literatura venezolana

de hoy y de siempre

Lepra (selección)

Alberto Hernández

En el cielo de la boca

pudo haber sido orilla
barranca en el instante de la caída
pero no fue así:

había una manera
hubo
de decirlo
de regarlo de esconderlo
pero nada de eso
nada

fue impreciso innecesario

techo de catedral cagado de pájaros
en el momento
no sentí la nieve ni la muerte
ni las palabras pero me salieron de la boca
y una mancha de sangre

hemofilia y canción/ en la plaza mayor
brotaron con el frío
con el clima inclemente
de la ciudad espadaña

sentí cuchillos en la carne
sword creí oír en la mecánica
de la voz de un viejo del tormes
que vagaba conmigo deshecho
hecho mierda
borracho

estrangulado por el viento
inglés de Londres / turista
sí / no
pudo haber sido
y entonces lo dije
lo vomité
con el café y la rosquilla esa madrugada
con el francés que no hablo
el masticado inglés
todavía andaba por ahí
entre mis labios mientras mis dedos
acusaban el dolor la pelambre del dolor
y también andaban en este aún discreto
vallejo apesadumbrado trilce y todo
poemáticamente humano
y el niño rimbaud
orinado meado
angustiado
gangrenado
y también los sonidos de canoabo en gerbasi
y los de cumaná en ramos sucre el insomne
en suiza
como yo ahora ayer
hace siglos
¿qué digo de manicuare en el mar?
¿qué siento si / no soy o si fui?
pude haber sido una hipérbole ¿eso existe?
pero sí / o no/ pude haber sido cirujano o loco
hasta el ahogo

hasta la mano congelada
en medio del pecho
bajo el cielo permanente de la boca
la encía astringente
la hemorragia
el plasma criogénico nunca visto
el factor 8
la aguja
y el cielo despeinado

entre dientes el miedo
la monjita bella española ella
cuyas tetas no vi o no pude tocar
sus manos de cristal / cristo
sus tobillos

la lepra en las paredes del hospital con nombre santo

la ciudad se corría en el silencio del otoño

quevedo góngora o lorca el allá que fue el aquí
y gallegos el aquí que fue el allá
todos en un solo eco cavernario

me debatía roñoso
en la ceniza
de la muerte
la que me acusaba
y yo aquel yo muchacho nada bello y hasta entusiasta
cagado de estaciones / vertiginoso

un médico alemán metió la mano en mi boca
hundió el cuchillo

y manó el mundo en sangre
dolor
sin anestesia
y mis manos aureolas
siderales
pustulentas
arrobado por la luz de la lámpara redonda
mientras mi cielo mi boca
el cielo rocoso de mi boca
se vaciaba

entonces la muerte desolada
dejada atrás con el rostro entumido en la ventana
mientras la ropa es mecida por el viento sagrado en salamanca

ella entonces estuvo un rato al acecho
desnuda vuelta reída de mí

la vi y me quedé en el silencio
coagulado en la noche.

Un cuerpo

La desnudez es anterior al cuerpo.
Y el cuerpo algunas veces lo recuerda.
Roberto Juarroz

En resumidas cuentas que el cuerpo y sus andanzas
enderecen la carga
Hubo caminos
donde quedó una huella sanguinaria
el dolor
la vértebra lisiada
por el nervio recurrente.

Un cuerpo
tantas veces tocado
se convierte en estatua.

Un cuerpo
limitado por su propia
muerte
deja un mensaje
en la cama olvidada.
//
La historia, el mundo ajado,
se rebela
contra la pérdida absoluta.
//
Pero la muerte
la esperada en la puerta
le asigna al penitente

el dedo índice
que habrá de apuntarlo.
//
Basta un pájaro
para inventar mi cuerpo.
//
Alguna vez fui cuerpo
Hoy soy ventana.
//
Desnudo, desplumado
desde una débil rama
mi cuerpo se desprende

La piel se anuda
al diente afilado del felino.
//
El recuerdo del cuerpo es el olvido del alma
Ella carga con él como un fardo estropeado
viejo / moribundo
el alma sale victoriosa.
//
¿Cuántos cuerpos en el alma son capaces de mostrarse desnudos?
//
Un cuerpo decrece en el alma.
//
Que no quede nada
Que sólo el sopor de un cuerpo
La inquina de una llaga
El clamor nocturno
Por la llegada del fin

Que quede la mirada fija
En un retrato
Y el mar sacudiendo el mundo.
//
Un lenguaje torpe
Sudoríparo
Axilar
Que conjugue la demencia
Con los estragos del olvido

Se trata
de avisar con el cuerpo
Lo que no está al alcance del cuerpo.
//
El cuerpo ausente
Su sombra adherida al recuerdo.

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