Ricardo Ramírez Requena
Sábado 14 de marzo de 2020.
El jueves 12, Maduro anunció medidas contra el Coronavirus, y ayer en la mañana informaron de los dos primeros casos en el país (una mujer y un hombre en Caracas. Llegaron en vuelo desde Europa).
Se prohibieron eventos en espacios públicos y museos, galerías, etc., tuvieron que cerrar. En La Poeteca también, al igual que decenas de otras fundaciones y ONG´s, librerías, centros culturales.
Las clases (colegios, universidades), fueron suspendidas a partir del lunes. El jueves pasado dicté mis primeras dos clases en la Escuela de Letras de la UCV. Fue debut y despedida del semestre. En la noche, Maduro dijo que estábamos en “cuarentena social” y que podría suspender actividades laborales. El Metro fue restringido: solo se puede usar si tienes mascarilla.
En la tarde de ayer, fuimos a una consulta médica de Tomás, y luego, como miles, nos zambullimos durante más de tres horas en el supermercado. Llegamos a casa muy cansados.
¿Cómo serán estos días de Pandemia? ¿Cuánto durarán? ¿A dónde nos conducirán?
En el trabajo, nos indicaron laborar desde las redes sociales (solo el 40% del país tiene internet; bajó dramáticamente desde el apagón de 2019: hace un año, además).
Estamos jodidos.
Lunes 16 de marzo de 2020.
El gobierno ordenó a las personas “hacer sus propios tapabocas”. Afuera, el mundo sigue en cuarenta: se suman Colombia, Argentina, Chile, Estados Unidos. Organizamos actividades para Tomás. ¿Cuánto tiempo aguantará la reclusión mi niño que pide siempre “salir, salir, salir, calle, calle, parque”?.
Blanca, muy tensa y agobiada. A mí me cuesta mucho concentrarme. Intento adelantar trabajo, leer, trazar estas líneas.
Van 17 casos en Venezuela, en 6 estados.
Leo “Confesiones de un burgués”, de Sándor Márai:
Yo encontré a Kafka como el lunático encuentra el camino recto. Entré en una librería y, de entre miles de libros, saqué “La metamorfosis”, empecé a leerla y supe enseguida que era el libro que estaba buscando. Kafka no era alemán. Tampoco era checo. Era escritor, como todos los grandes autores de la literatura mundial.
Y cierra:
El mundo de Kafka y su manera de expresarse me resultaban extraños, y aunque nunca ejerció ninguna “influencia” apreciable en mis obras, liberó ciertas fuerzas y energías dentro de mí; de repente empecé a ver las cosas con otros ojos, a sacar conclusiones y, al mismo tiempo, como si sintiera una fuerza interior pero también viera la tarea que me esperaba, me embargó cierto sentimiento de timidez, de inseguridad.
Quien tiene miedo grita. Así que yo, por puro terror, empecé a escribir.
Esta última frase, mientras pasen los días, quizás defina lo que nos lleve a escribir.
Lunes 30 de marzo de 2020.
Ayer, Tomás cumplió 3 años. Tuvo globos, piñata (solo para él) y torta. Le gustó todo. Habló por teléfono y videollamada con sus abuelos y tíos.
Fue bonito y triste, por supuesto. Ni un solo niño en su cumpleaños.
Tomás pide salir, pasear, cada dos días. No entiende, pero tampoco ha sido necio, no ha insistido. Le tenemos horarios, dinámicas, juegos.
Mi hijo es un hijo confinado.
Martes 31 de marzo de 2020.
Nos tocará ser otros a razón de esto que vivimos.
Ser otros: otra vez.
Somos un planeta entero escribiendo el mismo relato.
01 de abril de 2020.
Leve dolor de cabeza (¿la visita extraña del frío, en esta época? ¿mucho café?).
Salió mi pequeño libro de ensayos en digital (editado por Taller Blanco, en Colombia). Me pidieron otro texto para otra edición y reeditar mi poemario.
Preparo videos y materiales para asuntos laborales. Blanca trabaja a la velocidad que le permite la computadora (herida por el tiempo) y nuestro pobre internet.
Tomás juega, hace silencios pensando en cosas que quizás no entiende.
La editorial Libros del Fuego tiene en lectura mi segundo Diario; les gustó, podrían editarlo.
Se esperan cientos de despidos este semestre. ¿Qué pasará con nosotros?
El mundo, todo cambiará. Ya cambió. Sin pedirnos permiso.
Reviso sueños de meses pasados: que me queda callado, que me callara, angustias con mi enfermedad.
Viernes 3 de marzo de 2020.
Leo con atención, a diario, a escritores que hacen vida en la red: Jordi Carrión, Mario Jursich, Sergio del Molino. También a periodistas como Diego Fonseca y Ewald Scharfenberg.
Hoy es de esos días en que cuestiono toda mi escritura: creo que apenas me queda el diario, la reseña, el artículo. He quedado, creo, para el closet de la gerencia cultural. Quizás, algún día, hacer una revista, editar una revista.
De la poesía renegué hace tiempo. Como Rimbaud, hay que huir de ella. La poesía es para individuos fuertes o para quien quiera entregar su cuerpo, incluyendo el psíquico (su carga es muy poderosa). Es para elegidos. De mis entregas a la ficción, pues ya veremos. Es una vida, un oficio, en donde “lo otro” (hijos, pareja, etc) queda de lado. Y mi mujer, mi hijo, mis gozos mayores, nunca quedarán atrás.
Denme una librería y déjenme en paz, en silencio. Una librería con un patio, café y cerca del mar.
Nada más. Con eso tengo.
Sábado 4 de abril de 2020.
Converso con el señor Jaime, el conserje. Desde las medidas económicas de hace años y las leyes draconianas del chavismo (2018), los edificios que pudieron se plantearon su desaparición (los conserjes resultan muy costosos, dijeron). La señora Esmeralda murió de cáncer ese año y poco después, el señor Ildemaro, su esposo. Pasaron años en el edificio. Desde antes de morir, la gente mala de este edificio (un cubano y su esposa funcionaria, varios chavistas de closet, evangélicos hipócritas) los hicieron firmar su renuncia y los tenían “arrimados”.
El señor Jaime es el segundo conserje “itinerante”. Es buena persona, amable, cordial, todo un colombiano. Viene de la calle caminando con un tapabocas esmirriado. La junta de condominio le niega el permiso de dormir acá a razón de la pandemia. Entrando, lo saludo un muchacho que vive en la calle. Le cuenta que en las noches agarran a la gente y se la llevan. Los ponen a hacer ejercicios militares como castigo por andar en la calle después de las 6 pm, hora en la que comienza el toque de queda. Estas personas que detienen viven en la calle, no tienen a dónde ir; comen de la basura. Los hacen pasar luego una noche en cualquier calabozo y los liberan al amanecer.
El señor Jaime me cuenta que el muchacho con quien conversa es de Maripérez, que estudió, pero su mamá lo echó a la calle. El mismo señor Jaime vive entre catres que le prestan sus familiares. No mucho más.
En las noticias, hablan de un número de infectados y muertos irreal para el país en el que vivimos. Tenemos el peor sistema sanitario del continente y estamos en situación de ayuda humanitaria desde hace algunos años.
El gobierno miente descaradamente.
Mientras tanto, la economía se va al demonio, el dólar está por las nubes y el petróleo está a precios de hace veinte años.
Viene una hecatombe económica mundial (¿una guerra?) y en Venezuela será peor.
Sábado 4 de abril de 2020 (entrada de la noche).
El grupo de Lima y la Unión Europea se muestran propicios al plan de Transición presentado hace días por Estados Unidos. Aparte de los sancionados por el Tesoro de este último gobierno, la justicia americana les puso precio a 15 funcionarios del chavismo.
He visto poca televisión. Veo redes sociales, atiendo a Tomás y la casa y trato de adaptarme y trabajar. No me resulta fácil. Blanca y yo nos mantenemos serenos pero no lo estamos: soñamos cosas locas, no dejamos de estar tensos, pero hacemos esfuerzos. Llamamos a nuestros padres, a nuestra familia regada por el mundo gracias a la diáspora, a los amigos. Desde hace un par de días, parece que va a llover pero no llueve.
Domingo 5 de abril de 2020.
Leo las reflexiones de Márai sobre la neurosis y los traumas de la infancia, sobre la capacidad humana de aguantarlo casi todo, sobre la fuerza de voluntad y la humildad.
Me leo ahí, en ellas.
Mi neurosis, mía, ahí. La sé bien desde estos días. He entendido.
Porqué la necesidad de escribir, crear, de leer luego y de “ver”, verlo todo.
Veo también, claro, la soledad del escritor, que se expresa y la soledad de los demás.
Dice Márai:
La poesía es ejercicio (…) práctica cotidiana en el sentido que se le da a la palabra en un convento o en un circo; y el que no lo sepa es un autodidacta con aires de importancia.
Lunes 13 de abril de 2020.
Nunca escribiré una novela. Tampoco libros de cuentos (ya escribí algunos cuentos y dije ahí lo que quería decir).
Tampoco creo que publique un nuevo poemario.
Y todo esto me produce un gran alivio.
Vivir cerca del mar y trabajar en una biblioteca con jardín, en una ciudad mediana, con muchos parques.
Vivir y trabajar en una zona precisa de esa ciudad.
Y quedarme ahí hasta morirme.
Miércoles 15 de abril de 2020.
Ya van más de dos millones de enfermos y ciento treinta mil muertos. En mayo-junio se espera que vayamos volviendo a las calles, pero mientras se descubre y elabora la vacuna y se vuelve masiva, pasará mucho tiempo. El re-confinamiento, por etapas, se vislumbra hasta 2022. A esto debe sumarse la crisis energética (el petróleo) y la recesión económica mundial, nunca vista desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En USA se espera una recesión del 9 al 11%. En Venezuela, entre 15 y 20% (algunos dicen que más).
Falta mucho por andar antes de volver a “una normalidad”.
Lunes 20 de abril de 2020.
Vivo un extraño insomnio sin angustias. Repaso el pasado, vidas alternativas, aquello que tengo, que he logrado.
Sueño que estoy abajo, en la entrada de mi edificio, mal vestido, sin bañarme y llega el poeta y profesor Arturo Gutiérrez Plaza en un carro. Se encuentra con alguien y le dice que vivo aquí y piensa en llamarme.
Yo me avergüenzo viendo eso y me escondo.
Jueves 23 de abril de 2020.
Hoy es día del libro y del idioma. En Venezuela, la industria editorial no existe, quedan pocas librerías y todo el mundo del libro se sostiene en fundaciones y ong´s. Supongo que después de esta pandemia, terminará de desaparecer todo.
Venderemos manuscritos en la calle por comida.
Decidí, anoche, luego de conversar largo con Blanca, comenzar a dejar de fumar. Tengo enfermedad de Cröhn, hay una pandemia que arrasa con los pulmones. Tengo un hijo. Necesito verlo graduado y trabajando, que pueda asumir su vida él solo. Debo entonces sobrevivir unos años más.
Comenzaré de cinco hacia abajo. Al terminar los cigarrillos que tengo, adiós.
No moriré todavía.
Miércoles 29 de abril de 2020.
Soñé que poseía algún tipo de inmortalidad. Me disparaban y nada sucedía. Me vanagloriaba de ello pero no me prestaban mucha atención tampoco.
Tres balas negras escupía después de un disparo.
¿Mis tres operaciones? ¿2006, 2012, 2015?
Miércoles 6 de mayo de 2020.
Ayer, apagón en 16 estados del país durante algunas horas (en algunos, como Zulia, Táchira, Mérida, Lara, es diario desde hace años). En casa hubo fluctuaciones. En la madrugada, se fue definitivamente. No sabemos a qué hora exactamente. No sabemos ya cuántas horas llevamos sin luz y cuándo volverá.
Desenchufamos todo.
No tengo carga en mi teléfono celular.
Hoy, en La Poeteca, cumplimos dos años. La Fundación para la Cultura Urbana cumple veinte años este mes. Han hecho una importante labor y desde la empresa privada. Me enorgullece pertenecer a su catálogo.
Ayer, fue el día Internacional de la lengua portuguesa.
Toda celebración es virtual, llena de distancia.
Martes 12 de mayo de 2020.
Sueño mezclado: librerías, muchas, reabriendo como colmenas, pero llenas de barro por dentro. Como espacios que hubieran sido inundados por un río o mar.
Pensé en el aqua alta de Venecia (comenzamos el año con ella como noticia).
Italia, librerías: dos elementos importantes en mi formación intelectual y emocional. Un tiempo en particular: 2007, 2008.
¿Qué es ese barro adentro? ¿el humus de un renacer?
¿Mi vida que me lo demanda? ¿Volver a esos tiempos o, más aun, a esos ánimos?
Venezuela es un lodazal.
Me sostengo en los míos, en la música, en la sobremesa.
Vendrán tiempos mejores: no fueron los nuestros.
Me gustó mucho este diario. Comparto la angustia derivada del encierro pandémico que, aunado al impuesto por el régimen, desencadena múltiples tormentos, miedos, incertidumbre total. Vivir el hoy y el ahora cuesta demasiado… Cómo cambiar de golpe y porrazo las nociones del tiempo histórico. Difícil. Duele no abrazar al hijo, a los amigos, las ausencias radicales… Escritura, lectura y naturaleza, y también escuchar son imprescindibles.
Así es, amiga; entre la diáspora y la pandemia han sido tiempos difíciles. Para nosotros como para el autor la escritura ha sido lo que nos sostiene, en parte.