Leonardo García
BITÁCORA – DÍA 02 – 07 horas
—Me preparo para salir al exterior del María Celeste y comenzar la trabajosa tarea de desplegar manualmente los mástiles de donde cuelgan las velas solares. Los tres mástiles de la nave son telescópicos y durante el viaje warp se guardan replegados en el interior del casco para su protección, pero sin energía tendré que usar las manivelas mecánicas para extenderlos.
Salir al exterior me recuerda un peligro más al que estoy expuesto; la radiación. Cada segundo que pase en el exterior y con las turbinas warp apagadas, mi cuerpo es bombardeado por cincuenta veces más radiación de lo sanamente recomendable. El casco de la nave y sobre todo el campo magnético que generan las turbinas son lo que me escudan y aíslan de la radiación solar y cósmica. Pero no tengo de otra, es eso o morir de frío o de inanición, tendré que arriesgarme a quedar estéril o algo peor.
Para salir, debo anclarme o podría flotar, alejándome de la nave y estaría perdido para siempre, preparo un mecate de seguridad con un mosquetón para tal efecto.
El primer mástil que debo atacar es el mástil principal, justo encima del castillo del puente, es el más grande de los tres y el que me tomará más tiempo, por esto debo enfrentarlo con mis fuerzas enteritas.
Estoy ya en el nivel más alto del castillo frente a la escalerilla que conduce al compartimiento de regulación de presión y la escotilla para salir al exterior; pero como la presión interior y exterior están igualadas, no necesito adherirme a ninguno de los protocolos de seguridad para abrir la escotilla.
Subiendo la escalerilla… Abriendo manualmente escotilla.
…se escucha respiración entrecortada…
Ya estoy afuera. Anclado firmemente al castillo por mi cabuya de seguridad, comienzo a avanzar muy lentamente por la barandilla aferrándome a los pasamanos aquí colocados.
…Guliverio jadea lentamente…
La luz de Próxima es tenue y anaranjada pero me encandila si la veo de frente, voy a aumentar el filtro solar en el visor de mi casco para proteger mi vista.
Así, mejor.
Solo unos pocos pasos separan la salida de la escotilla del parapeto del mástil principal. Ya estoy en la base del mástil principal en el medio de la cubierta superior. Me dispongo a liberar las manivelas manuales que me permitirán izar el mástil lentamente.
Listo, juego de manivelas liberado, ahora comienza el lento, penoso y duro proceso de girar la pesada manivela para ir izando centímetro a centímetro los veinte metros de mástil y sus aparejos, proceso que me tomará alrededor de tres horas.
BITÁCORA – DÍA 02 – 11 horas
…Guliverio jadea lentamente…
—Me pelé, ¡Santo Niño de la Cuchilla! fueron cuatro fuertes horas de trabajo.
Ya el mástil principal se yergue en toda su plenitud frente a mí.
…jadea un poco más…
Molleja, mi estómago gruñe salvajemente pidiéndome a gritos alimento y casi no siento los brazos; pero no puedo descansar ahora, aún queda mucho por hacer.
…Guliverio hace una pausa…
Ahora debo subir por la escalerilla del mástil hasta llegar a la verga si- tuada en lo alto, y desplegar con mucho cuidado los cientos de metros de nanofibra fotovoltaica de la vela principal con los ejes hidráulicos
accionados a mano. Eso me deberá tomar no menos de dos horas adicionales. Y mientras, rogar a la Chinita para que a Próxima no se le ocurra vomitar una de sus famosas llamaradas mientras esté yo guindado allá arriba como un mono cósmico.
BITÁCORA – DÍA 02 – 13 horas
…Guliverio jadea lentamente…
—La vista desde aquí es simplemente magnífica. Estoy en lo alto del mástil principal, sentado casualmente sobre la verga. Aun en gravedad cero tener la cubierta del María Celeste veinte metros bajo mis pies, me da una falsa sensación de vértigo, como si me pudiera ”caer» al más pequeño desliz.
Desde aquí puedo ver frente a mí el sistema de Próxima y a sus estre- llas hermanas; Alpha Centauri A y B en todo su esplendor. Próxima es parte del sistema estelar triple Alpha Centauri. Las dos estrellas primarias A y B son estrellas blancas que entre sí forman un sistema binario y son mucho más brillantes que Próxima. Su resplandor, a pesar de la distancia que las separa, compite con el débil brillo de la enana roja. Próxima Centauri resplandece con un tenue brillo cobrizo que fluctúa levemente, da la sensación de ”parpadear» y me parece que me guiña el ojo solo a mí.
Ya desplegué por completo la vela solar principal, es fascinante ver cómo trabaja el sistema de ejes hidráulicos que laboriosamente y como por arte de magia, desdobla cientos de metros de una telilla más fina que el cabello humano, como si se tratara de una compli- cada obra de origami japonés. ¡El trabajo de nuestros ingenieros es impecable!
Cuando diseñamos este sistema de hecho nos basamos en técnicas de dobleces del origami, para maximizar el espacio, y poder doblar y esconder la mayor cantidad de material en el menor espacio posible. Pero ver estas imponentes velas doradas, casi transparentes, flotando a la tenue luz de Próxima, me deja sin aliento.
…pausa…
A pesar de la magnificencia de la vista, estar guindado aquí en lo alto del mástil me causa una sensación de agobio abrumadora. Tener el desnudo vacío del espacio en todas direcciones a mí alrededor es más de lo que mi cordura puede soportar. Es una sensación similar a la que causa ver hacia el oscuro abismo de una fosa submarina, pero multiplicada por un millón.
En preparación a mi viaje pasé dos semanas enconchado en una base submarina en el fondo de la fosa de las Marianas a casi diez kilómetros de profundidad, para aclimatar mi mente y mi cuerpo al aislamiento. En mi estadía me sucedió algo muy peculiar. En las instalaciones donde me encontraba, una vieja base de exploración rusa, había una zona de descanso muy amplia con varias mesas de juego y un gran ventanal circular. Siendo yo el único ocupante pasaba largas horas en esta sala, leyendo, estudiando o solo pasando el tiempo. Siempre que estuve en esa sala, sentado a un lado del ventanal circular, sentía que algo me observaba.
Ver a través de ese ventanal era como ver el vacío del espacio ahora mismo; oscuridad casi absoluta más allá de las débiles luces exteriores del complejo submarino. Y yo estaba seguro de que más allá de ese halo de luz, un ser me observaba. Un ser antiguo y gigantes- co, habitante del abismo oceánico viviendo en oscuridad perpetua. Esta sensación helaba mi sangre. A pesar de que nunca vi más que oscuridad, sé que mis sentidos no me engañaban, como no lo hacen ahora.
Justo ahora siento de nuevo esa sensación de frío que recorre mi espalda.
El vacío del espacio se siente como algo vivo, algo muy antiguo que respira y me observa. Es familiar pero ajeno al mismo tiempo. Cada cierto tiempo mis sentidos me engañan y creo ver algo por el rabillo del ojo, al voltear y ver nada más que vacío, me recorre ese escalofrío glacial la espalda y le pido a mi patrona la Chinita que me proteja…
…larga pausa…
Zape, ajá, mejor regreso al interior del María Celeste, ya las baterías deben estar recibiendo los primeros fotones captados por la vela solar principal y debo minimizar mi exposición a las nocivas radiaciones del espacio. Ahora que ya está desplegada una de las tres velas solares y antes de trabajar en las dos restantes, debo ocuparme de resolver el misterio de las baterías descargadas, no puedo darme el lujo de perder la poca carga que estoy empezando a acumular. Tengo que encontrar el problema y solucionarlo definitivamente o todo este es- fuerzo habrá valido mierda.
Voy a comenzar el descenso por el mástil. Para ahuyentar los demo- nios de mi cabeza voy a cantarles una canción que me vino a la mente mientras contemplaba a Próxima en la distancia. No me pregunten por qué, pero mientras observaba mi estrella anfitriona, me vinieron a la mente los acordes y versos de este viejo tema de un maracucho excepcional, Felipe Pirela.
…Guliverio canta…
¿Por qué miras así
haciéndome sufrir
y castigas mi alma?
Entre tu amor y mi amor
Debe existir la verdad
Ya no podemos jugar
Con nuestras almas los dos.
Entre tu amor y mi amor
Hay cosas para pensar
Y una promesa ante Dios
Que es imposible olvidar
Y mal podré curarme, curarme tanta herida
Salvándome la vida con sólo amarme más…
Originalmente es una canción de amor y despecho, uno de los gran- des boleros de Latinoamérica, pero a mí en esta situación me suena más a una plegaria desesperada que a otra cosa.