literatura venezolana

de hoy y de siempre

Frontera invisible

Adhely Rivero

SANATORIO

Hacer la siesta en el Sanatorio no es extravagancia,

había tormentas en el cielo,

fortaleza y bondad en los pacientes.

 

Una canción a medio dormir suena agotada.

 

Soñar donde otros no saben si duermen.

Tuve ojeras del cansancio

y miedo a la muerte del día.

Metido en los corrales

me lavaba la cara con leche de vaca.

En el bote de la leche me frotaba los ojos con la espuma,

y del cincho tomaba el suero destilado del queso.

Pasaba el día triste.

Ya no sabía alegrarme.

 

MANIZALES

En la calle del comercio se oyen pasos de caballos

cuando se unen los hombres que caminan con muletas.

Algunos llevan vendas en los muñones.

Hay una trinchera de víveres,

son quincallas ambulantes.

Sembraron minas en los campos

y el hombre inocente las tropieza.

En Manizales, los niños no quieren jugar a la guerra

para no pisar en falso en algún lugar del parque.

En el centro de la ciudad -simulando mí asombro-

los dedos no me alcanzan

para cifrar en una cuadra los lisiados.

Conocí a un campesino que se hizo pastor de cabras,

para no abandonar sus tierras y seguir ileso,

arreaba su rebaño por delante para recorrer sus predios.

De alguna cabra madrinera

solo pudo recoger la campana.

 

FRONTERA INVISIBLE

Nos fuimos al país más vecino en el mapa.

Cruzamos la frontera a caballo,

hicimos la travesía en cuatro días y descansamos

en hamacas colgadas en los montes.

Los caballos comen toda la noche

y descansan parados.

En dos grandes ríos,

montamos los aperos en canoas

y las bestias nadaron el Apure y el Arauca,

mientras le pedía a Dios, cuidara de ellos

y alejara algún caimán de su cauce.

El abuelo nos contaba que su padre le hablaba que,

a Ramón Nonato Pérez,

lo malogró un potro, días antes de la batalla

del Pantano de Vargas,

par de José Antonio Páez,

el de las Queseras del medio.

Por estos hombres la línea de frontera es invisible

y vamos en el viento recorriendo el horizonte

de uno a otro corazón.

 

PENSANDO EN EL CIELO

Vengo a pie de la quesera.

Me tumbó el caballo,

se me fueron los buenos tiempos.

Vi el cielo azul

y venía pensando en el cielo,

qué hermosas sabanas debía tener Dios.

Adónde va uno después de tanto Llano,

animales de día y de noche.

Si me ponen a pedir un deseo

voy a pedir que me dejen en lo mío.

Allí es donde puedo estar bien.

 

LLUEVE

 

Ahora

llueve

y las gotas negras

los paraguas

pasan por las calles.

Ahora puedo ver por la ventana

un edificio temblando en el agua,

un hombre saltando.

Una mujer pintada

en la pared contra la lluvia.

 

Temprano

veía esta nube en el cielo.

Ahora yace desplomada

en el pavimento.

 

SENTIMIENTO

Quien se adentra en la tierra

sin llevar sentimiento

no encuentra paisaje ni memoria.

No ve horizonte,

ni oye la música del pasto.

Si va buscando amor,

no lo encuentra.

Se muere de sed en la toma del manantial.

Tiene poco tacto o nada lo ilumina,

por esa razón el ojo del cielo

no lo ve ni lo acompaña.

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