antes es tarea del poeta y su circunstancia. El libro será la esencia. Leamos a un José Antonio Ramos Sucre, a un Armando Rojas Guardia o a un Rafael Cadenas para nombrar sólo tres de los poetas venezolanos y no hacer la lista más extensa. Ellos con su pluma han escrito y ampliado su argumento: solo con la palabra. Lo desarrollan en sus libros. Es un metalenguaje donde aparece Dios y sus opuestos, donde aparecen sus referentes y de alguna manera desean compartirlo con sus lectores, aparecen los recuerdos, ausencias y en gran medida se desprenden de ellas para reflejarlo en un nuevo signo. Todo lo demás será extraliterario.
El poeta Harry Almela, quien también escribió relatos y ensayos, es de esas plumas acuciosas, exigentes y con identidad. Su transitar por la literatura fue para la literatura, no existe duda de ello. No importando por dónde estuviese: Maracay, España (Madrid-Barcelona), Caracas o Mariara. El libro, la lectura y la escritura eran sus amantes. Almela escribió en un sentido horizontal y en un sentido de igualdad, explico: escribía para ser leído por todos, creemos que el propósito era que cada lector consiguiera su respiración, su reflexión y en consecuencia su propia ecuación.
El poemario Los trabajos y las noches se divide en tres instancias, la primera la denomina Cuaderna vía compuesto de 18 poemas y una segunda instancia titulada Los trabajos y las noches de 19 poemas y en una tercera instancia la denomina Postscriptum contenida de un poema titulado: Notas para un poema de amor. En el primer grupo de poemas Almela se decanta por llamar en gran medida a sus referentes. Los convoca para, a través de ellos, decir de sus miedos por el sentido de la palabra y en consecuencia de la poesía. La poesía como forma discursiva:
ENTRADA (RILKE)
No crea usted en lo que voy a decirle
En las páginas de este libro.
El amor es un artificio
Que destroza flores en el parque.
El gris de los palacios, suspendidos
en la niebla, es el sitio del reposo
para este corazón que tiene miedo.
No crea en mi palabra, vuelvo a repetirle.
La poesía miente, mi querida señora,
miente como el sol de verano en Dinamarca.
En este primer poema expone su preocupación por la trascendencia y significación de un género. Estimamos que es el riesgo que asume para presentar su inquietud y entendemos que es su forma de contraponer un criterio para que el lector reaccione ante tal cuestionamiento. Almela no es ingenuo al momento de dar a conocer esta duda y más que duda es una suerte de contradicción dentro de su universo creador. Es válida su razón. Es una forma de remontarnos a Rainer Maria Rilke y su Cartas a un joven poeta. No pretende ser aleccionador pero trae a colación la duda por la utilización de la palabra y la compara con el amor. Ambas, palabra y amor, son sus vacilaciones porque mienten. Acá, nos detenemos. Sentimos que el propósito va por otro paraje, es como sacudir al lector para que reaccione desde la reflexión de lo escrito y, acto seguido, renueve su pensamiento. Es un leguaje sugerido.
No se escatima espacio alguno en Los trabajos y las noches para la explicación. Se aprovecha de todo el espacio que le confiere la página. En decir lo que está en su voz poética. Es el tamiz del que se vale para conectar con el lector. De hecho, más adelante, en De las partes de la oración (Gramática de la Lengua Castellana, 1771), se vale del significado de las clases de palabras para luego significarlos con un lenguaje que designa otra existencia. El poeta se detiene en una explicación desde su conocimiento del sustantivo, adjetivo, interjección, verbo y las personas del verbo para acercarse con otras imágenes: Lo corpóreo ante lo incorpóreo, lo expreso o lo suplido, los efectos del ánimo: tristezas, dolor y alegría. Conjuga el verbo amar en su tercera persona del singular: él ama o ella ama, así concluye el poema. El lector determinará desde su espacio y desde su soledad.
Almela fusiona en su memoria algunos nombres de la literatura con espacios en momentos históricos diferentes. Sólo la poesía lo permite. Articula a Carl Sandburg —nacido en Gallesburg-Illinois en el año de 1878. Premio Pulitzer en 1940, considerado el padre del verso libre. En sus poemas a ratos se encuentra una dulzura propia del mundo de la niñez— con Santiago de León de Caracas —nombre que asigna Diego de Lozada a Caracas en el año de 1567—los une y los acaricia con una voz en femenino, la voz de una ciudad se descubre en un encuentro por vía del diálogo en el poema: Carl Sandburg sueña con Santiago de León de Caracas:
Aquí estoy, al pie del gran cerro,
triunfante entre cadáveres,
asomada al río que no goza
…
Aquí estoy, contenta, riéndome
de tu inocencia, de esa vaga sensación
de sentirse útil, aferrado
…
Aquí estoy, con las caderas
desnudas en los bares, contemplando
tu dicha pasajera, tu alegría
…
Déjame trabajar
Soy la ciudad.
Es una relación que se unifica en el sueño del poeta. Reafirma una categoría de los referentes que sólo tiene cabida en la estructura de un libro dedicado a la poesía. La ambigüedad se deslastra porque ese significado no se ubica en el diccionario. Esto en caso que estemos buscando los significados de la palabra asignados por la convencionalidad. La voz del poeta dispone otro alfabeto, otro orden sígnico. Para esto se debe leer el poema en su acción con otro símbolo, otro ritmo. El término se adecua a una relación sugerida, mas no la relación causal. Es el atrevimiento de la voz del poeta. La voz nos invita a seguir el juego del: sentido-nombre-cosa. —Sentido en tanto alejado de las doctrinas, nombre por la fuerza fonética y cosa por su referencialidad—. A partir de esta consideración se establece otra relación del significado. Es lo que escucha-lee el lector con el poema. Sucede con Último soneto (junio, 1986): Confiesa Dante amor a la inocencia/Que llamó Beatriz, la de Florencia/La villa de los Borgia, tenue y dura. Es un ir y venir en la acción del libro: Continuaré soñando con ese mar que no conozco/…/Ahora soy sólo un sueño vulnerado/… La palabra está sujeta a un adiós, a una despedida, a un encuentro y una constante conversación entre poetas en el espejo en actitud amatoria, entonces: Walt Whitman, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, William Osuna, Ungaretti y hasta el propio Louis Armstrong aparecen en esta primera parte del libro para que la poesía se restaure en su otro reino.
En esta otra parte del libro —segunda instancia— lo entendemos como un homenaje a la poeta argentina Alejandra Pizarnik, el poeta no lo dice, la voz poética sí:
A CONFESIÓN DE PARTE
Escribimos para destrozarnos.
Ya no hay temor.
Cansados de abrir ventanas en el mundo,
no buscaremos más en tratados de inocencia.
…
Será su condena apaciguarse,
Aguardar al siguiente peregrino
El eco de la infancia, de la remembranza, de los espacios y de los sueños serán una representación de un signo nuevo en tanto se reinventa desde una lectura propuesta: Los trabajos y las noches se convierten en un nombre propio que designa una condición: el poema en absoluta soledad porque en poesía todo tiene su tiempo. La conexión estará evidenciada por sentido del signo dispuesto en el poema por eso sus múltiples distinciones en la representación. Decía Vicente Gerbasi (1913-1992) que, mientras para otros en donde termina la noche es cuando comienza para él. Su libro: Mi padre, el inmigrante será el que determine el corpus de su Ars poética. En el caso del poemario Los trabajos y las noches, las emociones, los objetos y la naturaleza estarán dispuestos para sugerir una realidad por vía de las imágenes para crear otra existencia lo vemos en Los hombres solitarios:
Los hombres solitarios tienen aspecto
de los que vienen de regreso.
…
Los hombres solitarios leen, distraídos,
los titulares del periódico.
…
Los hombres solitarios son fanáticos de los deportes.
Piensan. Piensan siempre en lo que tuvieron
…
Los hombres solitarios también son víctimas
de pesadillas reincidentes. Siempre buscan,
a pesar de su convicción en los encuentros.
…
Así viven su fábula porque olvidan
que los asuntos del hombre tienen su estación y su causa
Disfrutan del llanto como si no hubiera.
El sistema se rompe, pues si en la vida que se dice ordinaria existe construcciones determinadas, en el poema la estructura será abierta para el lector y en consecuencia logre unir/construir otro significado, insistimos en esto. La página en blanco. La unidad del libro estará dada como totalidad en tanto su composición. La convicción del poema se configura por la complejidad de su relación con el resto de los poemas. El poemario finaliza con un Postscriptum o notas para un poema de amor. Lacónico, soñado y desprendido como la verdad en los sueños. Efímero por la delicia en el mundo y prometido en el camino de la seducción.