literatura venezolana

de hoy y de siempre

Eduardo Sánchez Rugeles

Por: Alirio Fernández Rodríguez

Eduardo Sánchez Rugeles (Caracas, 1977) es un escritor venezolano, también guionista, que mientras trabajó como profesor -con cariño y pasión- descubrió una importante experiencia de vida. A los treinta años, como el niño contra el jarabe, se vio obligado a asumir la salida de su país y establecerse en Madrid. Se licenció en Letras (UCAB) y Filosofía (UCV) en Venezuela; luego hizo postgrados en España, en Estudios Latinoamericanos y en Estudios Literarios. En cuanto a su obra, a pesar de la “fama” de sus libros y los premios recibidos cree necesario dudar de los caminos al “éxito”. Está convencido de que la buena literatura está ahí y goza de buena salud, a pesar de todo.

Nunca me sentí muy caraqueño, reconoce acerca de sí mismo Sánchez Rugeles a pesar de haber nacido y crecido en la capital venezolana. Afirma que ni siquiera conocía bien la ciudad, mucho menos el país. No forma parte de la categoría dicotomía de caraqueños del Este y del Oeste, se reconoce más bien como un ciudadano del sur. Las fronteras de su ciudad se dibujaron entre Santa Mónica, Los Chaguaramos y Bello Monte; un espacio sin la opulencia de clases altas ni la precariedad de barriadas populares. Asumió que pertenecía a una clase media en continua decadencia. En ese espacio se define, lo añora; todas las memorias de su infancia pasan por esos lugares. Esa es mi patria, reconoce Eduardo.

El encuentro con la literatura en una casa de abogados es como recuerda Sánchez Rugeles que nacieron en él, tanto el lector como el escritor; aunque de manera intuitiva, inconsciente y espontánea. Una biblioteca de libros de Derecho en casa de sus padres escondía una pequeña sección de las novelas menos conocidas de Julio Verne y una vieja edición de El señor de los anillos. Ahí surgieron, juntos, el afán lector y escritor de Eduardo. Sin tenerlo claro en ese entonces, ahora sabe que no solo le maravillaron las historias que leía, sino que además también él quería contar las suyas. 

Mi primer trabajo remunerado recuerda Eduardo (entre risas) fue a los dieciocho años; hizo de chofer para una señora que debía llevar comida a diferentes eventos en Caracas. Con ella conoció la verdadera ciudad donde vivía. Luego, recién graduado de Letras padeció el empleo de corrector de textos, aunque de ahí atesora con cariño algunas amistades.

También, fuera de la literatura, trabajó en un semanario donde debía hacer pequeñas ediciones de contenido; se divirtió haciendo de astrólogo, pues, en el horóscopo siempre faltó la adivinación de Leo y Escorpio, así que Eduardo completaba el asunto con cosas como: “esta semana te irá bien, tropiezo en la escalera, recibirás una llamada que cambiará tu vida”. Ya en terrenos de las humanidades fue la docencia una experiencia laboral significativa.

Sánchez Rugeles, el escritor exitoso de una obra importante no existe, reconoce él mismo; además de no vivir de su trabajo literario. Su situación actual como escritor le genera muchas incertidumbres, frustración y desosiego; todo ello con el agregado de ser migrante. No cree ser autor de una obra exitosa y ve su búsqueda de oportunidades en el mercado editorial como un rotundo fracaso. Guarda muchas cartas de rechazo editorial y gavetas llenas con manuscritos que revelan signos de un profundo fracaso.

Con todo esto no niega el profundo desafío que tiene ante la labor literaria; aunque la paciencia y la persistencia son clave, el escritor reconoce que ha venido acumulando mucho cansancio, tras seguir intentando. Y es que, pese a los movimientos que ha intentado para posicionar su trabajo literario, cree que han sido muchas las guerras perdidas.

Me gusta contar historias de personas en una situación límite, esas historias que la literatura ha contado desde Aquiles y Odiseo: personajes en conflicto, dramáticos, trágicos, dice Sánchez Rugeles. Su narrativa quiere contar historias de seres rotos que toman decisiones determinantes, a partir de las cuales se desencadena toda una crisis. Contra la literatura que quiere dejar una enseñanza o moraleja, la narrativa de Eduardo pone primero lo estético y literario. La idea de un personaje bueno o malvado per se no tiene sentido en la literatura; quizá sirva en el periodismo u otros espacios: “una persona normal con virtudes y defectos que se confronta a sí mismo y puede confrontarlo todo”, eso es lo que le interesa en el proceso creativo.

La literatura venezolana para Sánchez Rugeles está en gran desventaja con respeto a sus vecinos. Para el escritor venezolano actual el trabajo con editoriales es muy reducido y, a la vez, cree que ahí –justamente- hay mucho mérito. Los tirajes que puedan darse en el país son pequeños y la visibilización es mínima. Eduardo valora el esfuerzo de editoriales venezolanas fuera del país, pero su alcance deja al escritor “como en un gueto, si se compara con los grandes grupos editoriales”. Esto afecta a todos los escritores, pero hay que valorar a los que han logrado posicionar su trabajo internacionalmente, con base en el trabajo y la persistencia. 

Tirar penaltis por la tarde junto a su compañero ha sido una actividad renovadora para Sánchez Rugeles. Esa nueva “mirada lúdica de la vida, sin tiempo ni responsabilidades” en el hombre solitario que es, con pocos pero buenos amigos, es sana, es reconfortante para él. Es la paternidad la que ahora le ha permitido al tipo sedentario convertir un sábado en día de penaltis o de básquet hasta pasadas las siete de la noche, junto a su hijo.

En la mochila, Eduardo Sánchez Rugeles guarda estas publicaciones: Blue Label (2010), Los desterrados (2011), Transilvania unplugged (2011), Liubliana (2012), Jezabel (2013), Julián (2014), 26: vida de Luis Alberto (2018) y Síndrome de Lisboa (2020).

Web personal del autor: http://sanchezrugeles.com/

Novela

El síndrome de Lisboa (capítulo I)

Liubliana (Preludio)

Transilvania unplugged

*Crédito de la fotografía: Vasco Szinetar

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