Por: José Ygnacio Ochoa
El perro estar de Carolina Lozada (El Taller Blanco Ediciones. Narrativa Breve. Colección Comarca Mínima, 2019) es una narrativa consustancial por cuanto organiza su discurso con la noción de todo un compendio: personajes, argumentos, secuencias y acciones para que once relatos cuenten las historias con personajes salidos de la misma vida, actantes que deambulan en el hemisferio de la cotidianidad. Solo que Lozada les da otro carácter, sí la voz que narra se convierte en cómplice de un juego en donde el lector se encanta o se asombra con lo se encuentra. Ratas, palomas mosquitos, hormigas, cerdos, gallos, polillas, arañas, vaca, sapo, gata, luciérnagas y perros dan cuenta de su coexistencia en los relatos con el resto de los seres, es más, estos cobran entidad propia para la conformación de un universo. Estos seres marcan un discurso expresivo peculiar: lo narrado. Ellos protagonizan su existencia subterránea que se convierte en algo habitual a los ojos del lector. El andamio de la figuración se edifica para que los personajes deambulen desde la creación de la obra narrativa. Relatos cortos, precisos y contundentes dan para leerlos una y otra vez.
En La vieja y la rata primer relato, en el orden de aparición, dialogan una señora y un roedor —la vieja y la rata— con la mirada y en ellos se genera una atmósfera de soledad. Conviven con un sabor a destierro, natural para estos personajes, extraño para otras circunstancias. El afuera se relata desde un pueblo triste y frío. En el adentro, aquella intimidad compuesta por la pluralidad de las palabras en su conjunto que le dan cuerpo a un código. Se colma un armazón. El asunto es así. Primero identificamos a dos personajes: Vieja + rata, luego un intruso, para que seguidamente la rata quede sola. En ello se arma el argumento. El espacio se integra al sentir de una permanencia impredecible. Dicho de otro modo, la existencia de dos tiempos y dos escenarios, un par (espacio+tiempo) que se mantiene afuera y en consecuencia otro par (espacio+tiempo) dentro de la casa que solo lo entienden los dos moradores. Se nos da la sonoridad en su conjunto por la utilización de los vocablos que nos guían a un mundo verbal y concreto. Se replica la existencia de dos seres antagónicos y que a su vez se concilian en su mundo lóbrego. Por su parte, en el relato El ruido persiste el roedor pero en otra dimensión, en este caso la narración se centra en un sonido, tal sonido adquiere otra categoría, durante el desarrollo de la historia cobra fuerza. Todos sucumben ante eso que se produce como un eco —¿un submundo indescifrable?— como una entidad que gobierna con el atributo de la sonoridad desde una oscuridad que bien puede estar en el subconsciente de los otros personajes. Otro detalle, se narra en primera persona por medio de la cual nos acerca como lectores. Lo extraño se convierte en habitual: El ruido era algo omnipresente y al mismo tiempo ausente. Es el ruido de dios, pensé y me reí con amargura…
Las figuras literarias se urden con precisión: De estas casas vacías ahora sale una voz. Una voz que hace desierto…Y allí nos quedamos toditos los solos en ese río lleno de huesos…El río, nuestro afluente más cercano y querido, no soportó tanta soledad. Contradictorio o no, lo sórdido se emparenta con el lado poético, luego la desnudez diaria que nos convierte en animales. Es la presencia de un dolor que no se dice, se «vive». En este caso es la inclinación hacia lo ficcionado. Se incorporan imágenes sin melodramas y con personajes que se confiesan con la palabra. En las narraciones apreciamos una habilidad y destreza en el manejo de una forma, código o técnicas para desarrollar las historias. Existe un riesgo, sí, con todo no se desvía en el propósito de configurar un mapa de roturas que fundan un enunciado creativo, como ejemplo lo vemos en los grupos de personajes configurados en cada uno de los relatos, esto sin el ánimo de crear una tipología de carácter científico o académico, entonces en el relato Balance de una mala idea vemos un posible trato de una mujer con su sombra o, también, ver en el relato La vaca una minificción que se doblega ante lo fortuito de un acontecimiento con un ojo que ve después de ser desprendido de su habitáculo o, reitera este uso literario, en el Encuentro con una mano muerta. Historias que se crean a partir de imágenes. Es el encuentro del lector con la totalidad sensorial con el surgimiento de una flexión del universo narrativo, hasta llegar a unos necrófilos encuentros.
Los personajes dialogan entre sí y también con el lector
La narradora ejerce esta posibilidad con el vocablo. Ahora, lo interesante está en cómo ese diálogo traspasa lo cotidiano, aunque la palabra es la misma, eso creemos, para convertirlo en lo otro, lo ficcional. Ese diálogo se emparenta con el artificio de la palabra, insisto parece cotidiano y muy real, luego la representación va por otro camino, el de establecer un recorrido con las emociones y los sobresaltos para hacerlo creíble ante el lector. En los personajes suceden conexiones, separaciones y hasta encuentros amorosos que solo ellos lo entienden en su textura para adjudicarle una particular fuerza al discurso creativo de Lozada. Los personajes se encuentran, se sostienen en ese diálogo, que quizás es irrepetible porque no se juzgan ni se compararan, en ellos existe la correspondencia de la vida. El alcance del encuentro está en lo íntimo, quizás en el reconocimiento de lo inaudito, veamos un tanto en el relato Gótico americano los personajes se descubren como lo que son o lo que pretenden ser: La casa de estas dos mujeres es otra cosa, si usted piensa encontrar en ella televisión a color, teléfonos inteligentes, computadoras y señal Wifi es mejor que no entre. Dalila se ha encargado de acondicionar el espacio de modo que parezca un hogar, dulce hogar, de mediados de siglo XX. La confesión está dispuesta en la experiencia de los personajes. El hogar de Dalia contiene otra disposición como el resto de los personajes de los otros relatos. Obedece entonces que, ese orden en el hogar, es otro como el otro orden con la palabra y las historias. Un personaje que se convierte en Gatúbela en una situación trágico-cómica. Se desata en ellos una enajenación en el espacio y tiempo de sus historias. Es la correspondencia entre: Yo (Dalila), tú (Pasiflora y su doble existencia con Martha) y él (Douglas). Tres en singular que se reúnen en una acción conjunta para conjugarse en uno. La complejidad se manifiesta con la brevedad de la historias.
Personajes reflejados por la palabra
La sintaxis de los relatos se construye desde las ausencias y necesidades de los personajes, sin embargo se interpreta un universo de relaciones. Tanto el verbo, el sustantivo y el adjetivo adquieren otra figura morfosintáctica. En la brevedad de los relatos se distingue un ritmo que sugiere una intimidad en el «decir» de las historias. El libro El perro estar finaliza con el relato Ejercicio de la brevedad para colmar la simetría de la orfandad ante once historias para osar en el área de las manifestaciones desligadas de los parámetros establecidos por la sociedad, es decir que la realidad trasmuta y cambia para fluir en un encuentro con otras dimensiones: lo ficcional.