Juan Manuel Romero
Si nos remitimos al ámbito de la lengua inglesa, uno de los primero grandes tránsitos contemporáneos de traducción hechos en Venezuela se efectúa en el 2009. Quien ejecuta esta empresa con un tino extraordinario es José Luis Palacios. En el año mencionado se publica su traducción, selección, opiniones y notas en torno al cuento contemporáneo de los Estados Unidos. Un libro que a la postre terminará siendo pilar para el mundo hispánico. Un libro que sirvió para acercarnos a un tipo de cuento elaborado fuera de la circunstancias del español. Este texto se llamó Los mejores relatos. Narrativa estadounidense contemporánea.
Palacios, docente, matemático, cuentista, logró, mediante sus traducciones, un acercamiento genuino al vasto mundo de la narración corta del país norteamericano. El trabajo que realiza el autor de Textosterona a los cuentos de Leigh Allison Wilson, David Galef, Annie Proulx, Junot Díaz, David Foster Wallace, y, al menos, a una docena de escritores más, resulta impecable, matemáticamente bien hecha, una fresca y alta herencia de aquella famosísima Antología del cuento norteamericano realizada por Richard Ford.
En el prólogo a este libro se pueden notar algunas ideas singulares: a) La literatura norteamericana es a la literatura lo que la selección brasileña de fútbol es a este deporte, siempre está entre la élite, marcando pauta, con figuras (escritores) a quienes hay que seguirles la pista para sondear por dónde van las tendencias y la calidad. b) También se expone cómo ha sido esta tradición, disciplina y excelencia del cuento estadounidense, y cómo se forja, incluso, desde las universidades el reclutamiento de los más destacados escritores para dictar cursos de escritura creativa, sin importar que aquellas no sean instituciones en las que se impartan carreras humanísticas. c) De este prólogo, además, puede rescatarse la benevolencia de los incentivos y del entorno para publicar cuentos: solo los mejores cuentos.
Revistas, antologías, periódicos, certámenes, una larga conjugación de posibilidades para exponer la producción proveniente del mundo anglosajón. De ahí que de este contexto se pueda precisar un quiénes, un qué, un dónde, un cómo en torno al Short story.
Aún siguen resonando, por solo mencionar tres ejemplos, revistas como The New Yorker o Granta, o concursos de gran prestigio como el O’Henry Prize, por el que han desfilado autores tan extraordinarios como Raymond Carver, Flannery O’Connor, Lorrie Moore, incluyendo a las premio Nobel de literatura Alice Munro y Olga Tokarczuk…
El segundo gran tránsito de la traducción reciente en Venezuela ocurre en dirección contraria. Gracias a la feliz apertura, o al giro dado por uno de estos premios importantes norteamericanos, dos de nuestros autores han sido galardonados allí, porque sus obras habían sido traducidas a la lengua inglesa.
No fue sino a partir del año 2019 cuando el premio O’Henry le abrió la posibilidad de participar a otros autores cuyas lenguas de producción no fueran el inglés. Es aquí cuando Latinoamérica permea con fuerza y desde 2021 (en 2020 no hubo edición) empiezan a figurar ganadores con nacionalidades de este lado del mundo: chilenos, argentinos, mexicanos y venezolanos.
Es así como empiezan a aparecer algunos nombres clave de la literatura hispanoamericana como ganadores en este certamen: Alejandro Zambra, Samanta Schweblin, Cristina Rivera Garza. Y por Venezuela: Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) y Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981).
A estos últimos autores no solo la nacionalidad y la juventud les emparenta. Desde luego, también les hermana sus fulgurantes carreras literarias desde el principio de siglo XXI, y que se han incrementado con los alcances editoriales que se producen con la traducción de sus obras.
Sainz Borgo, para asentar lo dicho, con sus novelas La hija de la española, El tercer país, La isla del Doctor Schubert, goza de una increíble cantidad de traducciones, como quizá hasta los momentos (o al menos no en las dos primeras décadas de este siglo) ningún otro escritor venezolano haya alcanzado más allá de las robustas fronteras de nuestro idioma español.
La autora venezolana, también periodista, obtiene un puesto en la afamada selección del O´Henry prize en la edición de 2021, y se convierte en la primera latinoamericana en ocupar semejante galardón de la tradición anglosajona. Su cuento se titula “Scissors” y fue publicado originalmente en Granta Magazine, mediante traducción de Elizabeth Bryer. En español el relato se llama “Tijeras”. Se trata, en palabras de la misma autora, de una historia de migrantes, unas hijas y una mujer muy mayor que no tienen dinero y, para sobrevivir, tienen que vender su cabello.
Por lo pronto, de Sainz Borgo no se conoce, editorialmente hablando, un libro de cuentos. Pero sí se sabe que es una autora que ha trabajado largamente con el género. Al menos tres textos avalan la anterior afirmación. Cuentos que han aparecido en distintas publicaciones periódicas a causa de otros galardones o por haber sido recogidos en antologías: en la edición del año 2011 del ahora extinto Concurso de cuentos del diario El Nacional, la autora de La hija de la española obtuvo una mención especial por su cuento “Un clavadista en el Hudson”. Más tarde, publica en un volumen de narradores latinoamericanos que lleva por nombre Huellas en el mar un cuento: “Almohadas”. También se sabe que en un libro que lleva por título 2030 figura otro texto suyo de narrativa breve “La guerra de las especies”. Lo que nos lleva a pensar que, quizás, estemos por leer la agrupación de estos y otros textos en un futuro libro de cuentos de esta afamada narradora que, hasta ahora, se ha caracterizado por sus novelas frontales.
Por su parte, Blanco Calderón igual posee una obra sólida, con al menos dos novelas, The Night y Simpatía, así como también un repertorio de libros de cuentos que le han consagrado como un narrador respetable y laureado.
En el 2017, fue finalista del V Premio Narrativa Breve Ribera del Duero por su cuarto libro de cuentos Los terneros. Un par de años después obtuvo el Premio bienal de Novela Mario Vargas Llosa con su primera novela. Premios que, de una u otra manera, le han abierto las puertas a su obra hacia otros lectores y otras lenguas.
El mundo francófono, por ejemplo, conoce la obra de Blanco Calderón gracias a la traducción que hizo la editorial Gallimard de The Night, específicamente realizada por Robert Amutio, el mismo que tradujo al francés a Ricardo Piglia y a Roberto Bolaño.
Ahora bien, los lectores anglosajones, que es el caso que nos ocupa específicamente, empezaron a conocer, desde el año 2014, la cuentística de Blanco Calderón, debido a que un texto suyo “Emunctories” (Emuntorios) apareció en el número 46 de la revista Mc Sweeny’s, en la colección que se llamó “Thirteen crime strories from Latin America”.
El otro peldaño consagratorio al que accede el escritor venezolano en Norteamérica se da en abril de 2023. El autor de “Los golpes de la vida” (texto con el que se alza ganador del LXI Concurso anual de cuentos del diario El Nacional, en el 2007), forma parte de la lista selecta de veinte autores ganadores del O´Henry prize de este año.
Su cuento “The mad people of Paris”, que fue publicado originalmente en Southwest review, contó con la traducción de Thomas Buntead. En español el relato se llama “Los locos de París” y es uno de los siete cuentos que conforman el libro Los terneros. Se trata de las andanzas de algunos extranjeros por las calles de la capital francesa posterior a la masacre de Bataclam, y, en medio de la atmósfera del duelo colectivo, intentan, entre otras cosas, adquirir destrezas lingüísticas en el idioma galo entrando a ciertas iglesias para confesar pecados que, tal vez, no existan.
Dos autores venezolanos contemporáneos, Karina Sainz Borgo y Rodrigo Blanco Calderón, quienes junto a otros autores (pensamos rápidamente en Barrera Tyszka, Méndez Guédez, Sánchez Rugeles, Gustavo Valle, Fedosy Santaella), desde sus particulares obras narrativas, tan eficaces como poderosas, continúan abriendo las brechas hacia nuevos y más lectores de otras lenguas, nuevas vías de ida y vuelta, gracias al creciente interés editorial y a esa mutación (cuando es saludable y no una mera traición) llamada traducción.