Por: Radamés Laerte Giménez
Un libro que trata sobre otros libros es una compañía dialogante en la lectura. Este libro de Gabriel Jiménez Emán es un compañero de viaje en esa nueva visita al escritor checo Franz Kafka. Aquí Gabriel nos invita a tres acercamientos: Variaciones sobre La metamorfosis, El bosque de lo breve en Kafka: el viaje inaudito y Franz Kafka en su laberinto: El castillo sin hilos.
Abordo primeramente el segundo acercamiento: “El Bosque de lo Breve”, ya que Gabriel nos acerca a una biografía sucinta de Kafka, puerta de entrada a lo que podría entenderse como las motivaciones íntimas de su escritura. Trata sobre su vida en el barrio judío de Praga, la figura imponente y dominante del padre que en palabras de Gabriel: “casi lo inhabilitó para el matrimonio”, tema que aparece quizá por vez primera en el cuento “La desgracia del soltero” que Gabriel comenta luego. Inicia este cuento: “Es tan terrible quedarse soltero, ser un viejo intentando de conservar la dignidad, suplicando una invitación cada vez que se quiere pasar una velada en compañía de otros seres; estar enfermo y desde el rincón de la cama contemplar durante semanas el cuarto vacío, despedirse siempre ante la puerta de la calle.” Ramos Sucre en “El solterón” dice: “ El tiempo es un invierno que paga la ambición con la lenta, fatal caída de sus nieves.” Es notoria la figura del personaje soltero en la obra de Kafka: “La Metamorfosis”, “El Castillo”, “El Proceso”.
Un aporte apetitoso nos hace Jiménez Emán respecto al tipo de lecturas que tuvo Kafka: Dickens, Flaubert, Goethe; leía igualmente a Nietzsche, particularmente “Así habló Zaratustra”. Recordamos que en esta obra Nietzsche plantea el tema del superhombre, y luego lo del último hombre, un un ser sin pretensiones, dócil, carente de deseos, que vive su vida cómoda y mediocre, y piensa que es feliz, es importante recordar este rasgo de la obra de Nietzsche cuando Gabriel aborda la vida familiar en el primer acercamiento. Luego hace una descripción del conjunto de relatos cortos: “Contemplación”, donde prevalece la atmósfera sobre la anécdota. Gabriel habla de dibujos, a la manera de esbozos literarios sin la carga de “sustantivos inútiles ni descripciones innecesarias”. Me deriva a los poemas de “Gaspard de la Nuit” de Aloysius Bertrand. Sensaciones, puras sensaciones. Por eso digo que este libro es un compañero de viaje para la lectura de Kafka; si hubiese llegado por mi cuenta a esos cuentos estaría inicialmente perdido buscando el tema, el desarrollo habitual en la narración, cuando lo que priva es un estado, un acto contemplativo. Se parecen a las películas de Roy Andersson, un cineasta sueco quien muestra las secuencias a modo de cuadros sin un argumento muy claro pero plenos en atmósfera.
En el primer acercamiento nos provee Gabriel de lo que sería una visión crítica de la sociedad consustanciada con los rasgos biográficos de Kafka, expuestos en el segundo acercamiento. En esta visión que nos presenta Gabriel se percibe la relación con el padre autoritario, con la madre ejerciendo papel secundario y con la hermana comprensiva. Respecto a la figura del padre, sería una proyección de una sociedad igualmente tiránica. Kafka creció en el gueto de Praga, en una familia judía asquenazí. Y no sólo estaba el asedio contra la población judía aún antes de la primera guerra mundial; el Kafka adulto estaba sometido a un trabajo que no toleraba. Laboraba en una compañía de seguros de manera eficiente y puntual. Eficiente y puntual es Gregorio Samsa como viajante para una compañía de telas. Este trabajador está oprimido por la rigidez y la ambición del capital empresarial. Su transformación en un bicho asqueroso vendría a ser una reacción neurótica contra la obligación y sometimiento del padre y de la empresa. Hay un sentimiento de culpa por no cumplir totalmente con las deudas y gastos familiares, se refleja un autocastigo, un martirio para asco de quienes lo someten.
Hay una radiografía familiar que expone Gabriel en el tercer acercamiento, y es esa fusión dinámica de la opresión del Estado en las naciones no occidentales de Europa, marginadas por el conglomerado dominante. Esta especie de tiranía permea en los hogares. Hay una referencia que hace Gabriel sobre la burocracia, y es: “La burocracia ha sido en la mayoría de estos casos no una manera efectiva de organizar la administración de Estado (su función originaria), sino la forma más expedita de asegurar que la explotación de bienes, producción de materia prima y ejecución de servicios vayan a dar a manos de unas pocas familias.” Esto estaría como fondo en las novelas “El proceso” y “El Castillo”. Y es como dice Gabriel: “En efecto, muchas de las situaciones que se muestran en sus novelas o cuentos han sido elaboraciones artísticas de sus vivencias personales; pero de un modo tan peculiar que su literatura, primero, le sirve como herramienta para conocerse y luego parece volverse contra sí mismo hasta un punto obsesivo.”
Hay otro aspecto que señala Gabriel en referencia a “la Metamorfosis” y es el hambre, incluyendo el hambre de afecto. Hay un cuento corto de Kafka llamado “Un artista del hambre” citado en el segundo acercamiento y que Gabriel considera una sátira extrema. Un ayunador de circo que se va consumiendo en la inanición ante la indiferencia del mundo. Si se quiere, como símbolo, el artista, el escritor, sufre la indiferencia general de una sociedad. Y ese padecimiento logra tener alivio con la satisfacción del cariño recibido por la hermana Otla en la realidad biográfica y en la hermana de la ficción en “La Metamorfosis”. La hermana se asqueaba con la escena de su hermano bicho atragantándose con las raciones que le dejaba en el piso. Estas hermanas son el oasis frente al rigor militar, la moral religiosa, las normas sociales aplicadas compulsivamente por la familia. Lo militar, lo religioso, la familia son, entre otros, lo que llamó Althusser Aparatos Ideológicos del Estado. En otra sección de este acercamiento habla Gabriel de la alienación. Alienación que se manifiesta tanto en La Metamorfosis como en El Proceso y en El Castillo. El ser humano siendo consumido por el aparato social, el aparato burocrático y la milicia.
Hay una frase en la que inserta Jiménez Emán y que revela la causa de ese extraño atractivo de “La Metamorfosis”, dice: es “una obra que también posee toques de un extraño lirismo, una suerte de poética extramuros que se nutre de lo sórdido, lo gris, lo inacabado o lo fragmentario.” Lo sórdido se manifiesta en la secuencia que recupera Gabriel sobre la manzana que se va pudriendo en la herida abierta de Samsa. Genera limitación de movimiento, pero en el cuento no se describe lo asqueroso de la situación: se expone y nada más, hay frialdad en el tratamiento del hecho y esto aviva esa sordidez ya planteada en la dinámica familiar. Gabriel ensaya una teoría sobre el símbolo de la manzana, objeto del pecado original que es lanzado por el padre contra el pecador. La llegada de los huéspedes marca otra secuencia en la narración. Descubren en un principio, sin sobresalto, la presencia de un bicho gigantesco, especie de mascota. Esta indiferencia de otras personas ajenas a la situación la considera Gabriel un logro en la creación de un cuento fantástico, que es la incorporación de la sobrenatural en lo habitual, casi armonizando. Asistimos directamente en el absurdo. Luego los huéspedes utilizan la aberración de Samsa para aprovecharse y no pagar el arriendo. Hay que deshacerse de Gregorio. La muerte de Gregorio llega sin duelo. La sirvienta se deshace de “eso” y luego es despedida por los Samsa. Salen a dar un paseo y notan que la hija está bonita. Entre todos los finales posibles, Kafka elige el de la incongruencia, porque se podría asumir que al final iba a haber una vindicación, arrepentimiento ya que a fin de cuentas el hijo está muerto. Así que Gregorio al final está excluido. El tercer acercamiento se refiere a un repaso pormenorizado por la novela “El Castillo”. La burocracia que se rechaza en “El Proceso” es asumida como medio para alcanzar una meta en “El Castillo”. Se coloca al hombre en posición de entidad pasiva frente a los mecanismos “misteriosos” del sistema. Y esos mecanismos van acotando la “voluntad de poder” del sujeto que cuestiona, se queja, pero sucumbe. Igual al destino del Meursault de Camus frente a la burocracia legal. Finalmente nos plantea Gabriel la consonancia entre la vida y obra de Kafka con la de César Vallejo. En Vallejo se opera un procedimiento que trastoca la lógica formal de las palabras, “hasta violentar la sintaxis y dinamitar los vocablos”, mientras que en Kafka esta subversión se da en la conformación interna de su mundo traducido en textos.