Por: José Ygnacio Ochoa
Mi exordio: el poema me alude
NÉSTOR MENDOZA ES de los poetas que traduce y cavila la palabra antes de decirla, bien de manera escrita o en su oralidad. Sus poemas, reseñas y ensayos así lo manifiestan. Primero un silencio, luego la construcción del texto. Quiero decir con esto que su sigilo aparente va acompañado de un cerrojo como posibilidad del encanto por lo que va a quedar escrito. Es su responsabilidad. Se detiene, contempla, pues enjuaga el universo de la palabra para entregarlo al lector. Dicho de otra manera, Néstor Mendoza es verbo y en consecuencia es acción, puede que me equivoque, así lo presiento, con todo, así lo escribo. Es mi propia resonancia.
Cuando el editor de Ediciones Estival, Juan Martins, me llama para hablarme del proyecto editorial con el libro de ensayos de Néstor Mendoza me sobrevino un sin número de reflexiones en torno a todos aquellos escritores que están fuera de Venezuela, aun así, mantienen su vínculo entrañable por la literatura como una razón de ser. Las dificultades, la lejanía, el abatimiento van acompañados con el ejercicio de escritura. Como él, muchos por diferentes partes del mundo, luego entiendo que el escribir, la gestión cultural, el ir y venir por ciudades, ferias literarias, encuentros, plazas, librerías e inagotables conversaciones, es en definitiva, el peregrinar del poeta: es una realidad que al final de la historia se regocija porque es otra forma de mantenerse en vigilia.
Decir poema va tomado de la mano con el reino de la entelequia porque cada poeta en su opción no será esclavo de su esperanza, se escribe para algo, para desentrañar algún pasado, para enterrar lo insomne, para ir contra de la obediencia, sin embargo, el coqueteo va entre el poeta y el abrigo por la inquietud de un tiempo, una historia o por la conciencia de la exaltación de un acto que aparenta un viaje. Un viaje irrepetible porque está dado con el vocablo. La palabra se construye en ese ejercicio, se figura con el ejercicio por conciliarse con lo ilegible de la vida. El poema no traduce, no educa o no me soluciona nada. El poema solo es. El poema se deja allí para conciliarse con lo otro, con el otro y con lo que no se dice de manera explícita en sus múltiples formas porque el poema cada vez que se lee se configura. Se erige en su ebriedad entre insinuación y razón.
Leer Alfabeto de humo II (Ediciones Estival, 2024). Ensayos y reseñas sobre poesía venezolana es un acto que nos redimensiona al encuentro con la literatura venezolana que es amplia y variada. En este ejercicio nos encontramos con textos que se refractan en su discurso, afirma Mendoza: El espejo puede ser eso que veo allá afuera, agregamos a ello, el carácter orgánico de la palabra que contiene su pulso como una depuración casi que inmediata entre lecturas, pensamiento y emoción. La escritura creativa es así, como bien lo expresa el propio poeta al inicio del libro: …bajo un limpio efecto íntimo. La escritura, insisto, es así, y más aún, la poesía escrita por hombres y mujeres venezolanos que contienen un arraigo por la búsqueda de la imprevisión y sobre todo la cotidianidad que se vuelca en una proporción, y, como lo afirmaba Tomás de Aquino reseñado por Umberto Eco en Historia de la belleza que esa proporción va acompañada y sentida porque los sentidos se deleitan con las cosas bien proporcionadas. Esto no se busca, llega con lo vivido, con la cotidianidad matizada por todas las lecturas contenidas en la voz poética.
En ese sentido de proporción Eco resalta que va sujeta de la adecuación, forma y claridad, entonces el poema nos conduce a un ritmo, a la esencia de la palabra para descubrirse en esa curvatura templada porque siempre es el poema que se va haciendo como la obra que ha de ser para que perdure en el tiempo. La vida se hace con la substancia misma y permite ese gozo con la sintaxis en espacios que elevan lo auténtico desde el dolor, desde las ausencias y, por qué no, desde la templanza de la nada. Sólo la palabra y su rigor en continua cimentación.
Los poetas abordados por Mendoza esbozan temas como: la muerte, el aire de un territorio venezolano en cualquiera de sus puntos cardinales y el aire del mediterráneo, también van por lo intertextual, el exilio, lo amoroso, el desarraigo, la luz o la aridez y, con ella, la lluvia. Sumamos a esto: lo filosófico, la religiosidad, la nocturnidad —diferente a la noche—. Todo para decir que todo confluye. Cada tema tratado con las peculiaridades de la voz poética que resuena, no en las comprobaciones porque no es necesario, sino que se decantan en las sensaciones del canto poético contenido en el verso propiamente, al igual que la prosa poética. Reiteramos, la presencia del canto-letra en esencia como este libro condensado y preciso en su hechura. El libro está para leerlo con toda la pausa ineludible y hasta con la inesperada caída de las hojas con este verano prolongado y raro de Venezuela. Esta parte del trópico nos da estas sorpresas. En cada patio están esas hojas que demarcan la otra espera.
A medida que avanzamos en el reconocimiento de los ensayos nos percatamos de un estilo temperado por la cercanía y la profundidad en la búsqueda de una mirada donde el prodigio es descubrirse ante el lector con ese poema. El poema se desnuda ante el lector, quien a su vez retrata y modula a la voz poética que se lee. El poema va por el camino de la destilación para aludir a la emoción. Bien lo expresa Mendoza, el poema contiene una cualidad, entonces cada nuevo libro se propone como lo es. Dicho así puede que me contradiga con lo expresado anteriormente, porque puede ser que el poema, en tanto libro, nos acompañe para disimular las ausencias, tanto de los míos y las de los otros. Aquel otro que se hace en el lector mediado en el tono del ensayo.
Evitamos categorizar a los poetas reseñados por Mendoza, resaltamos, en todo caso, la sonoridad del poema por cuanto, ideas e imágenes contienen sus propias pausas y ritmos. El poema congrega su pluralidad. Mendoza alude a otros poetas venezolanos como referencia a los citados directamente en su libro. Es inevitable eludirlos porque toda gira en lo inmediato y lo íntimo como formas para expresar lo que el cedazo poético requiere.
Para finalizar, celebramos esta edición porque le confiere un espacio digno a la literatura venezolana. El sentido de la lectura, en caso que existiera va por lo que planteamos al principio de esta intervención cuando Umberto Eco plantea el sentido de proporción. Esta tiene que ver con el sentido de la colaboración porque es mutuo y a partir de allí se crea una complicidad entre el lector y la voz poética porque se adquiere otro significado con la palabra, esta va hacia otra dimensión de lo meramente explicativo.