literatura venezolana

de hoy y de siempre

Del amor al odio en tres pasos

Ago 20, 2023

Rafael Victorino Muñoz

Hay tres momentos importantes en la vida del escritor, y estos momentos se hacen presentes o se actualizan con cada texto: cuando terminas el libro, cuando te publican el libro, y cuando te leen. Sin embargo, de esto último no nos enteramos siempre, a menos que haya un cuarto momento: cuando alguien escribe una crítica o comentario, como ahorita, que hago la reseña.

Es en ese momento cuarto que nos enteramos de que hubo un tercero. Porque siempre persiste la preocupación el autor: ¿será que alguien me lee? O peor aún: ¿será que a alguien le gusta? En este acto le puedo decir a Jesús Puerta que sí, que lo leí, y que tengo cosas que decir de su libro, con lo cual puede acaso inferir una respuesta a la cuarta interrogante o inquietud, si es que tal cosa le inquietara.

Conocemos la narrativa de Jesús de otros textos. Quiero decir, he leído algunos de sus libros de cuentos. Uno es el de Círculo abierto, que publicó la Secretaría de cultura de la Gobernación, en los años 1990 y tantos. Más recientemente, sus narraciones urbanas, que están a mitad de camino entre la crónica y el chiste. Unas historias muy frescas y chispeantes*.

Ahora, entrando a hablar de la novela que nos ocupa, una de las cosas con que me encuentro en La Bruja y Raskolnikoff es que no caben dudas de que se trata de un escritor con oficio, un escritor que ha aprendido a manejar el instrumento como el carnicero el cuchillo. Noto una escritura madura y con dominio de las técnicas narrativas.

Como todos los libros, este libro es varios libros a la vez (algo parecido dijo Cortázar al inicio de Rayuela). La bruja y Raskolnikoff comienza coqueteando un poco, un poco bastante diría yo, con el género policial. A manera de spoiler, les adelanto que la narración inicia con una mujer que está tratando de desentrañar las circunstancias que rodearon la muerte de su padre, acaecida en un asilo de ancianos.

La oportunidad es propicia, a su vez, para entablar una reflexión en torno a la vejez, la muerte y otros problemas filosóficos por los que alguna vez nos habremos adentrado todos los seres humanos. Sin embargo, esta es una reflexión que no se aleja del entorno social inmediato, ya que en varios momentos aparecen como fogonazos de crítica hacia la actual situación del país. Aunque el relato  parece estar ubicado en un futuro no tan lejano y no tan imposible, con lo cual el texto adquiere cierto tono de distopía desencantada.

Otro de los temas que se entrecruza en La bruja y Raskolnikoff es el del migrante. También vinculado con la circunstancia política, económica y social de Venezuela. En este caso, el migrante es el hijo del hombre fallecido en el ancianato. Sin embargo, el texto no abandona la visión distópica de pesadilla, ya que este migrante vive en un país asiático donde, no la falta de desarrollo, sino el exceso del mismo, conduce también a un abismo, ante el cual el ser humano no encuentra escapatoria.

Es este el tema de la alienación, tan mencionado hace algunos años como olvidado hoy. Y sin embargo aún vigente. Es interesante ver cómo estos dos extremos (nación desarrollada-nación subdesarrollada) se tocan en el punto de la deshumanización de la persona. Recordando a Goya: el sueño de la razón engendra monstruos; y la pesadilla de la sinrazón también, añadiríamos.

En tercer lugar, surge en La Bruja y Raskolnikoff un elemento fantástico-futurista, algo así como de literatura de anticipación; aunque vagamente me recuerda el tema del mesmerismo, la nigromancia y otros presentes en la novela decimonónica. En este caso, se trata de un intento de indagar en torno al contenido del cerebro humano de una persona fallecida, para saber cuáles fueron las últimas imágenes o pensamientos que percibió.

Y por último, pero no menos importante, está el tema del amor. Una de las cosas interesantes, tal vez la más interesante, de leer a los amigos, es que terminas conociéndolos un poco más. Y algo que conocí de Jesús con la lectura de La Bruja y Raskolnikov es que es un devoto de Dostoiewski, lo cual ya sospechaba, incluso desde el título; y que es un hombre enamorado, un romántico en la acepción que se le suele dar al término en la actualidad y también en la antigüedad.

El romanticismo político de Jesús queda evidenciado en la postura crítica que se asume desde el narrador omnisciente de la novela, que señala con el dedo las situaciones a las que hemos llegado y podríamos llegar como sociedad, y en este caso como país. Por otro lado, su romanticismo de vocación amorosa queda evidenciado en la relación entre los personajes principales, quienes establecen un largo intercambio epistolar (el cual leemos íntegro en la novela).

Claro, este intercambio está a tono con la época actual, es decir, no se trata de cartas perfumadas y en papel, sino de correos electrónicos. A través del mismo descubrimos cómo va evolucionando la relación de la Bruja y Raskolnikov, hasta llegar al odio, la muerte y la destrucción, como puede suceder, y hasta suele suceder, cuando amamos demasiado o cuando dejamos de amar.

*Ver en: dos cuentos de Jesús Puerta

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