literatura venezolana

de hoy y de siempre

El país odontológico

Elisa Lerner

Personajes:

MUJER: alrededor de 30 años. Cabellos oscuros. Mirada muy aguda. Elegante. De uno de sus hombros hacia la espalda cae un “echarpe” que ella pondrá en movimiento con alguna intensidad en ciertos momentos que dejaremos a la imaginación de los lectores.

MUCHACHA: unos 20 años. Bastante ingenua. Rubia. En el pelo un cintillo plástico, de los económicos (no llega a valer un dólar al   cambio actual de nuestra moneda).

Durante el desarrollo de la pieza las dos mujeres deberán mantener en lo posible una actitud de tiesura, como de marionetas o de robots. No deben sonreír jamás.

Sitio: Un café de la ciudad. Varias mesas. Las dos mujeres están sentadas frente a una. De lo alto del escenario y hacia su centro está colgado un cuadrado de hojalata que dice: “El Vasto Diente. Café para poetas, pintores y miméticos”. A su vez del cuadrado pende una fina cuerda y desde ella se mueve como insegura escultura móvil, un colmillo bastante visible que recuerda los cuernos de la artesanía “beatnik”.

Un locutor obsequioso.

MUJER: ¿Lo que tú quieres es escribir?

MUCHACHA: Quiero escribir mucho.

MUJER: Escribir es para damas rentables. Para escribir no basta poseer un lápiz, comprado en la papelería más próxima.

MUCHACHA: ¿No bastan un lápiz, una cuartilla?

MUJER: Una solitaria cuartilla es un simple estremecimiento nupcial.

MUCHACHA (Estribillo infantil): Quiero escribir.

MUJER: Pero, ¿dónde están tus rentas? ¿Tienes alguna colección plástica? ¿No posees Vasarelys? ¿Ni un Léger?

MUCHACHA: Sólo me interesa la palabra poética, las cerámicas que pueden esplender en medio de túneles.

MUJER: Si un escritor es coleccionista de cuadros termina por escribir maravillas, catálogos.

MUCHACHA: Estoy… estoy… para ayudarme intentando buscar un cargo en un Instituto de Cultura.

MUJER: ¿Qué vas a responder a los cuestionarios que te entreguen? ¿Vas a decir qué escribes?

MUCHACHA: Oh, no. No soy una escritora. No aparecí en la reciente antología de la respetable revista latinoamericana, “El gato planetario y en fragmento”.

MUJER: Escritor es el que sólo quiere sus palabras.

MUCHACHA: Pero no tengo rentas…

MUJER: Sé lo que sigue. Está recogido en cinta magnetofónica. Porque estamos recogiendo muchas voces y sonidos humanos en infinitas cintas magnetofónicas. En nuestro país no sabemos cuándo vuelve de nuevo el silencio, el suplicio para la voz, la palabra y el diálogo. Pero esta vez estaremos más preparados. Estamos grabando aun las entrevistas más insulsas. Si se nos negase otra vez la libertad, la claridad, pondríamos en movimiento esas voces que hemos ido almacenando en cintas grabadoras para que se escuchen en plazas y pavimentos como el canto de un lúcido océano. Pero escucha la voz del grabador.

VOZ DEL GRABADOR: ¿Ningún cuadro de Vasarely? ¿De Jasper Johns? ¿Ninguna reproducción siquiera?

MUJER: Es mejor no tener reproducciones: toda reproducción es mimética. Pero un mimético consigue un cargo con mayor rapidez.

MUCHACHA: Un mimético ¿tiene algo que ver con Marta Traba?

MUJER: Un pequeño mimético va los domingos a las exposiciones de las galerías con la fluidez y soltura que ha adquirido durante la semana yendo al supermercado “Cada”. Un mimético nada tiene que ver con Marta Traba.

MUCHACHA: Usted ¿le tiene miedo a Marta Traba?

MUJER (Canta acompañada con música de guitarra eléctrica del gusto de las patotas intelectuales, entremezclada con la canción con que hace 20 años presentaron un programa infantil radial de la “Avena Quaker Oat’s”): ¿Quién le tiene miedo a Marta Traba? ¿A Marta Traba?

MUCHACHA: (Canta con voz más débil, arrastrada): A Marta Traba. A Marta…

MUJER: Este canto es un asunto serio, un asunto extremo. Cantas mal. Tu voz luce desfalleciente, sin fuerzas. Vamos. Comienza de nuevo. ¿Quién le tiene miedo…?

MUCHACHA (Voz cada vez menos audible): …a Marta Traba? (Grita). Tengo miedo.(Pausa. La voz es ahora calma) Dame la llave.

MUJER (Con cierta rigidez le entrega una llave oxidada de alguna dimensión): Aquí la tienes. Cuando uno tiene miedo se rodea de llaves oxidadas.

MUCHACHA: Si mi llave está oxidada, ¿podré escribir? Si mi llave está oxidada, ¿conseguiré el cargo?

MUJER: Claro que sí. Eres una joven. Una controversia en expectativa. Todavía por algunos años el fuego de tus onomásticos alumbrará tu rostro sin destruirlo. Pero debes decir que eres odontóloga.

MUCHACHA: ¿Qué tiene eso que ver con un Instituto de Cultura?

MUJER: Mucho. Mucho. Existe una Venezuela odontológica, del diente. No de la mente.

MUCHACHA: ¿Es real, poco fidedigna?

MUJER: Es muchas veces la que otorga los cargos. Es necesario que construyas, como han hecho otros artistas de la ciudad, un vasto diente nutrido de los propios vencimientos y derrotas. Un vasto diente que jamás sea aclarado por tersas salivas de amor. Vasto diente que esplenda como fiero semáforo.

MUCHACHA: Que esplenda como fisicromía.

MUJER: Semáforo.

MUCHACHA: Fisicromía.

MUJER y MUCHACHA (Al unísono): Fisicromía.

MUCHACHA: A usted, ¿realmente le preocupa la literatura? ¿Usted es una escritora?

MUJER: ¿Crees que soy escritora porque me interesa la pornografía? La pornografía es una metafísica de lo cotidiano. Surge como un violento y abstracto humor después que muchos combates no pudieron llevarse a la realidad. Una pornografía sin abstracción, sin ideas, es algo completamente estúpido.

MUCHACHA: Pero usted es una escritora. Una pornógrafa abstracta.

MUJER: En absoluto. Soy Sangría, la harpía festiva.

MUCHACHA: ¡Una poetisa pop!

MUJER: No.

MUCHACHA: ¿Una poetiza ginecológica?

MUJER: Soy una farsante. Una impostora. Hasta hace poco escribí artículos e incluso una pieza de teatro.

MUCHACHA (Gran anonadamiento): Yo creí que los únicos dramaturgos eran Chalbaud, Chocrón y Cabrujas.

MUJER: Advino una democracia poco memoriosa. Donde no hay memoria no hay verdad. Advinieron muchos jóvenes. Ningún joven tiene memoria.

MUCHACHA: Conocía muchos de esos jóvenes entre vulnerables destrucciones. Fui uno de ellos. Pero ahora sus rostros se alejan de mí como ilustraciones de alfombras en movimiento. A veces temo haber perdido en los espacios la espléndida valija errante de un cosmonauta.

MUJER: Ahora soy una transportista de la cultura.

MUCHACHA: ¿De la impostura?

MUJER: Estoy dentro de la odontología cultural del país.

MUCHACHA: Usted, ¿también posee el vasto diente?

MUJER: Se empieza por poseer una pintura cinética. Luego se obtienen extensos colmillos, incisivos. Arrendé un inmenso camión. Allí semanalmente coloco los cuadros que los pintores exponen en el Museo y galerías. Luego los traslado a la estación de televisión donde trabajo. Cuando doy comienzo al programa de T.V. que me ha sido encomendado, estoy fatigada, he quedado muy ajetreada con los vaivenes y azares de la mudanza. De manera que no digo nada durante su transcurso. Pero esta vez la tarea se hace más fácil. Lo que hago es desplazar cuadros de un sitio a otro del estudio de televisión con la agilidad que he ido ejercitando en los transportes del camión, en medio de inenarrables penurias físicas.

MUCHACHA: Escribir es a veces como un navío que se nos escapa… Una victoriosa botella de vino que estalla en pedazos y que no mancha manteles sino algo más arduo e intenso con lo cual nacimos.

MUJER: Di escritora para el orgullo de tus propias colinas.

(A continuación se escucha el sonido de varios candados cerrando puertas que no se ven).

MUCHACHA: Ese sonido de múltiples candados, ¿lo escucha?

MUJER: Es hora de partir. Es hora de clausuras. Los cafés de la ciudad los cierran a las ocho.

MUCHACHA: ¿La veré alguna otra vez?

MUJER: Es posible. A veces en las cenas comunes he querido oscurecerme con las salsas engañosas y desaparecer para escribir o morir. Pero las fricciones entre los seres son largas y duraderas.

(Las dos mujeres se levantan. Gran ruido de candados. Ademán de salir)

MUCHACHA (Antes de salir): ¿Hacia qué culpa sagaz me conduce mi llave oxidada?

(Salen. Silencio y oscurecimiento total de la escena. Mas de inmediato aparece como en un “happening”, una pantalla televisora de gran tamaño. Por un momento se oye la música de los Beatles. Intervalo. En lo que debe ser la pantalla televisora, en letras multicolores como en el cine panorámico se lee: “La cultura de hoy con Sangría la arpía festiva”. Aparece en la pantalla un locutor obsequioso)

LOCUTOR: Señoras. Señores. Ahora viene el programa de Sangría la Arpía, la conocida crítica de arte. Pero Sangría no aparecerá aquí sino en las mezquinas de vuestros televisores, dentro de la programación habitual de las cinco y media de la tarde. Desalojen el teatro los que han creído lo contrario. Esto ha sido magia. Ficción.

Sobre la autora

*Teatro/Vida con mamá. Caracas: Monte Ávila Editores, 1976

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