literatura venezolana

de hoy y de siempre

La casa que no era

José Miguel Espinoza

Sucede en las mañanas
antes de afeitarme
se forma un remolino en la cara
cuando regresa la quietud
en el espejo
queda una carretera
y no se ve un alma

 

Después de la comida
unas migajas dispersas
repitieron la creación
otras el mundo
y los cielos
y la serpiente
sobre la mesa

 

Cuando las alpargatas se acercan
y tímidas
se colocan bajo mis pies
comprendo
el deseo de llevarme lejos
y el inesperado temor de Dios

La joven muerte baja por el rayo
de la luna
pero no toca fondo
no toca la almohada
se queda en el rayo
bajando por su tobogán
la muerte vieja
nunca se ve dentro de mí
una es de carne
otra es de esqueleto

 

Nunca la mosca
me había regalado una pirueta
todo venía de los pájaros
y ahora en esta tumba
ella y yo
volamos y nos quedamos quietos
volamos y nos quedamos
quietos

 

Las palabras ya no andan como antes
sueltas
bajaradas
dispersas
abriéndose encima de la mesa
de ahora en adelante
se apiñan oscuras en mi boca
como en capilla ardiente

 

Las camisas
secándose en la cuerda
de noche
son gente
pasó el viento
por ellas
y les dejó ese hueco

 

Has vuelto piel mía
regresaste salva
del arañazo
te reconozco
todavía pides las matas
bien regadas
por la lluvia
te reconozco
a pesar del zamuro
que trajiste

 

Cuando me salía del río
se quedaban las orillas
salía callado
así estuvieran quemando
el río era duro
no se bajaba de mí
ya no sale
desde que me vino
esta crecida

 

Cuánto daño en las fotografías
de niño
me veía lleno
al lado de mi madre
menos si salía movido
la ropa lucía tranquila
conmigo
no se notaban las ganas
de estar debajo
del agua
pero también a las fotos
les llega su hora
nos ponemos amarillos
y morimos
al vernos
tan lejos

Deja una respuesta