Adolfo Mejías
“En la ciudad de La Calma continúa la lluvia de cinco días, sin sol, noches sin luna, ni estrellas; como suele pasar en estas tierras sin estaciones, pero circundantes en el mismo planeta, en el momento cuando surge el invierno. Otra noche, donde la fragancia de la tierra mojada se mezcla con las flores del hermoso jardín, que rodean la casa grande, única con este privilegio frente a la plaza de Mamey.
Las gotas se pueden apreciar graciosas y brillantes sobre las hojas del antiguo jardín, que pasa de generación en generación, como la misma casa vieja, donde el comentario se hace leyenda y surge la abuela de las rosas, quien siembra, pese a su muerte. En esta casa nace y se forma una familia desorganizada y misteriosa que con el tiempo, rompe la cadena. Para entonces, la ciudad de La Calma era un pueblecito y los comentarios se hacían llegar más rápido; siempre los había, muchos pasaban y otros permanecen, como en el caso del viejo Lin Linos, quien un día llegó, sembró, y el fruto pronto se deja ver. Se casó con la bella y rebelde Marián, quien al transcurrir un año trae al mundo a una linda niña, y le dan el nombre de Lúa; luego un varón de nombre Jesús. Estos chicos van creciendo al ritmo del trabajo, el dinero y la ignorancia de sus padres quienes, por desgracia, caen en las redes del alcohol. Así nace el tercero de los hijos, Rafael, éste último va a parar al cuidado de la abuela, quien sorprendida al igual que los supersticiosos paisanos repetían:
—¡Qué extraños parecen, malditos, pero son buenos…! Así van creciendo y abandonando el lugar, para dar espacio a otros hermanos y acontecimientos que no dejan que muera la huella, la que el viento esparce, y a la vuelta une.
La casa grande tiene un año habitada, después de unos cuantos solitaria. Ha regresado el menor de la enigmática y distante familia. Mario Manuel Linos y su joven y bella esposa, a quien trajo de lejanas tierras y vive en constantes esperas. Su marido, un joven ejecutivo y soñador. Quien vivió hasta los ocho años en esa casa, tiempo suficiente para acumular muchos recuerdos y sueños, que nunca olvida. Ahora regresa por términos y factores que conjugan términos normales para compartir con su bella Sally Isabel, mujer de su fantástica realidad, de grandes y bellos ojos que juegan con su piel trigueña y abundante cabellera; romántica sonrisa y andar sensual. Dotes que le fascinaron hasta consumar su anhelado sueño.
Sus hermanos también nacieron en la ciudad de La Calma, lugar donde aparentemente no sucede nada extraordinario. Pero el tiempo transcurrido ha traído muchas cosas: edificaciones, comercios, y nuevas personas que fluyen por doquier, como sucede en la vecina capital Fragancia de Montaña, donde el sistema de respiración procede por la nariz. La naturaleza en la ciudad de La Calma es generosa, evidente historia, arte, cultura y política; junto al subdesarrollo que no escapa al fenómeno enfrentado al tiempo soñado por un mundo normal, mejor y humano.
Algunos de sus hermanos parten, otros se quedan para luego ir desapareciendo paulatinamente como la noche que busca retornar por la mañana. Lúa emigra siendo una niña. Jesús, con espíritu gitano ni se diga; Rafael, el tercero, divaga por las calles, buscando la paz en el lugar equivocado.”