literatura venezolana

de hoy y de siempre

Argonáutica, poemas de Gelindo Casasola

Niña que vuela una cometa

Has subido tanto muy cerca de los órdenes
angélicos, que quizá hay en ti
un hastío por las cosas elevadas.
Hablo del cometa.
Pero las trenzas flotan
con un encanto tal vez humano y
– me pregunto– ¿no ascendiste
también tú con ese pájaro en alguna ocasión
equivocadamente?

Apocalipsis

La cabalgata más extraña
de jinetes salpicados de mar
y de agosto,
sobre la tierra asolada,
profundiza su muerte.

Canto al día del equinoccio

Hoy
la linfa cansada de los siglos la savia de los giróscopos
que viene desolada de los prados amarillos
Ha enfrutecido
ha fructificado en líquenes de formas siderales
en colores multicolores que el arcoíris
ha desbocado tenue en la nieve diamantal de las cumbres de
los Andes.
Aquario derrama su luz en las colinas
Yo miro las golondrinas cruzándose azules en el aire
Bajan las cascadas blancas de sonar en las aguas
y los cielos no tienen nubes
las rosas las rosas celestes las celestiales leyes de la
savia en las hojas nerviosas de los mangos
en los bucares
en las palmas
El Sol equinoccial baña los campos
baña los grillos azules de estrellas
mueve los ríos hasta la cristalina fuente el cristal
de las cúpulas de los montes
y la selvosa noche de la sombra de los árboles bajo las
montañas
los Cantos de los pájaros
los Cantos de los pájaros
los Cantos de los pájaros.
Yo miraba desde la colina el río el musgo tierno
el musgo blanco
y la nectárea sensación de los granados
recién azules
recién como las pieles de los toros a la luz dorándose.
Reverdece la amapola el blanco lirio
el azul anaranjado de los apamates
y la rosa
la rosa rozagante purpúreamente
se abre.
Todos los colores de nuevo han cobrado sonido y claramente
brillaron
Resplandecieron al día como la luz sin nubes
como el cielo sin agua
como el aire rotativo de las flores
recién blancas.
Inicióse el equinoccio de los tiempos en las frutas más
pequeñas de las moras
en las amapolas
en las amapolas y en los cabellos de los niños
jugando al Sol.

 

Poema fantástico a una ilusoria caminata

Porque hoy no ha llovido como otros días
podemos bajar por estas calles claras
donde ni el rumor de los tranvías
ensordece. Ha anochecido.
Esperábamos quizá algo antes de la quietud,
pero las avenidas son rectas y vacías
siempre hacia el mar.
La noche huele a melocotoneros.

 

Ruiseñor huido

Hecho de ángeles sube el ruiseñor
semejante a mi medida.
Ha escapado de una jaula vacía
hacia algo que ni él mismo conoce,
convertido ya solamente en canto y aire.
Pequeño ruiseñor,
¿por qué vuelas en alas deshechas
y nos miras con frágiles ojos?;
somos tu paisaje, ¿acaso?
¿Lo somos?

El trapecista

Para Rafael Garrido

El aire que respiras, allá arriba, mientras
danzas en el trapecio —quizá junto a los ángeles—
es tan brillante
pero, ¿es el mismo que nosotros
conocemos aquí duramente?
Has sido premiado con el vuelo
en maravillosas cuerdas, y eres feliz,
lo sé, hasta que caes
sobre una imposible red que no te detiene.

 

El asno flautista

Perdido en medio de este bosque
de verdura como un gnomo
hablo un idioma celeste.
Un idioma del paraíso.
Con voces de flauta y loco
me persigo sin sentido
entre la vegetación y las
ruinas. Comido por insectos
adueñándose de mí, y solo
como pez dorado en pecera
de peces.
Soy un asno.

Sabía que las frutas maduraban
por su rojo color, pero no
pensaba ser manzana. Oboe
desafinado. Y como cantaba
antes en las auroras
plácidas me tendía en malezas,
espinas y ortigas,
acariciado. Pobre de mí.
No conocía esos saltos de
mis ojos hacia el precipicio
de la música. Yo tan polimor-
fo. Polimorfeo.

Aquí crece la hiedra en las
gargantas aéreas de los árboles y
sus flores son amarillas.
Rojas como candiles. A cierta
hora nada aparece salvo mi
voz malabarina. Flautista
de burro.

¿Cómo me conocía yo aquí entre
el verde? Como me hallaba
enamorado me desconocía. Y
entre el cristal de los velá-
menes ondeaba, sobresalían
los cuernos míos de madre
perla. Punteados. ¡Ah,
si supiera este idioma colora-
do en que me hablo, me
diría soledades!
Fragante día de sol entre
el pasto.

Pastaba hongos. Los comía
en su sabor salvaje y refinaba
la lengua rosada de delicia
en el paisaje. Nubes.
Como si mi flauta fuera madera
y no flauta.
Pero sin ser sincero
no miento cuando canto
eunuco.

Colores nacidos de las rosas
azules y el sonido cae
sensitivo
sobre mí.

El arquero místico

Como si un Halcón de Oro serenamente
se hubiera parado en mi lengua
yo vuelo con alas de Sol al Alba.

El mundo está hecho de colinas.
Lo miro incandescente y me sumerjo
en la quietud de las sílabas de plata.
Los sobrepaso como un arcoíris
y en el amor de las cascadas silenciosas
deshago mi carne para que el viento
la lleve.
Hablaba con las piedras y con las flores
que vuelan venían incendiarias
a ponerse carmesíes los cabellos.
Yo bajaba de las colinas.

Como el oro yo bajaba.
Las ruidosas corrientes de los vientos
subían inmaculando
Y las palabras corrían más allá de mí
al color de las cosas, al rojo vivo,
a las aguas.

Las nubes apasionadas que vuelan.
Y todo todo. El oro. Vientos
batiendo. Yo subía.
Mis pies maravillosos eran flores.
Ya no era humano, sino tal las cosas,
tal el río, tal el alba.

Iniciéme entonces como mago.
Las aguas parecen pastores bellísimos.
Las cascadas lejanas nupciales caen en las
piedras albas.
¡Ah! Qué risa Qué risa,
tal una corneta de oro es saliendo
de los lirios,
y pastor de aguas acaricié las uñas en el ónix
y volviéronse laurel. Volviéronse
sin color, volaron libremente.

Allí la altitud hace el hielo blanco
y los berros iluminados de plata
y la plata de las palabras
silábicas:
todo es alto halcón de viento.
Y hasta los pájaros relumbran chillando
cuando caen.
Hasta las aves.
Y todo es perla altísima. Todo es
perla.

Los caballos de belfos claros alados
subían a las cimas transparentes.
Aireábanse las crines sucias de luz
Añorábase el cielo entre tanto platores.
¡Ah!
Y yo tenía el más vertiginoso azul ante

abierto como un sexo profundo.
Yo un arquero tendía los brazos para irme
en la flecha.
Puramente.

Pero pasado el can con canto y las frutas,
pasadas las cimas
dejé la puerta atrás y entré a las simas.
Bajé a las simas.

Bosques undosos ardientes selvas volviéronse
chillaron augurios los pájaros y
luctuosas me acompañaban las mariposas
ya sin color de sol en las venas.
Yo descendía.

Y el agua era pervertiente.
La niebla minusvalía mis ojos.
Había errado el Sendero equivocadamente.
Sólo sonaban ramas quebradas.

No esperaba Nada.
Tan sólo el Poder me sacaría de nuevo a los Soles.

Sonó el viento en las flores.

Y el azul más absoluto se apersonificó de mí
me hizo aire
oxígeno puro estremecido en el cielo.
Yo andaba infinitamente en prados celestes
donde ya nada había.
Yo sólo andaba. Puro.
Arquero dormido.

Sin pensar.

Era inacabable.

Inacabable.

Oxígeno
Pálido oxígeno.

Nada respiraba.

¡AH!

Y los signos. Los signos del cielo cantaban:
medialuna sobre Venus ardiente
al ocaso

al Oriente

al Alba

Y las nubes esfumáronse, serenáronse.
Yo flotaba.

Me fui caiendo caiendo

Venus floreciendo entre las orquídeas.

 

Ruiseñor

En un territorio cruzado de las palomas
rojas intensas
ardientemente invoco los leopardos tiznados
de mi voz y las profecías que digo son
sensibles a la esfericidad de la Tierra.
A la esfericidad del Mundo Inmenso Inmenso
y violento
como el alba de las flores.

Lirios del cielo se volaron.
Azogado me despeñaba en los aserraderos
del color
bravío como un bergatín
bravío como un bergatín de viento
como un barco iré apasionadamente solo
en el lecho del ciclón
rumiando un amor creciente multiplicante
hacia los árboles los truenos infinitos despeñados.
Y todo es un sueño
Y todo NO es un sueño

Yo soy un Rojo profeta

¡Ah las voces que invoco!
que me invocan me seducen me despiertan
los sentidos como rosas de la noche
y entregan mi pobrecito cuerpo a una llama
sin color
de Fénix que al Sol se inspire, se ilumina
se ilumina se ilumina
SE ILUMINA
bellamente.
Cóndores del cielo tan oscuro.
Cielos de América crecientes crecientes
la luna sube al esplendor de las indias vírgenes
y se prende de fuego

Yo conduzco los Coros sacros,
el viento del tiempo me acompaña.

Comencé siendo honguero,
Comencé siendo ruiseñor fugitivo.
Y ahora dentro de mí estallan los dorados
mundos
los caballos azules del espanto me recorren
miro la LUZ
miro la luz y me siento desvanecido ante
lo que
veo
Cíclopes del cielo que me juegan.

Pero es tal la prepotencia de lo que se avecina.
Ruge como una catarata de aire inmaculada.
La siento. La siento inmarcesible.
Y cabalgo ebrio, ebrio subiendo
subiendo.
Sobre las fauces de todos los fuegos.

América caminaba como una niña.
Y las cúpulas del cielo de diamante
Y las cúpulas del cielo de diamante fusionaban
su frente de azul
de futuro
de futuro perfecto
de lenguas entre flores como insectos
de saltamontes sobrevivientes tras la tormenta
tras el agua tras el cielo.
Era violento.
Las voces del aire tan llamadas.
Las voces del huracán parecidas a pájaros
negros,
la furia la furia
de los Caballeros del Rocío
reducían los ríos a cenizas
el tiempo a viento.
Como un túnel de sales todo se volvía.
Como un túnel de sales todo se quedaba.

Y cayendo cayendo vendrán las plagas malditas
magistrados de Egipto
caerán los techos de Roma
rodarán las piedras del Mundo
y los animales comerán gente gente gente
pudriéndose.
Defecarán los siglos su iconoclastía.
Tal los campos arados.

¡Qué alto estarán los que estén!

América caminando con las niñas fúlgida
cabalgando con los caballos
entre aguas.
América voladora más pura que nunca
con tales indiecitos guerreros
del Alba.

Albamente se crinejan sus cabellos ocultando
el sol
desnudando la luna.

Y los leopardos y las leopardas se acarician
entre helechos
entre vivas plantas
al sonido de las cataratas.

La voz sin mordaza.

Suelto a la musa a pastar en los campos.
hoja de laurel
hoja de laurel
hoja de laurel

 

Luz en las hojas

La sombra de los mangos me hiere los ojos
Mientras paseo por las blancas alamedas.
El verde crepuscular de la hierba
bellísimo
bajo las verdes palmas.
La luz en las hojas.
El prado malgastado sueña.
Los ladrillos, los ladrillos purpúreamente rojos
donde no había flores.
El cielo era un atardecer infinito
y el viento mecía las cosas.

 

Ángeles

De las alas malva que ustedes tienen
y que los semejan a los pájaros
cuando ascienden,
me gusta esa vibración
parecida al aplauso.
Pero seres así, tan elásticos,
no existen
no suben a ningún lugar,
Sin embargo, ¿quién puede negarlo?

 

Bailarina sentada

Conociendo tanto de la danza
permanece alejada.
¿No mereciera el espacio que tú
también elevaras el gesto
en un inquieto torbellino?
Tus pensamientos son tan confusos.
Pero en tus pies hay un temblor
que hace presentir
las divagaciones maravillosas
sobre las tablas.

 

Muchacha

Inclinada así resurge la idea
que no seas sino un movimiento
del tiempo y la gracia
un desvanecerse continuo.
Plegada buscando tu forma más pura
junto a una alegría que viene
del espíritu más que de los ojos
He visto cuántas muchachas así
en una posición tan desairada
y tan preciosa.

 

Caballo

El caballo tiene la estatura
de las bestias hermosas.
No quisiera decir más. Pero el que
ayer vi cabalgando
oscurecía con sus crines
cercanas al dorado y la forma
rosada de los belfos.
¿Cuántos animales –me dije– son
tan ligeros siquiera por un instante?

 

In memoriam

¿Acaso has muerto en verdad, Leopardi,
que el aire no sostiene pensamiento tuyo
ni su deseo?
Los pinares crecen en verdor justo
hacia celeste sencillez,
tú no puedes ser menos.
Recuerdan tu gloria en el pueblo
y hablan de ti conocido.
Ignoras creerlo, ¿no es cierto?,
pero un libro tuyo abandonado en el parque
es más que un libro.

 

Luego del verano

Luego del verano nos abatimos sobre la vida
sin deseo.
Pasa la lluvia oscura y la entrega
no es otra cosa que una resistencia
perfecta de los días.
¿Qué del verano nos recuerda la muerte
y su gravedad?
Comenzaremos entonces la migración
que termina lejos en el aire.

 

Odessa

Aunque nunca estuve en Odessa
Recuerdo la ciudad y su vida.
Esperar llegar a ella es inútil
porque nunca ha existido
y tan sólo sombras son sus muros
proyectados al mediodía.
Vacía es ella.
Nosotros la recordamos.

 

Poema fantástico a una ilusoria caminata

Porque hoy no ha llovido como otros días
podemos bajar por estas calles claras
donde ni el rumor de los tranvías
ensordece. Ha anochecido.
Esperábamos quizá algo antes de la quietud,
pero las avenidas son rectas y vacías
siempre hacia el mar.
La noche huele a melocotoneros.

 

A una bailarina 

Tu forma suave en el aire

y la inútil soledad que muestras

te hacen tierna y sensitiva,

pequeña bailarina que no descansas.

¿Qué cielo conoces mientras vuelas?

porque nada de nosotros seguramente ves

allá en tu alta magia,

cayendo siempre sin caer.

¿Ves?, eres leve

para estos ojos que te miran celestes.

 

Leopardo

Leopardo mío, crecido cerca de mí

con luminosa presición:

ha visto como tus músculos

parían arqueadas danzas.

Si tu piel fuera aún más

brillante cegaría

toda la timidez de las otras

bestias,

que no te aman.

 

La vigilia

He soñado con prados amplísimos

donde el deseo ya no esté.

¿Soy yo acaso esa ilusión

que pienso? Enrarecido entre las

amapolas y entregado a la belleza

de las imágenes que estallan

bajo un cielo tranquilo.

 

Los deseos antes eran sencillos.

O tal vez más complicados

pero es difícil saberlo.

Nada sé ahora, únicamente miro

las nubes.

 

Hay poetas de extraña versatilidad

para la mentira. Yo miento

la verdad Ella se presta a los juegos

de las formas y a la desolación

de la vida en un día tranquilo.

En realidad todos los días son

tranquilos. Me admiro de mi indiferencia

ante la dificultad de las cosas

pero las cosas son difíciles

sólo en apariencia. No deseo

ya.

 

Los deseos son más preciosos cuando

no pueden cumplirse. Son

como el agua fría. Como

el hielo el deseo se disuelve

a medida lo conocemos, si es que

alguna vez llegamos a conocerlo

tal un paisaje vespertino.

Son los paisajes más hermosos.

Así me retiro de la comedia.

 

He soñado dije, ardientes soledades.

Pero mi vocación de solitario

desaparece al alba cuando los marineros

salen a la mar enfurecida y yo

duermo. Y la alabanza por todo

lo que malgasto en vigilia

se hace entonces monótona:

como monótono es vagar en los

jardines y perder los días

como los años. Mucho he perdido

jugando así pero sigo siendo

esperanzado.

Ello es bueno.

 

Estar despierto en la noche sin

nubes y preguntarse porqué ellas

en este momento no existen

ha sido mi oficio durante años.

Ha sido mi oficio verdadero.

Y las amapolas siguen estallando

en los campos y no son magnolias

como creía el pastor nocturno.

Son amapolas.

 

Mi vigilia es siempre taciturna.

Me pregunto qué la habrá hecho así

porque podría hablar con

las piedras: o con los gnomos

que aparecen siempre.

Pero soy un gnomo, me olvidaba;

por ello no duermo.

 

Hay una hora tan oscura antes de

la luz. Me recuesto a los árboles

y sueño otra vez, ahora verdaderamente.

Sueño.

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