CANCIÓN DE LA VIDA SOÑADA
Y nada fue como soñamos
porque éramos el sueño.
Por ahí andaba el paraíso
a la vuelta de la esquina
pero no lo veíamos.
Imaginando siempre un futuro
vivimos el presente sin saber que el arte y la belleza
nos pisaban los talones.
Ingenuos de corazón fuimos
la mente proyectada en sueños impalpables
y el pecho puesto a remojar en los llamados del sentir
en el canto del ave amanecida
o en el beso en el labio de la novia
durante una serenata.
Nuestros sueños espabilados siempre nos encontraban
entre estaciones de tren y los frecuentes viajes
entre nostalgia y nostalgia o entre las redes de la infancia
entre el aroma profundo de la piel de la madre
cuando nos tomaba entre sus brazos
ah profundo candor de las abuelas
y la mano del padre apretando la nuestra
para hacernos crecer como hombres de bien.
O cuando decimos que vamos a dormir y soñamos y viajamos
por los laberintos órficos que nos hacen vivir otra vida otro trozo de mundo
que se escapa por el borde de la almohada
enfrentados al enigma mayor del vivir:
el de la noche cuajada en el centro de la cabeza
deseando liberarse de las ataduras diurnas.
O cualquier día vamos por ahí caminando
y encontramos
un sueño
debajo de una flor
un sueño
debajo de un árbol
un sueño
debajo del mar
un sueño
debajo de la tierra
un sueño
debajo del alma
un sueño
debajo de otro sueño
y entonces vamos a abrazar
el tuétano hechizado del existir.
Días soñados entre vuelos de tordos rasgando el cielo
mientras hacíamos cabriolas en la grama contándonos
a nosotros mismos historias sin fin.
Qué hermosos la pereza o el tedio de los días solitarios
y de las lámparas encendidas
en la tiniebla de los viejos cuartos
o aquellos velones derretidos en presencia
del corazón de Jesús.
Éramos místicos sin saberlo
ungidos por la inocencia
para acometer el infinito
aventureros sin remedio, héroes ingenuos
del vivir, libertadores de cosas invisibles.
Un simple viaje al mar y retozos en la playa
haciendo castillos de arena
nos preparaban para imaginar aventuras heroicas
viajando hacia horizontes sublimes
y otras veces hacia grandes montañas
sumergidos en los pozos de ríos
que nos revelaron los secretos.
Teníamos ganado el paraíso
pero no lo sabíamos.
Las ciudades nos retaron con sus imanes hechizantes
avenidas trepidando asombros
mujeres repletas de candor
pasiones cabalgando en las alcobas íntimas
dulzuras estampadas en montes venusinos
o en pechos nacarados de tiernos pezones
que nos trasladaron al éxtasis.
Y más allá los amigos sembrados en caminos
cada uno en un recuerdo distinto
y aquellos nobles maestros diciéndonos sus clases
directamente al corazón.
Nada fue como soñamos, unas veces mejor
y otras peor, pero nada sucedió como tal,
solo abrazos de la Naturaleza,
solo lecciones de sobrevivencia
y el existir colmándonos de azares,
de caminos distintos bifurcados a los cuatro horizontes
por donde se fugaron dulces ráfagas
mezclas de recuerdos ideas imposibles y pensamientos similares
de esos que pueblan las utopías
todos mezclados a fabulosos errores
impregnados de azar.
Todo ha sido un gran sueño.
Todo ha sido colmar las alcancías
de anhelos deshilados
que algún inesperado día cuajaron
sin que nos diéramos cuenta.
Vamos en zig zag hasta la próxima esquina
y desde ahí doblamos hacia el barrio
donde nos aguardan los viejos amigos
con los brazos abiertos.
No hay nada más. Solo los sueños
intactos como nubes de aire
y nosotros aquí abajo
observados por el gran señor Tiempo padre del cosmos.
Él está allá incólume observando
nuestro azar junto a Madre Natura que nos dona la vida.
Vamos todos a celebrar esa maravillosa equivocación,
vamos a alabar a las estrellas y a bendecir a los astros del cielo
vamos a hacer el rito del brindis ahora mismo,
vamos todos al bar, al templo de Dionysos a entonar
la canción de la vida.
De la vida soñada.
***
Y NO ME FUE TAN MAL, DESPUÉS DE TODO
Y no me fue tan mal, después de todo,
supe morir viviendo y existí en cada instante
como si habitase el futuro,
tropecé a veces con el pasado
cuando ya no había remedio,
devoré el amor con palabras
pensando que con eso bastaría.
Me prosterné ante los dioses,
pidiéndoles perdón por mis errores,
para luego volver a la carga.
Probé el vino en mi boca
y mastiqué la carne azul de un pez
que me hizo recobrar la memoria.
Bebí copas de infancia en cada instante:
siendo niño imaginé el porvenir
como un infinito pastel de chocolate.
Me deleité a menudo sentado con la vida
sintiendo correr el tiempo
como a una dulce ráfaga sin fin
mientras por las tardes me dejaba ir
a la manera de un intenso jazz
o tal vez como una pavana o un bolero
o me iba a mirar una vieja película
en un cine de pueblo.
Una cosa sí sé: mi padre el Dios Azar
me persiguió siempre para cuidarme
de las malas influencias
y de los demonios del anochecer.
También me hizo despertar en dulces regazos de mujeres
con ojos de arcoiris y cejas de alondra
que cuidaban de mí
como a un tierno bebé.
Gracias, vida, te seguiré escribiendo todos estos años
cartas agradecidas. Me has permitido jugar con muchachos tremendos.
Cantar, bailar y enamorar mujeres con mejillas de nube
asomarme a los patios a observar gaviotas en el cielo
volar cometas por las tardes
salir a dar alpiste a los turpiales
o a observar los ojos de las iguanas.
Vengan a mí, perros y gatos para acariciarlos
y abrazarlos,
Vengan, amigos míos bendecidos por el amor a la belleza,
vengan, ancianos tímidos para besar vuestras arrugas,
vengan, padres míos, desde el fondo del tiempo
y tomen aquí este café conmigo.
Vengan todos ustedes, hombres y mujeres
que me habéis odiado o amado, lo mismo da,
soy apenas un soñador atolondrado,
domador de palabras o escarbador de imágenes,
cronista de lo absurdo, auscultador del caos,
que busca vocablos por las noches
y al amanecer ráfagas frescas en árboles y flores,
atisbando la verdad que se esconde
entre las piedras del río
y aquel amor lejano oculto entre el vaivén
de las olas del mar.
Venid todos y todas a abrazarme
en medio de este solsticio de verano
antes de que lleguen los fantasmas.