literatura venezolana

de hoy y de siempre

Inventario para un nuevo altar (selección)

Arnaldo Jiménez

De los Papagayos
no dejarás de honrar su travesía y leer su doctrina
en el borde llameante
de los gavilanes

cada versión de su caída parecerá un pedazo tuyo
que se aleja de sus amarras
y no quedarás más nunca solo porque no dependerás de los sismos
que desesperan el corazón

a veces concede su aparición en los sueños continuando una alegría de
amanecer con un ligero murmullo de cigarra

si la hondura de tu fe no da luz a los ciegos
despiértales el papagayo que vuela en sus pechos y deja que él se
apodere de esa oscuridad y reinicie el ciclo de los reflejos

en su vuelo luce la ignorancia de los sótanos
ningún niño llevará la estampa de sus retazos colgando
en los sueños
nadie elevará un rezo que refuerce su ímpetu y lo atrape
en una postura de estatua
basta su brújula siempre activa en las miradas

y aquel que se perdió en el olvido de la infancia
serpenteando su cola de comedias
un día vendrá por ti como un Padre que mora en el cielo
y tu memoria no descenderá al infierno
mas heredará el cordel que vuelve a iniciar la vida

En torno a los rincones
el azar no habita en el pasado
allí no burla la brevedad ni entra en contacto con el sucio de la demora

la tristeza deja su herrumbre en los ángulos
de la memoria
y las sienes arman su reflejo en el piso

solo podemos apartar la niebla anterior
y disipar las causas de las retiradas:

el rostro indiferente a la ofrenda de la plenitud
los tropiezos en la línea de la orfandad
la cerradura de los ojos en la ocasión de la caída

el presente se entrega a las preguntas para ofenderlas
ábrelas y tócales sus entrañas       pruébales el corazón
y no repartas su fuego

¿cómo podrás vivir en continuo extravío?
¿sin casa en los sueños atendiendo al rebaño de tus temores?

guíalos hacia el consuelo toma de su mirada la sangre de humildad
y de aquella hora en que te abrazaste al aire
arranca su deuda y asienta la bruma para que no perturbe tu ruego

y levanta la imagen de esa descendencia que anidó en el suelo y al otro ser
que quedó sumergido en las bodas con tu enojo
bórrale los signos que pintaron la pared ábrele la garganta y desenrolla
su silencio
no transcribas los mandamientos del padre ausente
deja que el llanto sea ignorado por el viento y niégale la resurrección

 

De los restos
recojo las venas de los degollados
y el sudor que brota
de las pesadillas
en el insomnio final de cada día
y el acento de los golpes
de aquellos que reconocen la fragilidad de la existencia
y sé que nunca tendré un altar que sostenga
la permanencia de tantas sombras

las calles suenan en mi voz
la desnudez en los límites
de otro cuerpo
siento un pulso diferente en la voluntad del sentido
y
lo inútil
de nuestro paso por el hervor de los relojes

no dejo de pensar en las pérdidas
porque sé a quién rompí
en el espejo del pasado
y en el espacio de mi quietud
se van apagando las ondas del amor

¿cómo sobrevivir sin la desmesura del sacrificio?
los restos no se acumulan
los rige la dispersión
y los pedazos no aspiran
a encerrar al destino en las preguntas
tan mudo sobre las notas de las balas
tan sordo en el testimonio de los inocentes

¿a quién sana las manos después de verter
las migajas del cuerpo
en las vasijas de la muerte?

¿a quién escoge Dios para profanar el sucio
de los templos?

en todo saber obra el desatino
y el que camina no conoce sus huellas
el que procrea comprende
cómo se rompe su tiempo
el que arrastra la fe la libera en los maderos
y cada vida desgarra su miedo al principio
y al final de los latidos

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