literatura venezolana

de hoy y de siempre

Ana Teresa Torres: Una semblanza de su vida

Por: Alirio Fernández Rodríguez

Ana Teresa Torres (Caracas, 1945) es escritora, psicólogo y profesora venezolana. Hizo estudios de psicología en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en Caracas y también es larga y reconocida su labor académica e investigativa en el ámbito de la psicología y el psicoanálisis. La escritora vive actualmente en la capital venezolana, aunque lleve una vida diaspórica, entre Caracas y Canadá, donde viven sus hijos. Ana Teresa Torres es la única hija que tuvieron Felicitas García y Miguel Torres, también la nieta de doña Carmen Teresa Martínez Madriz, de quien recibiría una importante influencia durante su niñez. Para esta escritora venezolana la literatura es una vocación de vida y la pasión por el relato es su credo.

Yo me siento antes caraqueña que venezolana, —cuenta Ana Teresa Torres— y tengo un recuerdo poderoso: el de la lluvia cayendo fuertemente en el jardín sobre las ramas de un samán; eso lo tengo como algo muy cercano a mi procedencia; si me preguntas por qué, no sé la respuesta. Para la autora de la novela Doña Inés contra el olvido (1992), la cuestión de sus orígenes se podría reducir a la patria de su infancia, aquella cuyos dominios abarcaban tanto la presencia amorosa de su abuela Carmen Teresa, «descendiente por los cuatro costados de caraqueños», como la ciudad pretérita que tendría en la jovencita Ana Teresa una testigo especial.

Precisamente, en torno a la ciudad aparece otro recuerdo que permanece todavía en la escritora, en su vida como huella del tiempo y en Caracas como la confidente que nunca revela sus secretos. «Lo que los caraqueños viejos llamaban “ir a Caracas” —cuenta Ana Teresa Torres— era una excursión al Centro, al Casco Central de la ciudad; los viejos decían “voy a Caracas”. Tengo ese recuerdo de pasar por delante de la plaza Bolívar, La Pastora, las esquinas, detenernos —mi abuela y yo— en alguna tienda para una diligencia que ella quería hacer; eso está muy vinculado a mi lugar de procedencia, aunque luego no volví demasiado».

Pasarían muchos años hasta que Ana Teresa Torres regresara a esos espacios de la ciudad, al Centro de Caracas. La visita frecuente se daría con el comienzo de sus estudios de psicología en la Universidad Católica Andrés Bello; y es que el primer año de estudios lo hacían en la esquina de Jesuitas, en el colegio que allí estaba y que funcionaba como universidad. «Pero —dice Ana Teresa Torres— ya esa ciudad no tiene el mismo sentido de pertenencia que mi abuela le daba».

Creo que el universo narrativo y poético se gesta en la infancia

Yo creo que el universo narrativo y poético se gesta en la infancia, —afirma Ana Teresa Torres— creo que escribir tiene que ver con esa imagen infantil de relatar lo que ocurría, porque el lenguaje tiene esa facultad de componer y ordenar la realidad, o lo que se ha entendido como realidad, condensándolo en palabras y dándole un sentido que los hechos aislados no tienen, pues son más efímeros y precarios, no se pueden sostener de la misma manera en que se sostiene una narración. Es un sentido, claro, que ha creado el propio escritor.

Probablemente, el momento que daría lugar al posterior nacimiento de la escritora sucedió en la casa de la abuela paterna, cuando apenas ella era una niña de siete años. «Estoy en la casa y tengo una vivencia muy extraña, —rememora la escritora— que es la de que yo quisiera que se filmara una película con todo lo que había sido mi vida hasta ese momento. Entonces, yo misma pensando desde mis siete años, sin conocer el sentido de la elipsis, dije: bueno no es posible porque si tengo siete años y la película dura siete años, pues, tardaría siete años en verla. Entré así en un cálculo absurdo hasta que desistí de la idea».

De esta forma de relacionarse con su entorno, ya desde muy pequeña, surgió en la niña Ana Teresa cierto interés por contar la vida, por reciente que esta fuera para sus ojos. Con el tiempo, ese poder de las imágenes en su cabeza, de donde le viene el interés por el cine, se fue convirtiendo en una pulsión, que le decía en lo más profundo: hay algo que relatar, algo por volver a imaginar y algo para escribir. Así, la búsqueda se fue haciendo signo para Ana Teresa Torres, móvil vital y mecanismo artístico que la ha llevado a derroteros que la convirtieron en una de las voces más importantes de la literatura venezolana.

De esos ya muy lejanos años en España —cuenta la escritora— me quedó algo muy valioso, y es que en aquella época la educación tenía un fuerte sesgo humanista, dentro de los parámetros de censura que tenía un país con la dictadura de ese momento; pero aun así había esa proyección hacia lo humanístico y eso me tomó enseguida y nunca más me abandonó. También es verdad, reconoce la autora, que ella no era muy hábil para las ciencias y las matemáticas; además, recuerda que en la época había un clima en el que pudo ir al teatro y disfrutar de cierto ambiente de la cultura española, con lo cual alimentó aún más el interés por las humanidades.

Creo que esa posibilidad de ver lo que ocurre, pero como un poco de lejos, me ha acompañado a lo largo del tiempo

La entonces jovencita Ana Teresa estudió el bachillerato en España y vivió allá junto a su padre y otros familiares, pues su madre había fallecido cuando ella apenas tenía ocho años. De aquella joven venezolana que fue, la escritora rescata —como reflexión de esos años vividos y no como recuerdo— que el haber estado fuera de Venezuela, a pesar de ir y venir con frecuencia, le otorgó una mirada desde el distanciamiento. «Y es que el hecho de estar allí, dentro de una familia venezolana, pero en España, es decir fuera, producía una mirada del país más distante. Creo que esa posibilidad de ver lo que ocurre, pero como un poco de lejos me ha acompañado a lo largo del tiempo. Fue poder ver el país dentro y, a la vez, en perspectiva, creo que eso pudo haber sido valioso ahora que lo pienso».

Me hice lectora quizá con cinco o seis añoscuenta Ana Teresa Torres—, aunque no tengo un recuerdo exacto de cuando empecé a leer.  Mi mamá me traía muchos libros: cuentos y fábulas de Perrault, Andersen y Grimm, que se consideran ahora muy crueles (y quizá lo son), pero te estimulaban la compresión de situaciones humanas. Ana Teresa Torres recuerda que los libros y suplementos infantiles ocuparon un lugar importante siempre en su casa y es que, por ejemplo, la primera vez que ella vio televisión ya tenía ocho años.

Pero la escritora recuerda con claridad cuándo leyó la primera novela, el primer libro que la invitó a leer corrido un texto que ya no relataba con imágenes. Ese libro fue Mujercitas (1868) de Louisa May Alcott, obra bastante difunda en esos años. «Y no era una lectura tan inocente, porque recuerdo haber leído que Simone de Beauvoir dijo que esa había sido una de las obras más importantes de su vida; entonces, creo que mi recuerdo también es fiel a la idea de que esa novela era importante», cuenta Ana Teresa Torres acerca del modo como se hizo lectora.

El encuentro con la escritura creo que fue bastante temprano en mí —cuenta la escritora—, de hecho, recuerdo haber escrito algunas cosas en la adolescencia, que afortunadamente boté. Luego en la juventud sí recuerdo que comencé a escribir cuentos, como es común que ocurre con los narradores que no siempre empiezan por la novela. Algunos de esos cuentos de Ana Teresa Torres se publicaron a principios de los años 2000, por la editorial El otro El mismo, en cierto modo porque ella los tiene como parte de su historia literaria.

Pero sería en 1984 cuando Ana Teresa Torres decidiría dedicarse a la escritura como vocación profesional. Y es que en ese año ella ganaría el afamado concurso de cuentos de El Nacional, con un relato titulado Retrato frente al mar; con María Fernanda Palacios, Carlos Noguera y Ben Amí Fihman como miembros del jurado. «En ese momento era muy prestigioso y muy importante ganar es concurso, cuenta —Ana Teresa Torres— y me dio algo así como la confirmación de que yo tenía las posibilidades de ser escritora, además yo ya estaba por cumplir cuarenta años, por lo que debía tomarme la escritura en serio, como actividad única».

Llegué a casa y me vi mano a mano con el bebé que me habían entregado en la clínica —cuenta Ana Teresa Torres—. Era mi primer hijo, Gastón, y entendí que era algo determinante; entonces me dije: esto es una responsabilidad, un compromiso para siempre, y yo quería tener hijos, pero al sentirlo allí en mis brazos, entendí que era una responsabilidad de 24 horas, una responsabilidad de por vida.

La escritora que se convirtió en madre por primera vez en 1975 no niega lo complicado que significó esto en su vida; pero no lo dudaba y mucho menos se arrepiente. Recuerda lo importante que fue el apoyo del padre de sus hijos, un hombre que cumplió su parte y estuvo siempre para la familia. De esa condición de madre, Gastón e Isabel, son prueba viviente de que ser mamá no es algo que se hace un tiempo o de lo que puede aburrirse, sino que es una conversión hasta la muerte.

La vida del escritor es como cualquier otra: con ventajas, dificultades, problemas, alegrías y fracasos

La escritura es un oficio, no es que el escritor está como en las nubes. La vida del escritor es como cualquier otra: con ventajas, dificultades, problemas, alegrías y fracasos, afirma Ana Teresa Torres. Para ella escribir es un trabajo y muy mal remunerado, en general, a lo que pueden sumarse graves dificultades económicas. Esta escritora tampoco es del tipo de creadores que se definen como tal porque dicen no saber nada más, pues ella sí sabe y ha hecho otras cosas.

Ana Teresa Torres no sólo tiene una vocación bien definida, como es el caso de la escritura, sino que además se ha dedicado a la psicología; sí, también por vocación. En al ámbito de la psicología y el psicoanálisis logró hacer una sólida carrera académica, que incluye: investigación, docencia y publicaciones. Esto lo hizo hasta que la vida le permitió la cortesía de tener tiempo para dedicarse al oficio terapéutico en psicología y a la escritura, a la vez. Ahora, como sabemos, se dedica por completo a escribir.

Con el pasar de los años, Ana Teresa Torres no tiene reparo en reconocer que se convirtió en una escritora. «Yo veo que triunfé, —cuenta la escritora—; pero me refiero al hecho de que logré ser lo que yo quería ser, no me estoy refiriendo a situaciones externas, del tipo si me leyeron o me gané un premio, no. Soy una escritora conocida por los lectores de mi país y, del resto, creo que no tengo ninguna trascendencia; pero ha sido un éxito ese saldo final de conseguir lo que yo quería».

Ha sido un éxito ese saldo final de conseguir lo que yo quería

La pasión por el relato, lo que me gusta a mí es relatarexplica Ana Teresa Torres— y yo creo que la novela, el relato, el diario, la crónica siempre son relato, aunque no todo el mundo va a compartir esta idea; pero hablando de los géneros que he transitado, creo que siempre se trata de un relato, en parte inspirados en la realidad y en parte imaginarios o versionados por el escritor. No en vano, Ana Teresa Torres es de las narradoras más leídas en Venezuela, con una obra novelística que es referencia obligada para el que quiera comprender cierta tradición literaria venezolana dentro de la narrativa de los últimos años.

La literatura en el mundo ha cambiado radicalmente —considera Ana Teresa Torres— porque ahora se escribe más, también por la aparición de la publicación digital y la manera en cómo se comercializan los libros. Todo eso es un mundo con el que yo no me inicié y no sé si será para mejor o para peor; eso se verá con el tiempo.

Y en cuanto a la literatura venezolana, Ana Teresa Torres cree que se da por primera vez algo particular: una literatura del insilio y otra del exilio, una que se produce adentro y otra que se produce afuera del país. Aunque entiende que muy pocos escritores están propiamente exiliados, pero sí que escriben desde la diáspora. «Creo que se va a producir un cambio que se verá en unos años; de momento es interesante porque se han hecho muchas antologías de escritores que están afuera, cosa que antes era inimaginable», cuenta Ana Teresa Torres.

Para la escritora venezolana —residenciada en Caracas y que va a Canadá, donde están sus hijos, y vuelve constantemente— es imposible saber qué va a pasar con la literatura venezolana ahora mismo, porque habría que pensar en lo que va a suceder, más con los hijos de los emigrados que los que emigraron, porque si ellos empiezan a escribir en esa otra lengua, «¿podrá hablarse de literatura venezolana o mexicana o cubana cuando el escritor ya es hijo o nieto?, esto es un cambio más definitivo», piensa Ana Teresa Torres. 

No me gusta nada tener la vida diasporizada que me ha tocado llevar ahora, con mis hijos en Canadá y gran parte de mis amigos también fuera de Venezuela, cuenta Ana Teresa Torres. Mientras la escritora está en Caracas puede dedicar alguna tarde al encuentro con amigos, aunque son más los que están ya fuera del país que dentro. «Y de las cosas que me siguen entusiasmando, pues lo que me más me gusta hacer es leer y ver películas y series, que es una forma de relato también. Ya con unos años cumplidos uno tiende a ser menos exigente en cuanto a qué cosas quiere hacer o necesita hacer. En ese sentido, yo me siento bastante satisfecha y tranquila», termina por contarme Ana Teresa Torres desde su casa en Caracas, un mediodía lluvioso de junio.

En la mochila literaria, entre otras publicaciones, Ana Teresa Torres tiene: El exilio del tiempo (1990, 1991, 1992,1993), Doña Inés contra el olvido (1992), Vagas desapariciones (1995), Malena de cinco mundos (1997), Los últimos espectadores del acorazado Potemkin (1999), La favorita del señor (2001), Cuentos completos (1966-2001). (2002), El corazón del otro (2005), Me abrazó tan largamente. En Dos novelas (2005), Nocturama (2006), La fascinación de la víctima (2008), La escribana del viento (2013) y Diorama (2021).

Página web personal: https://www.anateresatorres.com/

Novela

El corazón del otro

La escribana del viento

El exilio del tiempo

Cuentos

¿Dónde estás, Ana Klein? y La semilla de la infelicidad

Cuatro cuentos breves

*Foto: Renato Donzelli